Yevgeny Prigozhin tenía una sentencia de muerte escrita en la espalda desde el mismo día en que lanzó una rebelión en la ciudad rusa de Rostov, donde amotinó a cientos de mercenarios de su empresa de seguridad Wagner para iniciar una marcha hacia Moscú con el fin de forzar la destitución de la cúpula militar rusa. Prigozhin tenía una excelente mala relación con el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y con el jefe del Estado Mayor, Gerasimov. Y Vladimir Putin había dejado de ser su amigo.

Ese mismo día, el presidente de Rusia le calificó de traidor y muchos analistas pronosticaron que más temprano que tarde Prigozhin sería detenido, depuesto al frente de Wagner o incluso asesinado, como ha sucedido en los últimos veinte años en los que el presidente ruso ha sentido que algún opositor o periodista ponía en peligro su estabilidad.

Lejos de desaparecer de Rusia y buscar protección, Prigozhin se dejó ver en San Petersburgo e incluso grabó algún vídeo para tratar de recobrar el protagonismo que había tenido en la guerra de Ucrania. El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, reconoció en las últimas horas que le había dicho a Prigozhin que su vida corría peligro y que se estaba preparando un atentado contra su persona.

Llama la atención que el jefe de Wagner tomara pocas precauciones y se expusiera públicamente como lo hizo en las últimas semanas antes de su muerte, confirmada este domingo con las pruebas de ADN practicadas por una comisión de investigación. ¿Por qué Prigozhin se subió al avión sabiendo que su vida corría peligro? ¿Por qué viajaba la cúpula de Wagner en la misma aeronave?

La detonación de un artefacto explosivo colocado en el compartimento del tren de aterrizaje del avión, un Embraer Legacy 600, se baraja como la posible causa del siniestro. Algunos medios señalaron la posibilidad de que la aeronave pudo ser abatida, intencionadamente o por error, por misiles de las unidades de defensa antiaérea que protegen una residencia de Putin situada junto a la ruta que seguía el avión de Prigozhin.

Las autoridades rusas tampoco descartan un desperfecto técnico o incluso un error de pilotaje como causa del siniestro, mientras que en las redes sociales no falta quien sostiene que todo es montaje y que Prigozhin está vivo.

En todo caso, el Kremlin rechazó de manera rotunda las acusaciones la oposición y las declaraciones de políticos occidentales de que Putin estaría detrás del siniestro del avión. "Es una absoluta mentira", enfatizó el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov. En realidad, el liderazgo de las Fuerzas Armadas rusas se ha vuelto tan fragmentado que es imposible saber si como creen en EEUU fue el propio Putin quien ordenó el derribo del avión de Prigozhin o uno de los muchos enemigos que el jefe de Wagner tenía entre el alto mando de Moscú.

Putin no perdona traidores

Muchos medios han recordado que Putin declaró en su momento que no perdona la traición, como calificó la rebelión de los Wagner en un mensaje televisivo a la población el mismo día del motín, el pasado 24 de junio. Tras el acuerdo que puso fin la sublevación de los mercenarios y que incluyó su traslado a Bielorrusia, el Grupo Wagner fue despojado de su armamento pesado.

Y ahora con el siniestro del avión de Prigozhin la compañía de mercenarios ha quedado descabezada, ya que con él volaba Dmitri Utkin, su más destacado comandante y cuyo nombre en clave "Wagner" fue adoptado para todo el grupo, del que fue cofundador.

Antiguo oficial de la inteligencia militar rusa (GRU), Utkin combatió en Chechenia, Siria y Ucrania, y fue galardonado con el título de Héroe de Rusia. En una de las pocas fotografía conocidas de aparece con la cabeza rapada y varios tatuajes nazis.

También entre los diez ocupantes del siniestrado Embraer Legacy 600 estaba Valeri Chekálov, responsable de la seguridad personal de Prigozhin y de parte de sus negocios, recientemente sancionado por Estados Unidos.

Con información de Efe