Asuntos sociales
Mujeres esterilizadas en Perú: «Me ataron y vendaron, pero veía los serruchos y la sangre»
Perú revive esta semana uno de los episodios más oscuros del Gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000): la esterilización forzosa o sin consentimiento de cientos de miles de mujeres y hombres de las clases más humildes. El fiscal superior de la nación pretende ahora la reparación a las víctimas llevando a los tribunales al ex mandatario.
Perú revive esta semana uno de los episodios más oscuros del Gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000): la esterilización forzosa o sin consentimiento de cientos de miles de mujeres y hombres de las clases más humildes. El fiscal superior de la nación pretende ahora la reparación a las víctimas llevando a los tribunales al ex mandatario.
Los cerros infinitos y humildes de Lima esconden historias oscuras. Para llegar a Puente de Piedra hay que subir escaleras interminables. La altura afecta, el polvo y la arena son una constante. Se incrustan en tus pulmones, no te dejan respirar. Casas de adobe, ladrillo desnudo e incluso cartón, componen este paisaje semilunar. Hasta que llegamos a la casa de Gloria Basilio. Es una de las 300.000 mujeres que fueron esterilizadas forzosamente durante el gobierno de Alberto Fujimori.
20 años no son nada. Las cicatrices, las venas, siguen abiertas, y más cuando no hay justicia. Gloria sonríe con su jersey rosa y falda a juego. Nos ofrece queso fresco de cabra y maíz hervido, bien regado con chicha helada. Afuera alimenta su corral, compuesto por conejos y cuis –ratones de gran tamaño que en el Perú son utilizados como mascotas o alimento-. Algún perro ladrando de fondo, sonidos que se entremezclan con la sonrisa de los niños, chavales que patean una pelota en la calle angosta del costado. Gloria llora al principio, incluso nos abraza de manera espontánea. Puedo sentir su fuerza y orgullo quechua en mi cuello, es una mujer valiente. “He estado orando durante años para que alguien llegue hasta aquí, y nos escuche”, dice entre lágrimas. Me siento. Comienza su relato.
“Hubo una campaña donde nos hicieron operaciones. Llegaron una mañana dos enfermeras y me dijeron que me operara porque tengo tres hijos y ya no podía tener más. Me explicaron, ‘con los tiempos que vienen, vamos a privatizar los colegios, hospitales, y no habrá plata’. Mis hijos no podrían estudiar, así que obligatoriamente, debía ligarme –las trompas de Falopio-. No me pagaron nada, yo les dije, ‘voy a pensar’"
“Después de dos días volvieron, me preguntaron de nuevo, ‘¿Gloria ya lo pensaste? ¿De qué trabaja tu marido? Ahora hay campaña, aprovecha, porque luego te va a costar muy caro’. Exclamaban: ‘Las mujeres en el campo aumentan como cuis, como conejos’. Mi esposo estaba de viaje y aprovecharon su ausencia...Vinieron por tercera vez, con otros argumentos: ‘Tienes que venir, sí o sí’. Como yo me sentía mal acepté. Nos pasaron a buscar a las cinco de la tarde, baño y luego nos amarraron los dos brazos, nos vendaron, sin apenas aparatos. Tenía la venda pero podía ver los serruchos. Como la sangre salpicaba, regaba a los doctores, saltaba de mi vientre, pero no podía moverme porque estaba anestesiada. Me cortaron como un chancho (cerdo)” agrega.
“Quisiera justicia, saber qué piensan de nosotras, somos personas. Tenemos derecho la vida. Estoy enferma, quistes, hemorragias... ¿Y su hija, Keiko Fujimori? ¡Es mujer! Aguanté 24 años sin ser escuchada. Nunca desde esa fecha, me hicieron caso. No recibo salud, tengo que pagar cuando voy a un hospital. Los Fujimori, Dios sí tiene justicia, espero escuchen. Hablo pero, tantas mujeres callan... Mira como vivo, en este lugar. Ahora viene el invierno, sufro de asma, bronquitis, duermo junto a mi hija. Pero ella, ella, vive como una princesa –en referencia a la senadora Keiko-. Silencio amargo, otro abrazo. Seguimos el camino.
Pero hay esperanza. La semana pasada el fiscal superior de Perú, Luis Landa, ordenó denunciar al ex presidente Alberto Fujimori ante el Poder Judicial por el caso de las esterilizaciones forzadas ocurridas durante su mandato.
Landa considera que Fujimori debe ser denunciado como autor mediato (con dominio del hecho) por la ligadura de trompas sin consentimiento previo realizada a cinco mujeres.
Las esterilizaciones forzadas se practicaron durante la ejecución del Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar 1990-2000. La Defensoría del Pueblo constata que se realizaron 272.028 operaciones de ligaduras de trompas y 22.004 vasectomías entre 1996 y 2001, casi en su totalidad a personas pobres, indígenas y de zonas rurales, pero se desconoce cuántas se llevaron a cabo mediante presuntos engaños y coacciones. De esa cantidad, 2.166 mujeres denunciaron haber sido esterilizadas sin su consentimiento o sin ser debidamente informadas del procedimiento.
