Testigo Directo
Desde el Palacio de Buckingham: “Hemos perdido a una madre”
Ciudadanos británicos, de la Commonwealth o turistas se acercan hoy en peregrinación al Palacio de Buckingham para depositar unas flores y rendir un tributo al último icono global
La salida de la boca de metro de St James Park parecía hoy una peregrinación de fieles que caminaba en silencio hacia el Palacio de Buckingham para dar su último adiós a la reina Isabel II. Ciudadanos de todas las edades, razas o religiones, solos o acompañados, quisieron rendir un tributo a quién ha sido su gran referente durante las últimas siete décadas. La mayoría no ha conocido otro monarca. Algunos iban vestidos de negro y llevaban flores para dejar a las puertas de palacio. Otros miraban el balcón como si todavía esperasen que hiciera su última aparición. Todos estaban consternados por el fallecimiento de la reina más popular de Inglaterra y del mundo. El último icono global.
“Hemos perdido a una madre”, dice emocionado Ken, de 71 años, que viste una chaqueta de cuero con un pendiente en la oreja izquierda y completa su look roquero con un gorro con la Unión Jack. Ha venido desde Essex, al este de Londres, para mostrar sus respetos a la reina. Cuenta que perdió hace dos años a su madre y que la sensación que tiene hoy es la misma que tuvo entonces. “He vivido toda mi vida con la presencia inmutable de Isabel II”. A pesar de que está convencido de que Carlos III va a ser “un buen rey para nosotros”, cree que Isabel II es una monarca “irremplazable”. El secreto de su popularidad –cuenta– es que fue una mujer convencional y apasionada que amaba a su país y a sus gentes.
“Nos sentimos perdidos. Ha estado siempre a nuestro lado”, describen emocionadas dos amigas Stella y Penny, de 60 y 70 años, respectivamente, vecinas de Midlands. La noticia del fallecimiento de la reina les cogió haciendo turismo en el castillo de Windsor, donde la reina había fijado su residencia tras la pandemia. Cuentan que la gente en las tiendas de esta localidad a 40 minutos de Londres, empezó a comentar que el estado de salud de la reina era muy delicado. “Estábamos todos tristes, algunos lloraban”, dicen. “Vamos a tardar un tiempo en recuperarnos de la pérdida de nuestra reina. Es muy triste”.
Entre los británicos hay una sensación de desconcierto y sorpresa por su fallecimiento. A pesar de que la reina tenía 96 años y una salud cada vez más deteriorada, el final ha sido abrupto. El martes a penas 48 horas de su muerte tuvo dos audiencias con la nueva primera ministra, Liz Truss, y el jefe de Gobierno saliente, Boris Johnson. “Ha trabajado hasta el final. Nunca se tomó un tiempo de descanso”, dicen emocionadas Stella y Penny. “No nos lo podemos creer”, pero nos gusta pensar que está con Felipe, nos hace felices”.
¿Y qué esperan del nuevo rey? “Esperamos modernidad e innovación. Tiene una mentalidad distinta a la de la reina. Probablemente sea más espontáneo y desacomplejado, siempre lo ha sido. Quiere dar su opinión sobre los grandes asuntos. Pero está bien”. A ellas les gustaría que los británicos se pusieran al lado de Carlos, también.
Una nación en estado de shock
“Toda la nación está triste y en shock”, dice Dominic una joven londinense de 23 años que ha venido con su amiga Imagine para rendir tributo a la reina. “Era algo que podíamos esperar, tenía 96 años, pero igualmente estamos muy tristes. Hemos crecido con ella, ahora vamos a afrontar cambios extraños”. Dice que para ella va a ser difícil cambiar el “Dios salve a la reina” por “Dios salve al rey”. “Llevamos toda una vida diciendo lo mismo”. Pero Imagine cree que va a ser igual de popular que su madre. “Es su hijo, va a ser también muy querido”. Reconocen, no obstante, que entre su grupo de amigos algunos no se sienten muy interpelados por la monarquía. “Algunos no les interesa y otros simplemente no les gusta”.
La tristeza puede masticarse en The Mall la avenida que llega hasta Buckingham. Es un día en el que la vida vertiginosa de Londres parece haberse parado para poder reflexionar sobre la nación y la familia. “Es un día simbólico. Estamos consternados. A la gente le ha afectado más de lo que cree”, cuenta Kailyn, de 30 años, tras hacer la cola para depositar unas flores en honor a la reina. “Era el pilar de nuestra comunidad”, dice esta joven londinense de origen afroamericano.
Rouse llegó de Trinidad y Tobago en 1998 y ha traído a su hija pequeña con ella para rendir sus respetos. “Me siento muy cerca de ella. Mi hijo participó en las celebraciones del año del Jubileo. Es un día triste. Ha hecho mucho por este país, pero su tiempo ha llegado”.
“Es un día solemne, hemos venido para rendir un tributo a nuestra reina. Era una mujer maravillosa, la reina más longeva de Inglaterra. Un ejemplo de responsabilidad y sentido del deber. Fue una monarca devota y creyente. Una guía para nosotros”, contaba emocionado un sacerdote de una iglesia presbiteriana de Irlanda del Norte residente en el norte de Londres, quien igual que otros de sus conciudadanos se mostraba confiado de que la reina se habría reencontrado con su “amado esposo” el duque de Edimburgo.
Una madre y una hija de West Yorkshire en Inglaterra se había despertado temprano viajar hasta la capital y depositar unas flores en Buckingham donde la bandera de la Unión Jack está a media asta. “Ha sido una parte importante de nuestras vidas. Creemos que lo correcto era venir y mostrar nuestro agradecimiento. Creemos que Carlos III va a saber continuar con su gran trabajo”. Dos generaciones distintas, pero las dos unidas por su respeto a la monarquía. “Todos mis amigos coincidimos en nuestro deseo de celebrar su vida”.
Un matrimonio de Kent está seguro de que el nuevo monarca va a saber dirigir a la nación hacia el camino correcto. “Va a hacer un trabajo fantástico. Lleva preparándose durante mucho tiempo y ha tenido a su lado a la mejor maestra”.
“Estoy triste. Estoy aquí de visita, soy de Malasia”, explica Zara que reconoce que la monarca no es tan popular en su país como en Reino Unido pero sí que es una figura que concita un gran respeto y admiración. “Estamos todos compungidos”.
Muchos no querían hablar, preferían guardarse sus sentimientos para ellos mismos.
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