Reino Unido
Liz Truss dimite tras perder la confianza de su partido en un mes agónico
El Partido Conservador elegirá a su próximo líder en unas primarias exprés el próximo 28 de octubre
Como casa de una de las democracias más antiguas del mundo, Westminster solía ser un lugar que despertaba respeto y admiración. Sin embargo, en los últimos años se ha convertido en una especie de universo paralelo, llegando incluso a lo esperpéntico, en lo que todo es posible, por inverosímil que parezca. Quedó probado con el Brexit. Y volvió a ser ratificado ayer con la dimisión de Liz Truss.
Cuando sólo llevaba 44 días en Downing Street, la mujer que apenas 24 horas antes había recalcado en la Cámara de los Comunes que era una “luchadora, no una desertora” se rendía ante la presión de sus propias filas y anunciaba su renuncia como líder del Partido Conservador, convirtiéndose así en la primera ministra más breve de la historia del Reino Unido.
Su sucesor, que será anunciado el viernes de la próxima semana tras un nuevo proceso de primarias, será el tercer inquilino del Número 10 en apenas tres meses. Una imagen completamente rocambolesca para un país en plena transición, con una reputación a nivel internacional más que cuestionada.
En una brevísima intervención ante la famosa puerta negra, Truss -que nunca pasó por el examen de las urnas- justificó que, cuando asumió el cargo el pasado 5 de septiembre, “las familias y empresas ya estaban preocupadas por cómo pagar sus facturas” por la guerra de Vladimir Putin. Matizó que se apostó por “una visión para una economía de alto crecimiento y bajos impuestos que aprovecharía las libertades del Brexit”. Pero fracasó en el intento. Y al no poder cumplir el mandato por el que fue elegida por la formación no le quedaba otra vía que presentar su renuncia. Se quedará eso sí como primera ministra hasta que se anuncie su sucesor a fin de no dejar descabezado al Ejecutivo.
Lo cierto es que el liderazgo de Truss estaba muerto desde su inicio. Nunca fue la favorita de las filas. Se coló en el último momento en las primarias tan sólo gracias al apoyo del ala dura y luego las bases -cuya postura es más radical que la de diputados- apostaron por ella pensando que sería una continuidad de Boris Johnson.
No lo era. Truss era una populista. Pero nunca tuvo don de gentes y sus habilidades comunicadoras eran inexistentes. Sus asesores explicaban estos días que cuando era titular de Exteriores se llegaban a inventar incluso muertes de familiares lejanos para evitar que tuviera que enfrentarse a los programas de entrevistas.
Y ante todo, su polémico plan fiscal con la reducción de impuestos más radical desde 1972 jamás tuvo el respaldo ni de las filas y de los mercados soberanos. La libra se desplomó obligando a Truss, desde el inicio, a dar volantazo tras volantazo para finalmente tener que renunciar a su programa prácticamente en su totalidad, con la humillación que eso conlleva.
Su posición se había vuelto insostenible en las últimas horas con la dimisión ayer de la titular de Interior. La versión oficial señaló a un error por parte de la ministra por compartir un borrador de ley con un parlamentario. Pero en realidad el desacuerdo por las políticas de inmigración fue lo que forzó su salida apenas cinco días después de la destitución del responsable del Tesoro.
Truss -que inicialmente se había rodeado solo de aliados en el Gabinete- cubrió los cargos con dos de sus mayores críticos: Jeremy Hunt como Chancellor y Grant Shapps en Interior. Pensaba así garantizar su supervivencia, aguantar aunque fuera como primer ministro fantasma, como en su día lo fue Theresa May. Pero no lo consiguió. El tabloide “Daily Start” compró una lechuga y la puso al lado de una fotografía de Truss. Planteó el reto de quién duraría más. Y ganó la lechuga.
Su salida pone en evidencia el deterioro y agotamiento de un Partido Conservador tras doce años en el poder. El núcleo duro de la derecha se había apoderado de la batuta. Y la formación ha acabado siendo devorada por su propia criatura proyectando una imagen de absoluta inestabilidad política y económica.
El reputado “The Economist” publicaba esta semana en su portada ‘Welcome to Britaly’, asegurando que tanto en el Reino Unido como en Italia reina el caso y ambos se encuentran bajo la amenaza de los mercados de deuda.
Primarias exprés
A fin de evitar paralizar de nuevo la actividad en Westminster en un momento crítico para la economía y en plena guerra en Ucrania, el Partido Conservador celebrará ahora unas primarias por la vía rápida. Los candidatos deberán contar con el respaldo de, al menos, 100 de los 357 diputados tories, según anunció ayer Graham Brady, responsable del llamado Comité 1922 que agrupa a los conservadores sin cartera.
En caso de que para el lunes solo haya un candidato, éste se convertirá automáticamente en el próximo primer ministro. Pero si hay dos -como todo apunta- entonces serán de nuevo los afiliados quienes tengan la última palabra a través de una votación on line. Boris Johnson es el gran favorito entre las bases por lo que no se descarta nada.
El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, que saca más de 33 puntos de ventaja en las encuestas, exigió ayer la convocatoria de elecciones generales. “El Partido Conservador ha demostrado que ya no tiene mandato para gobernar. Después de 12 años de fracaso conservador, el pueblo británico se merece algo mucho mejor que esta puerta giratoria del caos”, afirmó. No obstante, los comicios no están previstos hasta el 2024. En su declaración, el líder laborista resaltó que en los últimos años los conservadores “destrozaron nuestras instituciones y crearon una crisis del coste de vida” y acusó al partido en el Gobierno de haber “derruido la economía”.
Los primeros ministros más breves:
1. Liz Truss (2022) - 45 días, a los que se sumará previsiblemente en torno a una semana como jefa de Gobierno interina.
2. George Canning (1827) - 118 días
3. Frederick John Robinson (1827-28) - 143 días
4. Andrew Bonar Law (1922-23) - 211 días
5. William Cavendish (1756-57) - 225 días
6. William Petty (1782-83) - 265 días
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