
Sahel
Corrupción, autoritarismo y violencia sin control: Los resultados de la junta militar en Níger
El país africano ha escalado cinco puestos en el Índice Global de Terrorismo, mientras su gobierno dedica 124 millones de euros a un proceso electoral inexistente

Existe una tendencia que ve a los autoritarismos como una solución válida para resolver los problemas de un Estado. Cuando las herramientas de la democracia han fracasado, la aparición de un hombre de aspecto fuerte sirve como contrapeso para los desesperados. Esto es lo que ha ocurrido en Mali, Níger y Burkina Faso. Las poblaciones locales, agotadas tras años de lucha infructuosa contra el yihadismo armado, recelosos de los métodos de neocolonización francesa, optaron (al menos en las capitales) por apoyar en masa los sucesivos golpes de Estado que secuestraron el poder en sus respectivos países. Los hombres de uniforme son ahora quienes dirigen unas juntas militares que escudan su poder en discursos panafricanistas y que culpan de sus males a Francia en particular, Europa en general.
En Níger, el general Abderramán Tchiani tomó el poder en julio de 2023. El presidente elegido democráticamente, Mohamed Bazoum, fue encarcelado, y sigue encarcelado en la capital nigerina, Niamey. Tchiani adoptó desde el primer día una postura similar a sus homólogos en Mali y Burkina Faso: la determinación marcial frente a la debilidad de los políticos, el panafricanismo popular frente a los tratos comerciales con Occidente, la cooperación militar con Moscú frente a la asociación con París. Muchos le apoyaron y muchos le apoyan aún, tanto dentro como fuera de Níger. El hecho de que el expresidente Bazoum se encontrara en proceso de renovar los mandos del ejército tras un escándalo de corrupción relacionado con ayudas económicas para equipo militar y vinculado a cargos militares, el hecho de que los mismos que dieron el golpe lo hicieron en el momento preciso en que peligraron sus cuotas de poder, quedó relegado a un segundo plano. Las evidencias de que los nuevos líderes de Níger eran tan corruptos (o más) que los anteriores parecieron un detalle insignificante.
Pero la corrupción está allí, aunque se esconda. El último ejemplo a mano se encuentra en los presupuestos del Estado de Níger para 2025. Fue en diciembre de 2024 cuando el Consejo Nacional de Transición indicó que destinaría 80.750 millones de francos CFA (123 millones de euros) para “gastos electorales” y 6.093 millones de francos CFA (928.718 euros) para la Autoridad Independiente de Gestión electoral (AIGE). Una de las principales cuentas de propaganda de la Alianza de Estados del Sahel (que engloba a Mali, Níger y Burkina Faso) llegó a indicar que “el presupuesto de 2025 aprobado por el CNT pone énfasis en la preparación de elecciones”. El presupuesto destinado a un proceso electoral y las afirmaciones de cuentas afines al régimen hacían suponer que 2025 sería el año en que el Consejo Nacional de Transición realizaría finalmente la transición democrática que prometió, después de dos años en el poder.
Sin embargo, este miércoles se conoció que Abderramán Tchiani había sido investido como presidente para los próximos cinco años, con posibilidad de renovar, y que el proceso de transición quedaría pospuesto, con suerte, hasta 2030. ¿Adónde han ido los 124 millones de euros destinados a un proceso electoral en Níger? Nadie pregunta. Nadie lo duda. La tendencia continúa.
En los presupuestos acordados para 2025, también se aumentaron las partidas destinadas a la Presidencia de la Transición (27 millones de euros), al Consejo Nacional de Transición (21.1 millones de euros) y a la oficina del primer ministro (20.66 millones de euros). Y se redujo un 14.2% el presupuesto destinado al ministerio de Defensa con respecto al ejercicio anterior. No deja de ser sorprendente que una junta militar que tomó el poder bajo el pretexto de la crisis de seguridad que atraviesa Níger optase por aumentar el presupuesto de los nuevos gobernantes, pero quisiera reducir el importe destinado a la seguridad de la nación.
Campo de cultivo para el terrorismo
Los resultados de la gobernanza del CNT no han tardado en hacerse notar. Según el informe publicado este 2025 por el Global Terrorism Index, el país africano ha escalado cinco posiciones en la lista con respecto a 2024, situándose comoel quinto país del mundo más afectado por el terrorismo. Mali (cuarta posición, una por debajo respecto al año pasado) y Burkina Faso (primera posición por segundo año consecutivo) ponen en relieve la incapacidad de las juntas militares del Sahel a la hora de hacer frente a la amenaza terrorista. En el caso de Níger, el drama es innegable. El ataque terrorista que trajo más muertes al mundo en 2024 ocurrió aquí, en la localidad de Tahoua, donde fueron asesinadas 237 personas. El quinto ataque más mortífero también ocurrió en Níger, esta vez en Tillabéri, donde fallecieron 138 personas.
El informe indica que las muertes civiles se triplicaron en 2024, igual que aumentaron las muertes de militares en los enfrentamientos contra los grupos armados que operan en el país. Añade que “la agitación política y de seguridad tras el golpe de Estado de julio de 2023 ha creado un entorno propicio para la explotación por parte de grupos militantes islámicos”, donde el partenariado militar iniciado con la llegada de instructores rusos en abril de 2024 no ha sido capaz de evitar que el JNIM (filial de Al Qaeda en la región) haya disfrutado de la oportunidad de ampliar su influencia en el país.
Detrás de las soflamas nacionalistas y de la reencarnación de los muertos (donde Thomas Sankara ocupa un lugar predilecto, aunque nadie le haya preguntado a su cadáver) se esconde un régimen militar de corte autoritario cuyos resultados en el ámbito de seguridad pueden definirse objetivamente como catastróficos. A esto tendría que añadírsele una corrupción descontrolada, donde el término “transición” ya sólo puede considerarse como una burla descarada.
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