Internacional
La Segunda Guerra de Karabaj: Un Paso hacia la Paz en el Cáucaso Sur
En el cuarto aniversario de la guerra, la oportunidad de paz es más prometedora que nunca
Por David Martínez Calderón
La desintegración de la Unión Soviética a principios de los años 90 fue ampliamente recibida como una oportunidad de cambio positivo para muchas naciones. Sin embargo, este cambio también trajo consigo nuevos desafíos en el Cáucaso Sur, una región estratégicamente ubicada entre Irán y Rusia y fundamental en la conexión entre Europa y Asia. Azerbaiyán y Georgia, dos de los países que emergieron como independientes, se encontraron con movimientos separatistas, respaldados en algunos casos por intereses externos.
En Azerbaiyán, el conflicto en la región de Karabaj, conocida durante la época soviética como la Región Autónoma de Nagorno-Karabaj (NKAO), generó tensiones con Armenia. Desde finales del periodo soviético, surgieron en Armenia aspiraciones de separar Karabaj de Azerbaiyán. Aunque la Unión Soviética se oponía a la secesión, considerando que este hecho pudiera impulsar a otros conflictos étnicos dentro de sus fronteras, Armenia, tras el colapso de la Unión Soviética, actuó rápidamente para anexar Garabaj.
En el conflicto armado que estalló en 1988, considerada como la Primera guerra del Nagorno-Karabaj, fue desencadenada por Armenia contra Azerbaiyán con el apoyo político y militar de Rusia. Aproximadamente el 20 % del territorio azerbaiyano fue ocupado, afectando tanto a la antigua NKAO como a siete distritos aledaños. Durante la ocupación de Armenia, fueron perpetradas limpieza étnica, masacres y otras atrocidades contra la población azerbaiyana local, que ascendía a alrededor de 700.000 personas en las áreas ocupadas. Posteriormente, Armenia ignoró cuatro Resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobadas en 1993, que exhortaban la retirada de las fuerzas armenias de los territorios azerbaiyanos.
La Segunda Guerra de Karabaj y la Resolución del Conflicto
Para 2020, los esfuerzos internacionales para resolver el conflicto no habían logrado avances duraderos, en parte debido a las dificultades para establecer un marco de acuerdo aceptable para ambas partes. En septiembre de 2020, Azerbaiyán, apelando a su derecho a la legítima defensa reconocido por la Carta de las Naciones Unidas, lanzó una operación para restaurar su integridad territorial. Este enfrentamiento, conocido como la Segunda Guerra de Karabaj o la Guerra de los 44 Días, culminó con la firma del Acta de Capitulación, resultando de una mediación rusa, el 10 de noviembre de 2020. En esta resolución, Armenia se vio obligada a retirarse de la mayor parte de los territorios ocupados. Sin embargo, el núcleo de la región de Karabaj, donde residían miles armenios locales y las familias de los militares de Armenia, ilegalmente asentados durante la ocupación, permaneció bajo el control del régimen separatista, establecido por Armenia en las zonas ocupadas, en los años 90
En los años posteriores, Azerbaiyán buscó integrar a la población armenia local en un marco de convivencia bajo su jurisdicción. Estos esfuerzos no dieron ningún resultado, ya que el régimen separatista rechazó vivir bajo la jurisdicción de Azerbaiyán. Mientras tanto, en violación del Acta de Capitulación de noviembre de 2020, Armenia trasladó armamento al régimen separatista. En septiembre de 2023, este hecho condujo a la consiguiente escalada militar que llevó al colapso del régimen separatista. Tras nuevas tensiones en la región, el primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, alentó a los habitantes de origen armenio a permanecer en sus hogares bajo la jurisdicción azerbaiyana, declarando que "la población armenia no estará bajo amenaza directa si permanece bajo la jurisdicción azerbaiyana". No obstante, gran parte de la comunidad optó por salir de la región, una decisión que fue verificada posteriormente por la Misión de Investigación de las Naciones Unidas, que confirmó que no se había producido un desplazamiento forzado.
Hacia un Futuro de Paz
La Segunda Guerra de Karabaj ha generado una oportunidad única para la paz en el Cáucaso Sur, una región históricamente afectada por conflictos, derramamiento de sangre y tragedias humanas. En marzo de 2022, Azerbaiyán extendió una propuesta de paz a Armenia, basada en los principios del Derecho Internacional y el reconocimiento mutuo de la integridad territorial. Armenia respondió positivamente, y aunque el tratado aún no se ha firmado, se han alcanzado acuerdos significativos. Uno de los puntos destacados ha sido el reconocimiento de Armenia de Karabaj como parte de Azerbaiyán, tal como lo respaldan las Resoluciones de la ONU de 1993. El 22 de octubre, el presidente del parlamento armenio reconoció públicamente la validez de estas resoluciones, afirmando que "Azerbaiyán llevó a cabo una operación en Karabaj, basándose, al menos en 3 o 4 Resoluciones de la ONU". En respuesta a los ataques de las fuerzas revanchistas dentro de Armenia, añadió: “Entiendo que uno puede aferrarse a una palabra y tratar de formular una tesis, pero el hecho permanece que este territorio era y sigue siendo territorio internacionalmente reconocido de Azerbaiyán”.
Esta postura del gobierno de Armenia es muy importante para lograr la paz y la reconciliación entre los dos países después de décadas de hostilidades. Sin embargo, en este contexto, uno de los desafíos importantes está relacionado con la Constitución de la República de Armenia que hace referencia a la Declaración de Independencia de 1990, que exige la unificación de Karabaj con Armenia. El presidente Ilham Aliyev ha dejado claro que Azerbaiyán firmará un Tratado de Paz con Armenia, solo si esta reivindicación territorial sea eliminada de la Constitución de Armenia. Este es un proceso legal largo y complejo que requiere un referéndum constitucional y otros instrumentos legislativos para su aceptación y consecuente reconocimiento.
Otra cuestión que Azerbaiyán ha destacado es la expectativa de que Armenia asuma responsabilidad por la destrucción sufrida en los territorios que estuvieron bajo ocupación. Armenia demolió ciudades y pueblos, arrasando asentamientos enteros, dejando atrás una gran erosión del patrimonio cultural Azerí y además una amplia contaminación por minas y artefactos sin explotar. Se estima que se colocaron aproximadamente 1,5 millones de minas, afectando cerca del 12% de la superficie total de Azerbaiyán. Es difícil imaginar la magnitud de destrucción y el coste que comporta la reconstrucción, revitalización y desminado de este territorio. Este esfuerzo se está llevando a cabo por el gobierno azerí con la esperanza de devolverle sus hogares a aquellas personas desplazadas, en un ambiente digno, seguro y duradero.
La Segunda Guerra de Garabaj ha abierto una “ventana” crucial para resolver todas las disputas restantes; lograr una paz duradera y la reconciliación entre Armenia y Azerbaiyán. Estos días, cuando el pueblo azerbaiyano celebra el cuarto aniversario de la guerra, la oportunidad de paz es más prometedora que nunca. Si bien siguen existiendo trámites legales y prácticos, la perspectiva de una paz duradera en el Cáucaso Sur parece estar al alcance, ofreciendo una oportunidad de romper el ciclo de enemistad y fomentar un futuro más estable.