Reino Unido
Más allá del Brexit, los ‘tories’ dejan un legado sombrío tras 14 años en el poder
Pese a que la salida de la UE era lo que habían anhelado muchos ‘tories’ durante décadas, acabó desgarrando a la formación y fue Nigel Farage, el populista que ahora lidera Reform UK, quien se convirtió en el verdadero protagonista
Brexit. Brexit. Brexit. Fue la palabra que definió las últimas elecciones de Reino Unido en 2019. Tras años de parálisis y caos en Westminster ante un divorcio que los propios tories eran incapaces de gestionar, los británicos concedieron una victoria no vista desde los tiempos de Margaret Thatcher a un estrambótico Boris Johnson con su promesa de ejecutar la salida del Unión Europea votada tres años antes en el histórico referéndum. Para conseguir la mayoría absoluta fue clave el apoyo recibido por los distritos del Muro Rojo del norte de Inglaterra que, por primera vez desde la II Guerra Mundial, abandonaron a los laboristas. Sin embargo, ahora, ante los comicios del 4 de julio, el Brexit se ha convertido en una palabra tabú.
En el caso de las filas de Keir Starmer, quien cuenta con una ventaja de más de veinte puntos en los sondeos, es entendible. Para el líder laborista no es el momento de presumir de ideología proeuropea, ya que hay que recuperar los votos perdidos y con cualquier palabra a favor de Bruselas podría ser acusado de traidor. Pero el mutismo de los tories ante un término que hasta hace poco dominaba su diccionario no deja de sorprender tratándose de su mayor legado tras catorce años en el poder.
Con todas las encuestas vaticinando el fin de una era toca hacer balance de una formación que ha estado en Downing Street durante más de una década hasta en tres ocasiones desde la II Guerra Mundial. En los años cincuenta, transformaron un Imperio enfermo y bombardeado en un país próspero. En los ochenta, bajo la Dama de Hierro, redujeron el tamaño del estado y remodelaron la economía. Pero esta última etapa –en la que han tenido hasta cinco primeros ministros distintos– la herencia es más sombría.
El propio toryDanny Kruger, responsable del grupo de Nuevos Conservadores elegidos en el Muro Rojo los pasados comicios, lamenta que dejen al país «más triste, menos unido y menos conservador».
Pese a que el Brexit era lo que habían anhelado muchos tories durante décadas, acabó desgarrando a la formación y fue Nigel Farage, el populista que ahora lidera Reform UK, quien se convirtió en el verdadero protagonista.
Los euroescépticos vendieron el divorcio como la respuesta a todos los problemas del país. Salir de la UE transformaría las perspectivas económicas de Reino Unido haciendo a los británicos más ricos, terminaría con la burocracia comunitaria, liberaría dinero para gastarlo en la sanidad pública y restauraría el control de las fronteras. Pero nada más lejos de la realidad.
Cierto es que Reino Unido no cayó en recesión. Con todo, los nuevos acuerdos comerciales cerrados con otros países apenas representan un beneficio para el PIB, que según el análisis del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social, es entre un 2% y un 3% más bajo de lo que habría sido si Reino Unido no hubiera abandonado la UE; el equivalente a una pérdida de 850 libras por persona que aumentará a 2.300 libras esterlinas per cápita en 2035.
Por su parte, la inmigración, lejos de reducirse, ha llegado a números récord –tanto la legal como la ilegal–. Y, pese a ello, el mercado laboral británico sufre una importante falta de mano de obra por la pérdida de trabajadores procedentes del bloque que no ha podido compensar con los que han llegado procedentes de otras partes del mundo.
Pero el Brexit no es la única cuestión con la que los conservadores están profundamente en conflicto. El Gobierno ha reducido a la mitad las emisiones de carbono de Reino Unido, convirtiéndose en un líder mundial en política y tecnología verdes. Theresa May pasará a la historia como la primera ministra obligada a renunciar después de que sus propias filas rechazaran –hasta tres veces– el acuerdo de divorcio que alcanzó con Bruselas.
Sin embargo, antes de abandonar Downing Street, anunció que Reino Unido se convertiría en la primera gran economía del mundo en consagrar por ley un objetivo de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2050. No son pocos los que consideran que esta normativa –que en su momento pasó desapercibida– es el legado más importante de catorce años de gobierno conservador. Pero, en lugar de vanagloriarse de ello, el sector del ala dura no consigue vincularlo con los principios de un partido liderado en su momento por David Cameron, quien, a sus 43 años, se convirtió en el primer ministro más joven en 200 años.
Asumió el cargo en 2010 tras la crisis financiera con la promesa de restaurar el crecimiento, pero el período transcurrido desde entonces ha presentado un desempeño sombrío en comparación con el anterior a la crisis. El PIB general habría aumentado el doble si hubiera mantenido su tendencia anterior a la crisis, y los ingresos promedio, ajustados a la inflación, apenas se han movido desde 2009, el último año completo del gobierno laborista.
Dame DeAnne Julius, miembro distinguido del grupo de expertos Chatham House y ex responsable de políticas del Banco de Inglaterra, advierte que la herencia para el próximo gobierno laborista de Keir Starmer puede resultar incluso más dura que la que recibió Cameron. «Nuestras limitaciones son peores ahora, más estrictas que en 2010», dijo. Entre las razones se encuentran un sistema de planificación congelado y la crisis inmobiliaria asociada, una inversión débil, escasez de habilidades y niveles más altos de deuda pública, que se prevé que alcance el 90% del PIB en el actual año fiscal, en comparación con el 70% cuando la coalición conservadora-liberal demócrata asumió el poder hace catorce años.
Sería injusto no tener en cuenta la pandemia de Covid-19 y la actual guerra en Ucrania. Para ser justos con los conservadores no han hecho todo mal. La educación ha sido reformada radicalmente con estándares ahora más altos en varias métricas, incluidas las puntuaciones de Pisa. La delincuencia también ha disminuido drásticamente. Asimismo, los tories han demostrado su capacidad camaleónica para transformarse con cada líder.
Nada tiene que ver el partido de David Cameron, con el de Theresa May. No digamos ya el de Boris Johnson o la fugaz Liz Truss (que apenas estuvo un mes en el cargo). Y luego con Rishi Sunak, el primer inquilino de Downing Street de origen indio y religión hindú.
Con todo, tal y como aseguraba Wayne Hunt, analista de The Spectator, biblia para los tories, la sensación que dejan es de «haber carecido de una visión o misión central» habiendo pasado en su lugar por «varios cambios de dirección, sacudidas por sus facciones internas y por la atracción de las tendencias electorales». «Desde la austeridad hasta el Brexit, el partido no ha logrado encontrar ni articular una visión global de lo que hace, por lo que su paso por el poder parece más una serie de problemas a medio gestionar que un plan bien ejecutado», matiza.
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