Oriente Medio
La Semana de Pasión de los últimos cristianos de Gaza
Entre 500 y 800, la mayoría ortodoxos, resisten en su refugio de la iglesia de San Porfirio en el centro de Ciudad de Gaza
Imposible determinar cifras exactas en un momento como el actual, tras 174 días de asedio israelí contra Hamás y una situación humanitaria extrema, pero menos de un millar de cristianos sigue resistiendo en la Franja. Son una de las comunidades cristianas ininterrumpidas más antiguas. «Esta puede ser la última Semana Santa de los cristianos de Gaza, que viven una situación dramática», augura a LA RAZÓN el politólogo Xavier Abu Eid, uno de los mayores expertos mundiales en cristianismo palestino, desde Belén.
Tres son las ramas principales en las que se dividen los cristianos del exiguo territorio: ortodoxos griegos, católicos y presbiterianos, siendo la primera de ellas mayoritaria. Con todo, si en la Franja los cristianos son una exigua minoría –menos de un millar sobre una población de 2,2 millones, lo que representa un 0,05% de la población–, en Cisjordania el porcentaje de cristianos se sitúa entre el 1 y el 2,5% de los palestinos. Además, frente a las tres familias cristianas representadas en la Franja, en los territorios palestinos existen un total de 13 denominaciones.
Según la tradición bíblica, el territorio de la actual Gaza –citado una decena de veces en el Nuevo Testamento– se encontraba en el camino del exilio egipcio de la Sagrada Familia en su huida de las intenciones del rey Herodes. Antes de la llegada del islam, en el siglo VI d. C., los cristianos eran mayoría en esta franja costera, que no en vano es la cuna de la religión.
Desde la pasada Navidad la comunidad cristiana gazatí se ha reducido aún más, al pasar del millar a los actuales escasos 800 representantes. Desde que comenzó la guerra, la comunidad quedó completamente aislada del resto de cristianos palestinos –como los cristianos de Líbano o Jordania también lo están de los cisjordanos–, lo que compromete su futuro. El declive de la comunidad viene siendo imparable en las últimas dos décadas. Muchos cristianos aprovecharon los permisos concedidos por Israel para abandonar Gaza hacia Cisjordania.
A pesar de la dramática situación que se vive en la Franja, que hace imposible cualquier forma de celebración pública, la iglesia de la Sagrada Familia acogió la misa del Domingo de Ramos.
Aunque estos días solo los cristianos católicos celebran la Semana Santa y falta más de un mes para la ortodoxa, la realidad es que todos los cristianos participan de las celebraciones de todos con independencia del calendario. «Lo importante es celebrar todos juntos la Salvación del Señor», explica a LA RAZÓN el padre Louis Hazboun, párroco en la localidad cisjordana de Birzeit, diez kilómetros al norte de Ramala.
Tradicionalmente, en Semana Santa las familias palestinas cursan visitas durante las que se ofrecen te, café y pastas, algunas de ellas –como en otros lugares de la cristiandad– solo elaboradas en este tiempo del año, como el maamul. No será el caso este año en Gaza, una parte cuya población sufre ya una situación de hambruna. La celebración del Fuego Sagrado, la más importante de la Semana Santa para los cristianos palestinos, tendrá lugar el próximo 4 de mayo en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. La ceremonia, que simboliza la Resurrección de Cristo –con arreglo a la tradición, el fuego sagrado desciende cada año del cielo y prende una llama con la que se ilumina la iglesia edificada sobre el Gólgota–, se celebra desde los primeros años del cristianismo y se registró por primera vez en el año 328 d.C., según el historiador Eusebio.
Tres son las iglesias que resisten en pie tras 174 días de guerra en Gaza: la ortodoxa griega de San Porfirio, la católica de la Sagrada Familia y la bautista de Gaza. La de San Porfirio –un santo nacido en el territorio–, situada en la zona vieja de Ciudad de Gaza, fue erigida en el siglo V (año 425) y puede presumir de ser la tercera iglesia más antigua del planeta.
Además, las iglesias de San Porfirio y la de la Sagrada Familia acogen desde que comenzó el conflicto a unas 350 familias cristianas palestinas, lo que equivale a la práctica totalidad de la comunidad cristiana de Gaza. El pasado 19 de octubre, un complejo anexo a San Porfirio sufrió un bombardeo de las fuerzas israelíes que dejó 17 muertos y decenas de heridos. Los dos templos han acogido también a centenares de heridos desde el 8 de octubre.
La guerra también ha alterado sensiblemente la Semana Santa de los cristianos de Cisjordania y Jerusalén. Su Ciudad Vieja se convirtió en un espacio fantasmal el pasado mes de octubre. Antes del conflicto, los cristianos de Cisjordania estaban obligados a pedir un permiso de las autoridades israelíes para poder entrar en Jerusalén, escenario de la Pasión de Cristo, en Semana Santa, y este año las restricciones han sido mucho mayores. «Este año no hemos podido entrar a Jerusalén desde Cisjordania para celebrar la Semana Santa y los actos los haremos en nuestra parroquia de Birzeit. La situación ha sido un poco triste, pero no perdemos la esperanza en que Jesús acabará venciendo sobre la separación, la violencia y la guerra», concluye a este diario el sacerdote Louis Hazboun.
En la iglesia del Santo Sepulcro, en el corazón de la Ciudad Vieja jerosolimitana, la misa del Domingo de Ramos fue presidida por el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa –máximo representante de la circunscripción de la Iglesia católica en Tierra Santa y Chipre. Asistieron religiosos y un reducido número de fieles procedentes de la propia Jerusalén y ciudadanos palestinos israelíes al margen de un exiguo número de turistas extranjeros.
De la misma manera, en Belén, la iglesia de Santa Catalina, situada junto al templo de la Natividad, celebró la misa del Domingo de Ramos. Otras iglesias de las localidades de Belén, Jericó, Beit Sahour y Beit Jala hicieron lo propio para celebrar la Sagrada Entrada de Jesús de Nazaret en Jerusalén.
En vísperas de Semana Santa, los patriarcas y líderes de las distintas iglesias con sede en Jerusalén expresaron en una nota conjunta su esperanza en el fin de la violencia, la liberación de los rehenes en manos de Hamás y la atención a las víctimas «pueda abrir un horizonte para discusiones diplomáticas serias que conduzcan finalmente a una paz justa y duradera en la tierra donde el Señor Jesucristo tomó la cruz por primera vez por nosotros».
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