Opinión
El segundo Yom Kippur
Hamás necesitaba una dosis fuerte de atención para justificar su relevancia interna y dividir a los musulmanes
Hace 50 años Israel sufrió un ataque por sorpresa que sacudió los cimientos del Estado judío. Israel se dio cuenta de su verdadera vulnerabilidad en 1973 frente a una coalición de Estados árabes liderados por Egipto y Siria. Sus Fuerzas de Defensa, a pesar de reaccionar adecuadamente e incluso conseguir alguna que otra victoria táctica sobre el terreno, demostraron no ser infalibles. El ataque por sorpresa supuso un auténtico mazazo a la imagen de invencibilidad que habían cosechado desde la proclamación del Estado de Israel en 1948.
Justamente coincidiendo con el 50 aniversario de esta ofensiva, el grupo islamista Hamás, que ostenta el control sobre Gaza desde 2006, protagonizó un ataque sin precedentes sobre territorio israelí lanzando más de 5.000 cohetes e invadiendo su territorio en diversos frentes. Se han llegado a reportar el secuestro de varios miembros de las Fuerzas de Defensa, así como de civiles israelíes por parte de los islamistas radicales.
Este es un ataque sin precedentes por su escala y alcance, así como por el nivel de preparación y ejecución con el que se ha llevado a cabo. Más de 20 ataques simultáneos han puesto en jaque a Tel Aviv resultando en la movilización de las fuerzas de reserva por parte del primer ministro Benjamin Netanyahu para hacer frente al «estado de guerra» en el que se encuentra su país.
Según Ismail Haniyeh, líder de Hamás, esto sería una respuesta a los incontables episodios de violencia que se han vivido en Cisjordania, en particular en torno a la Mezquita de Al Aqsa, tercer lugar de culto más sagrado para los musulmanes, que han tenido lugar en los últimos años. Además, la perpetuación de la continua expansión de asentamientos ilegales israelíes en Palestina supondría, para el grupo terrorista, una justificación más para estos ataques.
Y es que, en los últimos años, el Ejecutivo presidido por Netanyahu, comúnmente conocido como Bibi, no es que haya puesto mucho en favor de la convivencia y la paz. Pero, a pesar de los errores de este Gobierno, cabe preguntarse quiénes son estos terroristas y cuáles son sus objetivos. Un grupo terrorista que ha dado un importante golpe a un Estado, y en particular un a Gobierno, construidos sobre una reputación y un aura de imbatibilidad y de fortaleza.
Deberíamos resaltar aquí el origen y la naturaleza de Hamás, pues no es más que la organización subsidiaria de la Hermandad Musulmana en Palestina, el grupo ideológico del cual originan, a través de los escritos de Sayyed Qutb y sus secuaces, toda organización yihadista de la calaña del Estado Islámico o Al Qaeda, pasando por Boko Haram y compañía. No se lleven al error, Hamás nunca ha buscado la liberación o el avance de los palestinos, simplemente la destrucción del Estado de Israel y el establecimiento del Califato. Es más, la misma cuestión nacional, palestina o cualquier otra, podría ser considerada como apóstata por aquellos que defienden la implantación de una entidad política califal.
Paradójicamente, si me permiten la ironía, Hamás está ampliamente respaldada por Irán y sus esbirros chiíes libaneses de Hizbulá. Entidades con quien apenas les une una cosa en común que no es otra que la destrucción del Estado de Israel, ya que en cuestiones de teología o cualquier otro debate de índole religioso, o siquiera de política, estarían, en circunstancias normales en las antípodas el uno del otro.
Pero pongámonos en situación. Estos ataques no se producen ahora de forma aleatoria. La realidad es que a Hamás se le estaba acabando la pólvora, metafóricamente hablando, en un contexto geopolítico en el que sus reivindicaciones y sobre todo la atención que recibía por parte de la comunidad internacional estaban en una situación terminal. Necesitaban una dosis fuerte de atención, no solo para justificar su relevancia interna, pero también para intentar dividir a la opinión pública de aquellos países musulmanes que se han acercado o estaban en proceso de acercarse a Israel como pueden ser Marruecos, Emiratos Árabes Unidos, o sin ir más lejos Arabia Saudí. Estamos ante uno de los innumerables coletazos que se están produciendo por los cambios tectónicos que están sacudiendo el tablero geopolítico global.
Lo verdaderamente triste y preocupante es que en esta situación pierden siempre los mismos. Por un lado, los palestinos, huérfanos de liderazgo, cautivos de Mahmud Abás en Cisjordania y de los islamistas en Gaza. Estos serán, sin lugar a dudas, sometidos a un castigo sin precedentes por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Por otro lado, el pueblo israelí, sometido a las maniobras de un líder asediado pero capaz de todo para mantenerse en el poder. Y es que para Netanyahu estos acontecimientos suponen una verdadera bocanada de aire fresco. Bibi es el verdadero ganador de esta historia. En un momento en el que se hallaba sitiado por una oposición absoluta a sus intentos de desmantelamiento del Estado de Derecho israelí, Netanyahu se erige, gracias a las acciones de Hamás, en el supuesto defensor del pueblo, respondiendo con mano dura a los ataques del enemigo.
Esta niebla causada por los indiscriminados ataques de unos terroristas ayudará a ocultar el desmantelamiento de la democracia israelí. La atención se desviará, dejando el camino libre a Bibi para hacer de Israel su propio feudo.
Los perdedores serán los de siempre, el pueblo palestino y el pueblo israelí.
Borja de Arístegui es profesor de Relaciones Internacionales y Geopolítica en la IE University.