Elecciones en Portugal
La corrupción socialista da alas a los ultras de Chega en Portugal
Los de André Ventura podrían tener la llave de la gobernabilidad tras las elecciones legislativas del domingo
Portugal fue inmune durante años a los cantos de sirena de la derecha populista que iba ganando terreno en Europa. Pero Chega (Basta, en español) nació para poner fin a su excepcionalidad. El partido se inscribió en mayo de 2019 y en las elecciones legislativas de octubre de ese mismo año conquistó su primer escaño en la Asamblea obteniendo el 1,3% de los votos. La formación experimentaría a partir de ese momento un crecimiento exponencial que la sitúa hoy como tercera fuerza política por detrás de las dos grandes familias: el Partido Socialista (PS, progresista) y el Partido Social Demócrata (PSD, conservador). Y con opciones reales de decidir la gobernabilidad del país.
La historia de éxito lleva impresa la imagen de André Ventura (Sintra, 1983). Licenciado en Derecho por la Universidade Nova de Lisboa. Comentarista deportivo en prensa y televisión. Hincha de Benfica. Exmilitante del PSD y fundador de Chega a raíz, precisamente, de la escisión de una parte de los conservadores que se mostraban descontentos con la moderación característica de quien era entonces su líder, Rui Rio.
«Un gran número de dirigentes regionales y nacionales salieron de los dos partidos de la derecha clásica, de los democristianos del CSD y del PSD», recuerda Manuel Loff, profesor Historia Contemporánea en la Universidade do Porto. Pero Ventura construyó el partido a su imagen y semejanza, rompiendo lazos con su tradición política. Colocó los cimientos de una formación que comenzó a nutrirse de la crisis de identidad de la derecha tradicional como fuerza opositora a los socialistas y, sobre todo, del resentimiento.
¿Cuál es el caladero de votos de Chega? Loff responde: «Tiene un porcentaje de apoyo superior entre la población activa, en concreto entre las clases medias bajas, entre los sectores que tienen miedo a perder su estatus. Hablamos del pequeño funcionariado público, de pequeños empresarios. Tiene bastante más representatividad en el mundo rural que en el mundo urbano. Desde el punto de vista político, la gran mayoría son votantes de la derecha tradicional».
El historiador, que viene estudiando a la ultraderecha portuguesa desde su irrupción hace cinco años, señala que los de Ventura cuentan con «un electorado mayoritariamente masculino, las mujeres se sienten muy poco atraídas por Chega. Tiene ahora por primera vez bastante apoyo entre los jóvenes, pero poco entre los mayores pensionistas».
La gasolina de Chega también han sido los casos de corrupción que han salpicado a los dos grandes partidos. Sin ir más lejos, al Partido Socialista del primer ministro saliente, António Costa, que se vio obligado a renunciar en noviembre al saberse investigado en un caso de corrupción que implicaba a personas de su más absoluta confianza. Aquel suceso fue la génesis de la crisis política que deberá resolverse en las elecciones legislativas de este domingo, en las que los sondeos conceden a Chega una intención de voto de un 15% o 16%. Obtendría casi uno de cada cinco votos.
Empezó con un sorpresivo 21%, pero se ha ido desinflando en las últimas semanas. El marcado discurso anticorrupción no ha resultado ser tan efectivo como se esperaba. «Es curioso: durante la campaña, el tema de la corrupción no es que haya desaparecido, pero ha ido perdiendo fuelle. Por un motivo principal, porque la dimisión de Costa fue hace mucho tiempo. La distancia temporal entre el anuncio de la dimisión de Costa en noviembre y las elecciones en marzo ha difuminado el contexto», sostiene Loff.
Las llamadas al voto útil del candidato de la coalición conservadora Alianza Democrática (AD), Luís Montenegro, también han golpeado a Chega en su línea de flotación. Ventura, sin embargo, ha hecho una campaña dura sembrando dudas sobre el proceso electoral y criminalizando a los inmigrantes, especialmente a la comunidad gitana. Y pese al bajón en los sondeos asegura que los suyos salen por primera vez a ganar.
Las líneas de su programa, que retratan a Chega como un partido de matriz conservadora, ultranacionalista y liberal, recogen propuestas de línea dura en materia de política exterior como «luchar en Bruselas por un nuevo tratado europeo en la línea defendida por los países del Grupo de Visegrado» o trasladar la Embajada portuguesa en Israel a Jerusalén.
La columna vertebral ideológica, sin embargo, es difusa. «Siempre se ha discutido mucho quién es la inspiración de Chega: si Vox o la ultraderecha europea; si Vox o el bolsonarismo. Me inclino a pensar que es mucho más el bolsonarismo, y en ese sentido el tema de la corrupción está presente en Chega como estaba en las campañas de Jair Bolsonaro. Y esto es importante, porque además ellos tienen en el partido un conjunto importante de expertos electorales que vienen de Brasil», subraya Loff. Eso explica las declaraciones de Ventura del pasado miércoles en un mitin en Algarve en el que estuvo invitado el líder de Vox, Santiago Abascal, en las que dijo que, en caso de ganar las elecciones, vetará la entrada en Portugal del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.
«Si fuera primer ministro, el señor Lula da Silva permanecerá en el aeropuerto de Lisboa y no entrará aquí. Si insiste, irá a la cárcel. Pero él ya sabe lo que es esto también, no será una gran novedad para él», remató. De Pedro Sánchez dijo que solo ingresará en el país «cuando sea necesario».
Las encuestas, sin embargo, dibujan un escenario ajustado en el que Montenegro podría necesitarle para gobernar. La gran incógnita es saber cómo se comportaría Chega llegados a ese punto. Montenegro ha garantizado a lo largo de la campaña que no pactará con la extrema derecha, pero no ha excluido la posibilidad de gobernar en minoría en caso de que Ventura ofrezca su apoyo parlamentario sin condiciones. El líder de la ultraderecha, en cambio, asegura que el electorado conservador quiere que se forje un acuerdo «entre todas las derechas», y sugiere que, si Montenegro no está preparado para dar ese paso, su coalición le reemplazará por otro miembro que no tenga tantos reparos a explorar esta vía.
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