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El Supremo frena la congelación de la ayuda al desarrollo de EE UU
La sentencia obliga al Gobierno federal a pagar los 2.000 millones de dólares ya comprometidos

Donald Trump y sus planes han vuelto a toparse de frente con la Justicia. Este miércoles, el Tribunal Supremo dictó que no le permitirá al mandatario estadounidense retener el pago a grupos de ayuda extranjera, apoyando así una orden de un tribunal inferior que requería que el republicano pagara inmediatamente los casi 2.000 millones de dólares que se deben a contratistas y grupos de ayuda al exterior respaldados por EE UU. En un fallo de cinco a cuatro, la mayoría del tribunal insta al juez de menor rango a mostrar «el debido respeto por la viabilidad» de cualquier fecha límite que pudiera establecerse. Según medios locales, los proyectos afectados por la congelación de estos fondos incluyen instalaciones de nuevas estaciones de riego y bombeo en Ucrania, mejoras en las obras hidráulicas de Lagos, así como medidas para combatir la malaria en Kenia, Uganda, Ghana y Etiopía.
En poco más de un mes, Trump ha desmantelado los programas de ayuda extranjera recortando alrededor de 60.000 millones de dólares y no parece que vaya a dar marcha atrás en su cruzada, aunque eso suponga ceder influencia mundial a países como China y Rusia en lugares estratégicos. Durante la presidencia de Joe Biden, la Administración del demócrata apostó por varios programas de ayuda a África, como la USADF (Fundación para el Desarrollo Africano, por sus siglas en inglés) o el programa de becas para África del Banco Mundial), entre otros muchos. Son iniciativas a través de las cuales la antigua Administración formaba también a jóvenes estadounidenses en la cultura africana con el objetivo de que aprendieran las lenguas y dialectos del continente de cara a mezclarse con la comunidad local y extender la presencia norteamericana en el territorio.
Ahora, mientras Trump acaba con esos esfuerzos, China, el mayor socio comercial de África, que además compite con Estados Unidos por la influencia global, está aprovechando para tomar posiciones en un continente que es una importante fuente de minerales críticos. El gigante asiático posee el 30% de estas materias primas que se utilizan para producir tecnologías limpias y renovables, como, por ejemplo, las baterías de los vehículos eléctricos, paneles fotovoltaicos, o turbinas eléctricas. Es fácil hacerse una idea de la importancia de estos minerales si tenemos en cuenta que en mayo del 2024 la Administración de Biden ya mostró su idea de crear una única cadena de abastecimiento de estos metales que estuviera a salvo de Pekín. Se esperaba que de esta manera también se redujera la dependencia que tiene Estados Unidos de un número muy limitado de proveedores, especialmente de China. El país asiático lleva tiempo tratando de frenar el proyecto estrella de EE UU con Europa, el llamado «Corredor Lobito», una enorme infraestructura que conectará los países de Angola, la República Democrática del Congo y Zambia «con los mercados comerciales regionales y mundiales a través del puerto Lobito», explica la Comisión Europea en su página web. El proyecto, que ya lleva construidos 1.300 kilómetros, pero que aún le faltan 800 más, también se ha visto amenazado por los recortes de USAID (la agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional).
Vladimir Putin tampoco se queda atrás en el tablero de juego africano, y está aprovechando para ganar posiciones. Ya a mediados de 2023 recordó públicamente que Moscú seguiría trabajando en el continente africano en los campos de exploración geológica, los combustibles y la energía y la industria química. Porque África también es el epicentro de una revolución demográfica que representa el 20% de la población mundial y, según apuntan los expertos, en el año 2100, dos de cada cinco habitantes serán africanos. Merece la pena luchar por el país, pero Trump está haciendo todo lo contrario.
No ayuda para la buena relación con el territorio que el líder estadounidense esté considerando otorgar el estatus de refugiados a los agricultores africanos, mayoritariamente blancos, alegando que enfrentan una persecución en Suráfrica. Según el líder republicano, la nueva ley de expropiación de tierras en el país discrimina a los trabajadores blancos. Para protestar ante la decisión ha suspendido también, de momento, la ayuda estadounidense en esta parte del continente, unos 400 millones de dólares, que fue la cantidad asignada por el Congreso en 2023. Por si fuera poco, el mandatario norteamericano ha acusado a Suráfrica, sin presentar pruebas, de que están «confiscando tierras», y ha insinuado que están «haciendo cosas que tal vez sean mucho peor que eso». Por supuesto, en todas las acusaciones cuenta con su mano derecha, el multimillonario Elon Musk, nacido en Suráfrica.
El CEO de Starlink y el hombre más rico del mundo debe estar preocupado. China está ampliando sus alianzas en cuanto a la inversión de satélites en África para mejorar su red de vigilancia global y avanzar en la carrera espacial mundial. Mientras Washington se aleja cada vez más de su amigo africano, el gigante asiático sigue cerrando acuerdos con países como Egipto, Etiopía y Senegal, que se mantienen completamente neutrales y que podrían dar forma al futuro de la exploración espacial y las capacidades militares del país asiático. La instalación de ensamblaje de satélites en Egipto construido con apoyo chino pone de manifiesto como Pekín está apostando por aumentar su presencia en el territorio y fortaleciendo su posición estratégica y las naciones africanas se acercan cada vez más a él mientras Estados Unidos se aleja.
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