Londres
El día que el fuego devoró Londres
Se cumplen 350 años del gran incendio que devastó la capital británica y aniquiló su centro medieval... aunque también limpió la peste que se expandía por la ciudad
Se cumplen 350 años del gran incendio que devastó la capital británica y aniquiló su centro medieval... aunque también limpió la peste que se expandía por la ciudad.
Cuando apenas había amanecido, Thomas Farynor, panadero del rey de Inglaterra Carlos II, dio la voz de alarma: «¡Fuego! ¡Fuego!». Las llamas devoraban el que era a la vez su establecimiento y su casa. El fuerte viento del este no tardó en arrastrar la bola roja a los edificios aledaños, todos de paja y madera, seca además, por la sequía que asolaba a la ciudad. La noticia pronto llegó hasta el alcalde, Sir Thomas Bloodworth. Pero su reacción fue la de menospreciar el siniestro.
Craso error. En tan sólo cinco días, cuatro quintas partes de la vieja ciudad medieval quedaron destrozadas, incluidas sus murallas romanas. Desaparecieron 13.200 casas, 87 iglesias, 44 antiguas Casas Gremiales, la « Royal Exchange», la Casa de Aduanas, la Catedral de San Pablo, el ayuntamiento, el palacio correccional y otras prisiones, cuatro puentes sobre los ríos Támesis y Fleet y tres puertas de la ciudad. Aunque el fuego era un peligro común en las ciudades medievales, el gran incendio de 1666 ha sido uno de los peores de la historia desde el de Roma del año 64 D.C.
Generación tras generación, los niños lo han aprendido en la escuela, situando el origen preciso de las llamas en Pudding Lane. Sin embargo, coincidiendo con el 350 aniversario de los hechos, un estudio revela que la panadería estaba en realidad en la calle aledaña. En cualquier caso, el fuego comenzó en las primeras horas del domingo 2 de septiembre en la propiedad de Farynor, donde el panadero dejó combustible cerca de su horno para el día siguiente. Farynor y su familia escaparon a través de una ventana del piso superior. La sirvienta no tuvo la misma suerte y fue una de las víctimas.
Aunque el número exacto de muertos se desconoce, los documentos de entonces tan sólo se refieren a un «sólo un puñado». Sin embargo, este razonamiento ha sido desafiado considerando que las muertes de muchos vecinos pobres no fueron registradas, y que el calor pudo haber incinerado a muchas víctimas sin dejar restos reconocibles. Pese a que Pudding Lane sigue existiendo hoy en día, la verdadera ubicación de la panadería se perdió en las brumas del tiempo.
La placa conmemorativa que se colocó en el lugar en 1680, que, por cierto, culpaba a los católicos por lo sucedido, fue retirada en 1750. Más tarde, se erigió una columna dórica en la intersección de Monument Street y Fish Street, con una inscripción que indica que el incendio comenzó a 61 metros de distancia, los mismos que tiene de altura el monumento.
Cuando el académico Dorian Gerhold estaba investigando los archivos históricos de la ciudad, descubrió un mapa de 1679 donde había una nota que especificaba el origen del fuego, es decir, el lugar donde se ubicaba exactamente la panadería que hoy es la superficie de adoquines de la calle del monumento. Farynor negó durante toda su vida que hubiera sido el culpable y durante la guerra de Inglaterra con Francia y los Países Bajos, también hubo sospecha de que los enemigos extranjeros estuvieran detrás de la tragedia.
El progreso de las llamas se pudo haber detenido si no hubiera sido por la decisión del alcalde, quien se negó a ordenar el derribo de algunas casas sin el consentimiento de sus dueños. Los cubos de agua no servían y fue Carlos II, que no tardó en destituir al alcalde, quien ordenó las demoliciones de varios edificios para construir cortafuegos y mandó a sus hombres a cooperar en la extinción. Pero no era una misión sencilla: las estrechas callejuelas y casas de madera y paja eran como cerillas.
Finalmente, las llamas cesaron gracias a que los fuertes vientos del este se calmaron y también a la guarnición de la Torre de Londres que usó pólvora para crear cortafuegos. Alrededor de 100.000 personas se quedaron sin hogar y la mayoría se vio obligada a vivir en chozas temporales durante ocho años.
Los dos diaristas más famosos de la Restauración, John Evelyn y Samuel Pepys, registraron sus propias reacciones día a día. Sus diarios son las fuentes más importantes para todas las narraciones modernas del desastre: «Diez mil casas en una sola llama, el ruido y el agrietamiento y el trueno de las personas, la caída de las torres, casas e iglesias, era como una espantosa tormenta», escribió Pepys. Hubo, sin embargo, algo positivo de la catástrofe. El fuego acabó con el área infestada de la gran plaga de la peste.
Con motivo del aniversario, la capital británica celebra desde el pasado jueves varios eventos conmemorativos. Por las noches, por ejemplo, se pueden ver las llamas parpadeantes en la cúpula de la Catedral de San Pedro, aunque en esta ocasión se trata de proyecciones creadas por el artista Martin Firrell. El jardín de la Tate Modern también arde a cada atardecer por el fuego de luces creado por la compañía francesa Carabosse. La conflagración más espectacular será hoy por la noche, cuando una escultura de 37 metros que emula una calle de casas de madera del Siglo XVII sea prendida. La pieza ha sido diseñada por el artista estadounidense David Best y construida por cientos de escolares en paro y que recordará que, de las cenizas de aquellos días, resurgió la ciudad como hoy la conocemos.