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Política

Relaciones Estados Unidos-China

Cumbre del G20: Trump ve señales para un acuerdo con China

El presidente estadounidense cenará hoy con su homólogo Xi Jinping con la vista puesta en frenar la guerra de aranceles con el gigante asiático. Canadá, México y EE UU firman su nuevo tratado comercial

Foto de familia con algunos de los mandatarios que asisten a la cumbre con Pedro Sánchez, Justin Trudeau, Emmanuel Macron, Donald Trump y Shizo Abe en segunda y primera fila, ayer, en Buenos Aires larazon

El presidente estadounidense cenará hoy con su homólogo Xi Jinping con la vista puesta en frenar la guerra de aranceles con el gigante asiático. Canadá, México y EE UU firman su nuevo tratado comercial.

El recinto de Costa Salguero, en Buenos Aires, donde se celebra la cumbre del G20, se convirtió en una especie de fortaleza donde se libraba «un juego de tronos». El futuro del planeta se decidía en este encuentro, sacudido por un sismo de cuatro grados con epicentro en el sur de la capital argentina que aconteció ayer. Movimientos telúricos que no interrumpieron la sesión. Una metáfora del orden internacional, cada vez más desmembrado y desordenado.

Como siempre que le toca lidiar en ruedos internacionales, Donald Trump, el presidente norteamericano, estuvo incómodo, «haciendo amigos», aislado, pero protagonista desde el mismo momento que bajó escoltado del avión presidencial por su mujer Melania, a la que agarraba la mano de una forma forzada. Ahí comenzó una historia de desencuentros con las principales potencias del mundo presentes en la jornada inaugural.

A Trump se le vio fuera de sitio desde el principio. Esquivo y con la mirada perdida. Con sorpresas de última hora y declaraciones de guerra. De hecho, se llevó el primer berrinche tras pisar la Casa Rosada, la casa de gobierno. El líder republicano se enojó con la traducción oficial y tiró al piso el audífono con el que escuchaba las palabras de Macri. «Entendí mejor en su idioma que a través de la interpretación», se quejó.

Posteriormente, «los dos líderes reiteraron su compromiso compartido de enfrentar los desafíos regionales como Venezuela y la actividad económica depredadora china». Fue la descripción que hizo la portavoz de Trump, Sarah Huckabee Sanders, de la reunión de 45 minutos que mantuvieron ayer ambos mandatarios. De hecho, el Ministerio de Exteriores argentino quedó sorprendido por el comentario y dijo: «No creo que haya sido así. El adjetivo ‘depredador’ corre por cuenta de su comunicado». La batalla comercial que mantienen Estados Unidos y China centra los debates del G20. Se espera que en el encuentro haya algún tipo de acuerdo, especialmente después de la cena programada entre Trump y su homólogo chino Xi Jinping para hoy.

Paradójicamente, en una actitud que por momentos se tornaba bipolar, Trump decía al caer la noche que percibe «buenas señales» para resolver el pleito comercial con China. «Veremos qué ocurre», dijo. «Si podemos llegar a un acuerdo, sería bueno. Pienso que ellos lo quieren y a nosotros nos gustaría», agregaba.

En lo que va del año, Trump impuso sanciones por más de 250.000 millones a las importaciones chinas, exigiendo que Pekín ponga fin a prácticas comerciales supuestamente desleales y que revierta las políticas industriales criticadas por otras economías importantes. China respondió con sus propias tarifas de 110.000 millones en productos estadounidenses.

Otro capítulo confuso fue la firma del nuevo tratado comercial entre México, Cánada y Estados Unidos. Trump estrechó la manos de Justin Trudeau y del mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto, con desidia, sin apenas mirarlos a los ojos. En paralelo Xi Jinping está aprovechando el vacío dejado por EE UU, mostrando su lado más amable para reunir aliados entre los europeos y los países emergentes en su lucha por preservar el multilatralismo. Piensa profundizar sus relaciones con Argentina con otra ronda de casi 40 acuerdos bilaterales.

Del otro lado, los europeos tratan de recupera el orgullo perdido tras la salida de Reino Unido y de erigirse como «un imperio» capaz de plantar cara a EE UU. El francés Emmanuel Macron y la canciller Angela Merkel comandan la alianza. Allí, en la sala de Plenos donde se celebraban las reuniones, una mesa redonda donde se sentaron «los caballeros» más poderosos de mundo junto a sus estandartes, sus banderas; un ambiente tenso pero siempre dentro de los límites que marca la diplomacia. La decepción de los presentes fue el desplante de Trump hacia su colega ruso Vladimir Putin, tras cancelar una reunión por la creciente tensión en el conflicto de Crimea.

Por su parte, el presidente Macri inauguraba la cumbre con un discurso conciliador. Es el que más reuniones bilaterales celebra, hasta 17 con los principales líderes. Entre ellos el presidente español Pedro Sánchez, quien acudía a su primer G20. El mandatario argentino como anfitrión aprovechó esta cita para conseguir nuevos créditos de hasta mil millones e incluso exportaciones de carne a los EE UU y, de paso, posicionar su imagen frente a los argentinos en sus horas más bajas. Por unos días desconectará de los problemas que afligen a su país, como la inflación o la recesión, para erigirse como «el mediador» que intenta poner orden entre sus colegas.

Las autoridades aumentaron la alerta en torno a las marchas contra el G20, que comenzaron por la mañana. El hallazgo de bombas molotov en un coche por la mañana no pasó desapercibido y anticiparon que podría haber otros artefactos en las inmediaciones del evento, aunque al cierre de esta edición aún no podían determinar a qué grupo pertenecían. Seis personas fueron detenidas con el arsenal.