“Celebramos que el Fiscal haya reconocido que estas esterilizaciones forzadas constituyen graves violaciones a los derechos humanos y como tales son imprescriptibles. Estos crímenes atroces no pueden quedar en la impunidad,” manifiesta a LA RAZÓN, Marina Navarro, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Perú.
Secuestro de niños
El puerto de Ancón es el reflejo decadente de una vieja gloria. En los años 90 era el destino de las familias adineradas pero ahora, solo flota basura en la playa, una par de jóvenes se besan en la arena, los letreros de 'se vende', cuelgan en los rascacielos de cristal. El mercado sigue estando activo, no para de llegar cargamento. Pejerreyes, atunes que una mujer desmenuza con destreza, le saca las tripas, las entrañas que arroga a un balde blanco. Llegan otras bestias marinas de tamaño superior, huele a mar, a sal.
Allí, cuando cae el sol, nos encontramos con María Elena Carbajal, sentados a la mesa mirando al mar, degustamos chicharrón, leche de tigre, papa a la huancaína, causa rellena de palta y cerveza Cuzqueña. El pollo a la brasa, el ceviche, el seco de res y el tiradito, acompañan la velada. Somos varios, una guardia pretoriana de amigos que protege a estas mujeres heridas. Un ambiente relajado que tras unos tragos de pisco propicia la conversación, el verso duro. Es como “vomitar tus fantasmas”, tus demonios. Una catarsis necesaria, pero dolorosa.
“No encontraba a mi hijo, no aparecía, toda las mamás tenían sus bebés pero no ubicaban a mi hijo. Había desaparecido. Menos mal que llegó mi abuela. Apareció horas después, estaba envuelto en un trapito muerto de hambre. Como yo no aceptaba la ligadura me presionaron para que firmase. Me esterilizaron y luego me devolvieron a mi hijo. Estaba morado, desesperado por tomar su leche. He tenido desgarros internos, varios problemas de salud” cuenta.
Fujimori, de 79 años, fue indultado en la Navidad del año pasado por el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, lo que le eximió de cumplir la totalidad de la condena de 25 años de prisión a los que había sido condenado por delitos de lesa humanidad.
El indulto, cuya validez está pendiente de una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH), iba acompañado de un derecho de gracia que otorgaba inmunidad a Fujimori frente a cualquier otro proceso.
No obstante, la Justicia peruana desestimó el derecho de gracia en el juicio que ya tenía en marcha contra el ex presidente por el caso Pativilca, una masacre de seis campesinos a manos del grupo militar encubierto Colina. Aquí en este caso, el fiscal también de forma inteligente, empieza por poco, escasos hechos y víctimas probables, pruebas irrefutables que ningún juez podría refutar –en teoría-.
Es la estrategia: tirar de un hilo, “el de Ariadna", con el que poder encontrar la salida en mitad del laberinto, la cuerda que llevará hasta la llave, enfrentar “ al Minotauro”, “la bestia bicéfala” de los Fujimori –padre e hija-. Esa clave capaz de abrir la caja de Pandora. Una cerradura forjada en acero. Pero titanes mayores han caído. Torres del Babel derribadas.
A pocos kilómetros de puerto, con la luna en alto nos adentramos en el cerro. Seguimos en Ancón, un barrio donde “los lobos” acechan en la noche. Ana María Méndez aguarda junto a su hijo. Un incendio arrasó su casa, la cual levantó en medio del lodo, su chabola emergió entre el fango; Gracias a la ayuda de los vecinos fue juntando baldosas con las que “asfaltó su entrada”, sus paredes, el tejado. Su historia no es menos tormentosa.
“Tenía siete meses. Me llevaron al hospital y me dijeron que el bebé no podía salir y que necesitaba cesárea. Me acompañó la vecina. Ahí me preguntó cuantos hijos tenía, le dije cuatro. El doctor sentenció, ya no debe de tener más. Dije que no, pero fueron a buscar a mi vecina y ella firmó. Insistí que mi vecina no podía, pero de ahí me cortaron. Salí pero no me sentía bien, era otra persona. Pasó el tiempo y mi esposo quiso tener otro hijo. Al final pensó que le engañaba, y me separé”
Las estrellas asoman en el cielo limeño, atrás quedaron las palabras de escritor Vargas Llosa, en donde definía al Perú como un extenso país cubierto de gris. Pero el sol vuelve a salir en tierras andinas. Mujeres que llevan más de 20 años exigiendo justicia, una palabra que parece reiterase en estas líneas. Y es que por fin, Gloria, María Elena y Ana, son escuchadas.
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