Golpe a Wagner
El final de Prigozhin exhibe a Rusia como un estado mafioso
El Kremlin siempre acaba con toda amenaza que pueda debilitar la estructura del régimen de Putin aunque ello suponga un paso más hacia el desprestigio y el aislamiento internacional
Cuatro días después de la muerte de Yevgueni Prigozhin, la noticia sigue dando que hablar en la sociedad rusa y en los círculos de poder en Moscú. Confirmada la presencia del creador y jefe del grupo Wagner en el avión siniestrado, queda por saber cómo se llevó a cabo y quién pudo dar la orden para su ejecución a ocho mil metros de altura. Para gustos las teorías que se están publicando en los medios de comunicación rusos y extranjeros.
Una vez descubiertas las cajas negras, aún sin analizar, todo parece apuntar a una deflagración provocada que se habría producido en el tren de aterrizaje. Explosivos, sin duda, pero ¿cómo habrían llegado hasta allí? La maquinaria informativa rusa ha lanzado la hipótesis de que alguno de los muchos enemigos de Prigozhin la habrían colocado en los bajos del Embraer Legacy, propiedad del oligarca. En esa lista de potenciales ejecutores caben demasiados candidatos, desde Ucrania, como principal damnificado por la entrada en su territorio de los mercenarios de Prigozhin, a algunas potencias occidentales con intereses en el continente africano, que habrían visto reducidos sus privilegios políticos y económicos en los países donde ahora operan los miembros de Wagner.
A esa lista habría que añadir un número indeterminado de países amenazados por el aumento de actividades del grupo y su posible expansión, como Polonia o los países Bálticos. Lo contradictorio del asunto es que, sin importar quién ha llevado a cabo la operación para acabar con Prigozhin, la muerte del oligarca sólo puede perjudicar al presidente Putin, cuyas desavenencias antes y, sobre todo, después de la rebelión del 24 de junio eran ya irreconciliables. En esa dirección iban las palabras que Aleksander Lukashenko le dedicó al atentado este viernes. Según el presidente bielorruso, la sentencia de muerte sobre Prigozhin ya estaba firmada y, no en pocas ocasiones, le advirtió a quien fuese su amigo que «tuviera cuidado». La primera, al materializar ese conato de insurrección cuando marchaba de camino a Moscú. La segunda, durante una visita que le hizo el jefe de Wagner, acompañado de su lugarteniente, Dmitri Utkin, también fallecido en el siniestro del pasado miércoles, avisándoles del peligro que corrían pidiéndoles que «se cuidaran».
El presidente bielorruso dijo que le sugirió a Prigozhin que hablase con Putin y así «garantizar la seguridad total» en Bielorrusia si estaba preocupado por su seguridad. A pesar de las amenazas que se cernían sobre su amigo, Lukashenko considera que una puesta en escena tan poco profesional no puede haber sido obra del Kremlin. Con la investigación del siniestro tutelada por el gobierno de Moscú ya no importa mucho qué resultado se obtenga de la misma. Desde fuera de Rusia nadie parece tener dudas de que la sentencia de muerte al oligarca salió de Moscú, algo que ha reconocido el propio presidente norteamericano, Joe Biden.
Muchos medios han recordado que Putin declaró en su momento que no perdona la traición, como calificó la rebelión de los Wagner en un mensaje televisivo a la población el mismo día del motín, el pasado 24 de junio. Tras el acuerdo que puso fin la sublevación de los mercenarios y que incluyó su traslado a Bielorrusia, el Grupo Wagner fue despojado de su armamento pesado.
La traición es algo difícil de perdonar, sobre todo si se habla de una rebelión que hizo tambalear los cimientos de la estabilizada estructura del Kremlin. La teoría de «barrer la casa» y desprenderse de toda amenaza que pueda acabar con el sistema establecido parece tomar forma, aunque ello suponga un escalón más para alcanzar el desprestigio internacional y el aislamiento autoimpuesto hace ya más de una década y acelerado tras la campaña ucraniana en febrero del año pasado.
El Grupo Wagner queda en el arcén de la carretera que lleva al presidente, sin tener muy claro cuál será su papel a partir de ahora. Aislado institucionalmente y prácticamente desmembrado tras la muerte de Prigozhin, resulta curioso y, hasta sorprendente, el número de apoyos y seguidores con los que cuenta dentro de Rusia. Pero un grupo de mercenarios se sustenta gracias a fuentes de financiación y el Kremlin no va a gastar un solo rublo de su presupuesto a no ser que cumplan con unos requisitos mínimos.
El primero de ellos es el de pasar a formar parte de las estructuras del Ministerio de Defensa, es decir, obediencia a la estructura gubernamental y al presidente del país. Vladímir Putin firmó el viernes un decreto que obliga a los miembros de Wagner, o cualquier otra organización militar que no pertenezca al Ejército, a firmar un juramento de lealtad al Estado ruso. Sigue sin quedar claro de dónde salía el presupuesto que pagaba las nóminas de estos soldados de fortuna. El presidente Putin había declarado en junio, poco después de la insurrección de Wagner, que el Estado les había pagado la cantidad de 276.000 millones de rublos este último año, aunque el este pasado viernes el portavoz oficial del Kremlin, Dmitri Peskov afirmó que su país no había pagado nada a ninguna compañía privada de mercenarios. Las grandes cantidades de dinero en efectivo encontradas durante el registro de la residencia de Prigozhin en San Petersburgo el mes pasado fueron justificadas por éste como parte del presupuesto destinado a pagar a los soldados, dinero que fue posteriormente confiscado al tratarse de fondos salidos desde las arcas públicas.
Una parte del batallón creado por Prigozhin, el más fiel a su desaparecido ideólogo, se encuentra en Bielorrusia, bajo el auspicio de su presidente, Aleksander Lukashenko. Según lo declarado por el mandatario, no parece que vayan a salir de allí, ya que éste siempre ha visto con buenos ojos la presencia dentro de sus fronteras de un grupo de apoyo a su Ejército, curtido en operaciones a lo largo del planeta que pueda instruir a los militares bielorrusos. «Wagner está vivo y vivirá en Bielorrusia por mucho que algunos no lo quieran», afirmó el mandatario, citado por la agencia oficial bielorrusa Belta. Restó importancia a las imágenes de satélite que muestran que se ha reducido de tamaño el campamento de Wagner en la región de Moguiliov, en el este de Bielorrusia. «En unos días, todos estarán aquí, unas 10.000 personas», recalcó al señalar que actualmente algunos wagneritas «están de vacaciones». Queda por saber qué pasará con los miembros de Wagner que siguen África y despejar la duda de si seguirán participando en la guerra de Ucrania.
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