Reino Unido
Starmer prepara a los británicos para un presupuesto draconiano aunque asegura que "hay luz al final del túnel"
EL primer ministro advierte de las decisiones "difíciles e impopulares" que se avecinan para encauzar la economía
Consciente de su poco carisma, el "premier" Keir Starmer intenta contar alguna anécdota personal -siempre que el contexto lo permite- a fin de que el electorado lo vea más cercano. La última revelación la hizo ayer, cuando habló de su pasión por tocar la flauta cuando era un niño. Su primer viaje al extranjero fue a Malta con la Orquesta Filarmónica Juvenil de Croydon y, a día de hoy, sigue recurriendo a la música clásica en los momentos en que las “críticas no son tan buenas”. “Tengo algo de Shostakovich preparado”, bromeó ayer durante su discurso en el congreso anual que el Partido Laborista celebra en Liverpool.
Es la primera vez en quince años que la formación celebra la cita anual estando en el poder. Tras ganar las elecciones generales de julio, donde pusieron fin a una era conservadora, se suponía que el ambiente debía ser festivo. Pero nada más lejos de la realidad. Diferentes recortes ejecutados en las primeras semanas del Gobierno laborista y, ante todo, las constantes advertencias de que las cosas sólo van a ir a peor, han creado un clima de pesimismo.
Sindicatos, empresarios y las propias bases critican al Gabinete por tanto derrotismo. Por lo tanto, al igual que hizo el lunes la titular del Tesoro, Rachel Reeves, el primer ministro quiso ayer imprimir algo de optimismo, hablando no sólo las difíciles decisiones que se avecinan, sino de los beneficios que cree que se obtendrán al haberlas tomado.
“Como digo, si este camino fuera popular o fácil ya lo habríamos recorrido. Pero el riesgo de mostrarle al mundo, como hicieron los conservadores, que este país no financia sus políticas adecuadamente es un riesgo que nunca más podemos correr”, recalcó.
En definitiva, al igual que hizo Clement Attlee en 1946, Harold Wilson en 1964 y Tony Blair en 1997, todos ellos laboristas mudados a Downing Street tras una larga etapa de gobierno conservador, Starmer incidió en su discurso en que tenía que ser “honesto” ante la realidad de las arcas públicas. Siempre es más fácil acometer recortes culpando la herencia dejada por la administración anterior. Y, en este caso, el primer ministro culpa a los "tories" de haber dejado un agujero de 26 mil millones de euros.
Los Presupuestos Generales no se presentarán hasta el próximo 30 de octubre. En la cita en Liverpool, Starmer no ha querido dar muchos detalles al respecto. Aunque ayer matizó que el costo de las medidas impopulares se compartirá de manera justa. “Siempre los trataré con el respeto de la franqueza, no con la distracción de la fanfarronería”, apuntó.
En una de las secciones más reflexivas de su intervención, habló de “compensaciones”, advirtiendo que “si queremos que se haga justicia, algunas comunidades deben vivir cerca de nuevas prisiones” y “si queremos electricidad más barata, necesitamos nuevas torres de alta tensión en el terreno”.
En definitiva, los discursos de los líderes en los congresos anuales de los partidos son una oportunidad para motivar y explicar. Pero Starmer, que en su día fue fiscal general del Estado, está más especializado en lo segundo. Dicho esto, hubo algunos aplausos, aunque sus anuncios fueron modestos. Su promesa de “albergar a todos los veteranos” de guerra y garantizar que “habrá hogares para los héroes” provocó dos ovaciones de pie, un reflejo de lo vital que se ha vuelto el tema para la base de votantes de la formación.
Pero, sin duda, la parte del discurso que recibió el aplauso más entusiasta fue su denuncia de los “matones violentos y racistas” involucrados en los disturbios del pasado verano tras el apuñalamiento mortal de menores a manos de un joven, hijo de inmigrantes. “El racismo es vil”, recalcó el líder laborista, asegurando que, en democracia, las cosas se debaten, “no se solucionan con violencia”.
La cuestión de inmigración -una de las que más preocupa al electorado- es difícil de afrontar para el Gobierno, que lo primero que ha hecho es derogar la polémica ley del ejecutivo `tory´ para deportar a Ruanda a los solicitantes de asilo llegados por rutas irregulares. Con unas palabras cuidadosamente evaluadas, Starmer declaró que “las preocupaciones sobre la inmigración son legítimas” y señaló que la política del gobierno es “reducir tanto la migración neta como nuestra dependencia económica de ella”.
En un momento dado, la intervención fue interrumpida por un manifestante pro Palestina, a lo que Starmer respondió: “¡Este tipo tiene un pase para el congreso de 2019!”. En efecto, el partido nada tiene que ver ya con el movimiento de protesta que reinó con el liderazgo del radical Jeremy Corbyn, bautizado en su momento como el "Pablo Iglesias británico". Starmer ha conseguido llegar al laborismo al poder. Pero le queda ahora la difícil misión de lograr un “nuevo Reino Unido” y, ante todo, generar algo de optimismo.