Grandes Lagos
¿Existe un atisbo de paz entre Ruanda y República Democrática del Congo?
Representantes de ambos gobiernos se han reunid en Luanda para buscar una salida al conflicto que arrasa la provincia congoleña de Kivu Norte
No puede haber paz sin confianza en el contrario. Incluso cuando llegue a firmarse un acuerdo de paz en el marco de un conflicto de cualquier tipo, si la confianza no existe, uno de los dos extremos terminará por recuperar sus fuerzas y atacar de nuevo. No hay confianza cuando existe el temor de que uno de los dos lados ataque de nuevo. Otra vez. Quizás esta sea una explicación plausible a la hora de comprender por qué están resultando tan costosas las conversaciones de paz que llevan varios días sosteniendo en Luanda (Angola) representantes de los gobiernos de República Democrática del Congo y Ruanda. O quizás no. Lo único seguro, que las conversaciones en Luanda están siendo infructuosas hasta la fecha.
El motivo de la reunión es claro: Ruanda exige a RDC que neutralice al movimiento guerrillero conocido como las Fuerzas Democráticas por la Liberación de Ruanda (FDLR), cuyas bases operacionales se encuentran en territorio congoleño; y RDC pide a cambio que Ruanda cese sus agresiones por medio del grupo armado M23, que hace más de dos años que causa estragos en la provincia oriental de Kivu Norte. Ambas naciones se sienten amenazadas, agredidas por la parte contraria. Más de treinta años ocupados por guerrillas, genocidios étnicos, amenazas de una guerra abierta, discursos belicistas y robo de materias primas han llevado a que ninguno de los dos se fíe del otro. Ninguno quiere dar el primer paso y esperar mientras a que el otro cumpla con lo convenido.
Prueba de ello son los sucesos de los últimos días. Primero, el representante ruandés en las conversaciones de Luanda, el también ministro de Exteriores, Olivier Nduhungirehe, indicó que su contraparte congoleña se negó a firmar un acuerdo que podría haber aliviado la presión del conflicto. Dicho acuerdo exigía al gobierno congoleño que tomase las medidas oportunas para eliminar a las fuerzas del FDLR, para comprometerse luego Ruanda a “levantar sus medidas de defensa”. Primero debían actuar los de Kinsasa; luego, Kigali tomaría las medidas que considerase oportunas. Pero no hay confianza. Los congoleños estudiaron el acuerdo durante varios días hasta responde de manera negativa. Therese Kayikwamba Wagner, ministra de Exteriores congoleña, afirmó este martes ante el Consejo de Seguridad de la ONU que la única forma de buscarle un sentido al acuerdo propuesto por Ruanda implicaría “que ambas partes se implementen al mismo tiempo”, igual que acusaba a los contrarios de no ofrecer “garantías ni detalles concretos” sobre su parte del acuerdo.
Tuvo que intervenir el presidente angoleño, João Lourenço, y sostener sendas conversaciones con sus homólogos ruandés y congoleño, para que finalmente fuera RDC la nación que diera el primer paso. Se ha llegado así a un acuerdo donde se asegura un compromiso para erradicar lo que queda de las FDLR y, si Dios quiere, Ruanda hará después algo en lo referente al M23. Qué hará, nadie lo sabe. Nadie lo duda tampoco. Existe un regusto de decepción en lo que se supone un tímido paso hacia la paz en la región de los Grandes Lagos. Sigue sin haber confianza y prueba de ello es el "alto el fuego" firmado el pasado cuatro de agosto entre RDC y Ruanda y que ha sido esencialmente respetado por el gobierno congoleño, sin que el M23 parezca sentirse obligado a cumplir con ello. Si el M23 no respeta un alto el fuego cuando sí que lo hace RDC, con la excusa de que ese acuerdo fue firmado por Ruanda, ¿qué garantiza que el M23 vaya a desaparecer cuando RDC elimine a las FDLR? Y si Ruanda niega su colaboración con el M23, ¿por qué siente la necesidad de firmar un alto el fuego en una guerra que aparentemente no es cosa suya?
Resulta en extremo complicado conseguir un compromiso de Kigali para que concluya su asociación con el M23 si Kigali niega que estén asociados. De la misma forma, existen en el este de República Democrática del Congo más de cien grupos armados de diverso tipo, lo que vuelve sumamente difícil eliminar de manera absoluta a un grupo armado, tanto por las dificultades logísticas del terreno como por la insuficiencia de medios de los que disponen las fuerzas armadas congoleñas, entre otras razones. Ambos exigen absolutos al contrario: la erradicación de los grupos armados mañana, si no puede ser hoy. Resultados inmediatos que, por un lado, son imposibles de conseguir a corto plazo para los congoleños (que necesitan ganar tiempo de maniobra) y que no interesan necesariamente a los ruandeses. Hay que recordar que Ruanda debe un pedazo importante de su economía a la exportación de oro y de coltán extraído de RDC mediante el contrabando y la colaboración de grupos armados, y no está del todo claro que la pacificación de Kivu Norte sea beneficioso para su economía.
Igualmente, el impacto que puedan causar el FDLR y el M23 no es comparable. El FDLR cuenta ahora con alrededor de medio millar de miembros y su capacidad operativa es prácticamente inexistente. No han ejecutado ataques significativos en la última década y sus movimientos se restringen mayoritariamente al territorio congoleño; el M23, por otro lado, cuenta con un importante arsenal que le ha permitido conquistar amplios territorio de Kivu Norte en los dos últimos años, llevando a una importante crisis de desplazados en la zona y consiguiendo aislar la ciudad de Goma. El FDLR, pese a constituir una amenaza para Ruanda, no ha ejecutado dicha amenaza en la última década. El M23 participa de forma activa a niveles muy superiores en la desestabilización del Congo.
Las reuniones en Luanda con el objetivo de desacelerar el conflicto entre RDC y Ruanda llevan años sucediéndose de forma intermitente, siempre con resultados escasos. Angola se ha posicionado como un importante intermediario entre ambas partes, siguiendo la frase que dice “soluciones africanas para problemas africanos”, pero sus éxitos en este aspecto tampoco son demasiado alentadores. No hay confianza. Ruanda exige mucho y ofrece una niebla sujeta a la interpretación. RDC está desbordado y la sombra del FDLR es la única herramienta (oxidada y en desuso) que le queda para hacer frente de manera ambigua a una nación que agrede de forma directa y desde hace treinta décadas su integridad territorial. No se fía de lo que digan los mensajeros de Kigali, y puede que con razón.
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