Canadá
Justin Trudeau gana la reelección, pero gobernará en minoría
Por el momento, obtiene 156 escaños, frente a los 122 que habrían conquistados por los conservadores de Andrew Scheer
Por el momento, Justin Trudeau obtiene 156 escaños, frente a los 122 que habrían conquistados por los conservadores de Andrew Scheer.
Con una participación del 65,95%, más alta de lo esperado, volvió por sus fueros el partido liberal, el gran partido canadiense, que gobernó el país durante más años que ninguna otra formación política durante el siglo XX. Su remontada, y el triunfo de un Trudeau cuyo apellido es sinónimo de carisma, no sirvieron para atrapar los escaños necesarios, 170, que otorgan el gobierno en mayoría. Pero fueron 157, por 121 de su principal rival, los conservadores de Andrew Scheer, que había llegado a las elecciones confiado en que podría derribar al ya no tan joven Trudeau, de 47 años, con una retórica basada en las balanzas fiscales, la sobriedad contable, la sensatez y una cierta grisalla. Al final votaron no menos de 17.9 millones de canadienses, por 27.1 de potenciales electores. En los últimos 19 años sólo hubo más votantes en 2015, fecha de consagración del fenómeno Trudeau. Para cimentar su triunfo resultaron fundamentales los bastiones liberales de la costa este, y especialmente los caladeros de votos en un Quebec siempre escindido, y por supuesto de Ontario, la más poblada de las 13 provincias que conforman el país, donde vive más del 38% de la población.
Nada más conocer los resultados Trudeau escribió un tuit de agradecimiento «por confiar en nuestro equipo y por tener fe en nosotros para mover este país en la dirección correcta. Independientemente de cómo hayan emitido su voto, nuestro equipo trabajará duro para todos los canadienses». Pero Trudeau, en cualquier caso, tendrá que aliarse con los partidos de izquierda. En concreto con los socialdemócratas del Nuevo Partido Democrático, que alcanzó los 24 escaños. El partido de Jagmeet Singh se las prometía felices con unas encuestas que le concedían hasta 39 diputados. Con todo Singh tendió su mano al primer ministro. Aseguró que «si las otras partes trabajan con nosotros tenemos una oportunidad increíble de mejorar la vida de todos los canadienses. Incluso tenemos la oportunidad de cambiar la forma en que hacemos política en este país».
La última vez que en Canadá hubo un gobierno en minoría fue en 2008, cuando ganó las elecciones el partido conservador. Aunque el conservador Scheer dijó que los resultados han puesto sobre aviso a Trudeau y que su partido está ya cerca volver al poder, lo cierto es que se daba por casi seguro que presentaría su renuncia en los próximos días.
A la luz de las encuestas, dados los problemas de todo tipo que sacudieron el gabinete de Trudeau, nadie esperaba que el Golden Boy amarrase un triunfo minoritario, sí, pero también holgado. Las circunstancias habían cambiado mucho en Canadá en apenas 4 años. Para empezar apretaban los escándalos asociados a las guerras culturales, multiplicados no bien aparecieron las fotografías y vídeos de Trudeau en sus años de estudiante, disfrazado de negro. También habrían influido las acusaciones de corrupción, las sospechas de nepotismo, que salpicaron al gobierno. Pero sobre todo mudo el ánimo, y el contexto histórico, y la percepción de la actualidad con la acudieron a votar los canadienses. En EEUU ya no está Barack Obama, que por cierto echó un cable esta semana a su viejo aliado apoyando su candidatura, sino Donald Trump.
Y la Casa Blanca parece más que dispuesta a renegociar todos y cada uno de los tratados comerciales suscritos con su vecino del norte. Cierto que los conservadores de Scheer han quedado lejos, demasiado, de sus propias expectativas. Es verdad que nadie dirá ya que la buena estrella del líder carismático ha dejado de brillar. Los enterradores de Trudeau tendrán que guardar los obituarios políticos en el cajón otros cuatro años, como mínimo. Pero tampoco es menos cierto, como escribe en el New York Times el periodista canadiense Jen Gerson, en una pieza titulada
La victoria pírrica de Trudeau, que en 2015 «Ni el Partido Conservador ni el Nuevo Partido Demócrata ni el Partido Verde tenían ningún líder que pareciera capaz de competir con el señor Trudeau, tan parecido a Kennedy, con sus sesiones de fotos en Vogue y su propia portada de cómic. Debería haber sido intocable durante al menos una elección o dos elecciones». Con todo había un brillo de consuelo en las palabras del primer ministro frente a sus electores. «Lo hicieron, amigos míos. Enhorabuena. Y aquellos que no votaron por nosotros, que sepan que trabajaremos todos los días por ustedes. Gobernaremos para todos».