Teatro
Belinda Washington “La vida es hoy”
La intérprete se incorpora al elenco de “La Corte del Faraón” en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Además continúa su exposición de cuadros y los proyectos se le acumulan tras el parón de la COVID-19
Belinda Washington aparece en la entrevista con una carpeta bajo el brazo donde lleva todas las canciones de “La corte del faraón”, la obra de Ricard Reguant que estrena este próximo 24 de julio en el Teatro Romano de Medellín. Estos son días frenéticos de estudio y preparación vocal “vengo de estar tres horas con mi profesora de canto Beatriz Albert, es una crack y me ayuda muchísimo”.
Esta versión que llega al Festival de Teatro Clásico de Mérida tiene un tono de vodevil y un claro mensaje reivindicativo a favor de la libertad de expresión. Belinda será la faraona en una obra que se podrá ver también el 15 de agosto en la ciudad romana de Cáparra y los días 21, 22 y 23 en el Teatro Conde Duque dentro del Verano de la Villa de Madrid.
La intérprete, conocida por su larga trayectoria profesional como presentadora de televisión y actriz, retoma su trabajo tras el parón obligatorio de la COVID19, sobre todo para ella, que ha sufrido el coronavirus en sus propias carnes. “Di positivo pero no sé cómo lo cogí. En mi casa no lo ha cogido nadie, ni mis hijas ni mi marido. He estado aislada cuarenta días en mi casa, me he hecho tres analíticas y por fin he dado negativo y ahora tengo anticuerpos”.
La artista se considera afortunada “me gusta ser justa, si miro al horizonte y veo como están otros, he pasado bien la pandemia. He tenido síntomas leves, un dolor de cabeza que no se iba con nada, pero no he perdido el olfato ni he tenido falta de aire. He tenido muchas taquicardias. Yo tengo una tensión muy baja, y aquí no me bajaba de 15”. “El covid, para los que lo hayan pasado es una sensación que parece que va y viene, cuando parece que estás mejor vuelve a empezar, no te podías relajar”.
“Fui al hospital al principio y me dieron amoxicilina y ahí descubrí que soy alérgica, así que todo viene bien, lo mismo me dan un chute de amoxicilina que me voy al otro barrio”- reconoce la actriz, quien encontró en el ajo a su mejor aliado- “dicho por un cardiólogo, es lo mejor que podemos hacer para nuestro corazón. He tomado mucho ajo, se lo he recomendado a todo el mundo, le quitas el germen de en medio, lo troceas y te lo tragas sin masticar”.
Belinda está más que concienciada con el peligro que encierra el coronavirus. “Aunque vivas el covid con síntomas leves, es algo muy serio. No mola nada. Esta enfermedad es una injusticia. Es un dolor tan profundo, nadie se merecía morir así. Cuantas familias rotas, cuantos sueños partidos…”
“Quiero incidir en que hay que tener responsabilidad: la mascarilla salva tu vida y la de los demás. Hay que extremar todas las precauciones: lávate las manos, lleva el gel, que se te quedan las manos como lijas, no pasa nada, es más importante conservar tu vida. Y para los que no lleven mascarillas, multa, que no es una moda, es una necesidad vital”.
Una de las facetas menos conocidas de Belinda es la de pintora, y es que la actriz lleva años dedicándose a las artes plásticas. Tras nueve exposiciones, la última se estrenó justo antes de la pandemia. “Qué ironía que se llama Paseando el silencio. Sigue expuesta en el Lobby Art Gallery del Hotel Emperador, en plena Gran Vía de Madrid, pero yo sé que ahora no es tiempo de vender cuadros, es tiempo de priorizar en la economía”.
Mujer comprometida y entregada a los demás, para ella la pintura es un ejercicio de meditación, “un viaje que me hace feliz”. Quizá por ello durante la pandemia y aún estando enferma, se acostumbró a hacer directos por Instagram donde entrevistaba a gente, daba clases de acuarelas y organizó un acto benéfico para ayudar a la gente sin recursos de Málaga “mi mayor afán era curarme, ser inmune para ir a los hospitales a ayudar, tenemos un tiempo de vida y también lo podemos aprovechar para ayudar a los demás. No he buscado medallas: dar sin esperar nada a cambio es la manera más bonita de dar. Se fueron sumando empresas que me daban regalos para la gente: cestas de frutas, limpiezas bucales, yo he regalado mis acuarelas. En todas he puesto una carta que decía “gracias a ti el covid me ha pasado diferente”.
Además de La corte del faraón, Belinda tiene más proyectos en el horizonte, como retomar el rodaje de Tu cara me suena, un papel en la obra Mi mundo es otro, seguir con sus clases de interpretación en la Central de cine y volver a cantar con su grupo, The Washington Band. Por si fuera poco, la artista continúa con sus charlas y conferencias para mujeres. Reconoce que ha trabajado de todo y que no hay que tener miedo ni siquiera a los fracasos. “solo tengo miedo a no tener salud y no poder desarrollar lo que quiero. No se me caen los anillos, creo que no hay mayor dignidad que pedir trabajo y buscarlo”.
Además de su arrolladora positividad, Belinda es una persona que tiene los pies en el suelo y que nunca ha dejado que la fama se le suba a la cabeza, ni siquiera cuando su rostro era un habitual de la pantalla “cuando empecé con Hermida me juré no cambiar. En los años 90 estaba por todas partes, fue una época de mucho trabajo y mucho éxito pero también de poca conexión conmigo misma. Prefiero ahora, aunque si me dices que si quiero un formato magacín te digo que sí, en cualquier televisión autonómica, no ambiciono estar tanto en primera línea”.
Belinda recuerda de sus comienzos el trabajar con el inolvidable Arturo Fernández en teatro y con Jesús Hermida en televisión, del que guarda una anécdota mágica: “yo era muy tímida. Para la la primera prueba iba con un peto de Zara y me metí en un maletín un vestido ajustado negro, medias y taconazos, porque no sabía que tipo de presentadora quería. Cuando me vio por primera vez Hermida me dijo “me gustas pero eres muy infantil. Yo busco a una mujer” y yo le contesté “la llevo en el maletín”.
Trabajar con Hermida es según sus propias palabras como “hacer un master con uno de los más grandes de la televisión. Jesús siempre me decía sé esponja y sé tú misma. Mi casting duró dos meses, perdí cinco kilos de los nervios. Cuando me contrató me dijo “está usted muy verde, hace falta pulirla, pero antes de que la descubra otro, prefiero hacerlo yo”.
Y el resto es historia.
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