Siria
Las fallas del superEstado
Hay pocas dudas sobre cuáles van a ser las principales preocupaciones de Vladimir Putin después de ganar su cuarto mandato: el envenenamiento del doble agente Skripal, las relaciones bilaterales con EE UU, los planes de guerra en Siria, el conflicto de Ucrania y otros asuntos de política exterior. Sin embargo, estoy seguro de que pronto se verá obligado a centrarse en los problemas económicos que tan poco le gustan. El próximo sexenio de Putin estará marcado por varios retos económicos, de los que sólo algunos son altamente predecibles. En primer lugar, mencionaré los problemas fiscales. Durante todos sus años en el poder, Putin confió en el gasto público creciente como una de las principales intenciones para «llevar a Rusia más lejos». El presupuesto creció de un mero 1.003 millones de rublos en 2000 a 16,2 billones de rublos en 2012. Pero desde entonces han sido prácticamente iguales, con todos los programas de rearme e infraestructuras que anunció desde que se dirigió a la nación el 1 de marzo, que requieren de un alto presupuesto.
Entre 2014 y 2018, el Kremlin prometió no aumentar los impuestos, estos de hecho se «ajustaron» en diez ocasiones con cerca de 20 nuevos tipos de tasas y procedimientos añadidos. El código taxativo ruso se ha alterado cada 14 días, pero aun así no se logró aumentar los ingresos de una manera significativa. Por lo que asumo que Putin dará «luz verde» a la introducción de impuestos progresivos sobre la renta, a aumentar el IVA y a eliminar muchos agujeros de impuestos. La necesidad de subir los ingresos en un 10% anual será su principal reto. En segundo lugar, la sociedad rusa está envejeciendo y Putin prometió que vivirían incluso más, pero los rusos se jubilan a los 60, las mujeres a los 55, y hay algunos grupos privilegiados (militares, policías y otros) que pueden retirarse a partir de los 45. Las pensiones del Estado mantienen un déficit anual de alrededor de 1,1 billones de rublos.
En consecuencia, Putin sólo tiene una opción: aumentar la edad de jubilación y lo hará pronto. El pronóstico del Ministerio de Economía para 2020 está basado en la suposición de que la edad de jubilación subirá y esto sin duda causará algunas tensiones, dado que los rusos están acostumbrados a la corriente actual y la mayoría rechaza abiertamente el cambio propuesto. Tercero, hay un problema creciente por la falta de inversiones. Actualmente, el Estado ruso provee más del 45% del capital, mientras que los emprendedores privados intentan fijar sus beneficios (o pérdidas), vender sus activos o trasladar su dinero a paraísos fiscales. El fundador del mayor minorista ruso, Magnit, vendió esta empresa a un banco estatal hace apenas tres semanas. Dudo de que Putin posea un plan para esto.
En cuarto lugar, una modernización de la economía es más necesaria ahora que nunca debido al aumento del aislacionismo. Los intentos anteriores se hundieron y la producción del sector militar fracasó al no producir un crecimiento económico. Todas las fuentes de desarrollo que se usaron en los 2000 –el desarrollo de la venta minorista y mayorista, las redes de telefonía móvil y los proveedores de internet, el sector financiero y de servicios– están ahora agotados desde que el mercado está saturado (por ejemplo, los rusos poseían 177 líneas de móvil por cada 100 habitantes). Se deben inventar nuevas formas de desarrollo, pero hoy no hay ninguno a primera vista.
Todos estos desafíos seguirán presentes en los próximos seis años. Si Putin logra darles respuesta, conseguirá el éxito en 2024. Pero por encima de estas cuestiones, encontramos dos problemas que el Kremlin no puede obviar. Por un lado, la economía rusa se mantiene de vender los barriles de petróleo a 60 dólares y, sin embargo, las reservas federales de Rusia se agotaron en 2017. Si el precio del barril baja por debajo de los 50 dólares, los fondos rusos tendrán graves problemas difícil de resolver si adquiere petróleo del mercado global, el cual parece cerrado para Rusia. Por otro lado, la economía mundial está entrando en su noveno año de crecimiento y una nueva crisis financiera puede explotar en 2020-2021, con una economía rusa muy frágil. Este sexenio no será un tiempo de prosperidad para Putin y los desafíos se manifestarán tanto en la política interior como en los choques externos. Nos preparamos, por lo tanto, para un par de años perdidos, pero nadie puede asegurar cómo de malos serán sus resultados globales.
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