Cooperación militar
Continúa el declive francés en África: Chad anuncia la ruptura de sus acuerdos de defensa
El gobierno chadiano busca nuevos socios que colaboren en las necesidades de seguridad a las que se enfrenta
Emmanuel Macron procuró frenarlo. Es posible que sus asesores le informaran de que detener por completo la decadencia de la política francesa en África es algo que no puede hacerse, que el mundo está cambiando y que no hay cabida para lo viejo, donde Francia (siempre tan sofisticada) es para los africanos lo viejo, el pasado que tira hacia abajo en sus sueños de desarrollo. Pero procuró frenarlo. Algo es algo. Macron lo intentó mientras se aferraba al retrato de de Gaulle y le pedía perdón. Por esto, la noticia de que Chad ha concluido sus acuerdos militares con Francia tras más de 64 años de cooperación en este ámbito era algo inevitable, aunque pudo haberse retrasado un poco más. Primero ocurrió con Mali, luego fueron Burkina Faso, Níger y Chad; uno a uno, más o menos rápido, inexorables, han ido desechando a París de vuelta a los Elíseos.
En un comunicado emitido por este jueves por el ministerio de Exteriores chadiano, se informó a la opinión nacional e internacional “de su decisión de poner fin al acuerdo de cooperación firmado con la República Francesa y revisado el 5 de septiembre de 2019”, una decisión que se dice que fue tomada “tras un análisis en profundidad”. El resto del documento es de un valor inapreciable para quienes estudien Historia en un futuro: el gobierno chadiano apunta que la decisión pretende reafirmar su plena soberanía y redefinir sus asociaciones estratégicas, aunque se compromete igualmente a respetar las condiciones del acuerdo y a cumplir con el plazo de preaviso para su término. Igualmente, asegura que “esta decisión no pone en duda de ninguna manera los vínculos de amistad entre las dos naciones. Chad sigue decidido a mantener relaciones constructivas con Francia en otras esferas del interés común, en beneficio de ambos pueblos”. Concluye con un agradecimiento y una firma.
Un punto positivo que pueden anotarse los franceses son los términos amistosos en los que se escribe la misiva. Al fin y al cabo, el embajador francés en Níger fue expulsado del país tras pasar dos meses encerrado en la embajada, y los periodistas franceses expelidos de Burkina Faso aún no han regresado. El tiempo dirá si ese tono se mantiene.
Cabe a recordar que el presidente de Chad, Mahamat Déby, ha liderado en las últimas semanas una importante ofensiva (operación Haskanita) contra el grupo terrorista Boko Haram en la región del lago Chad, al sur del país. En el marco de esta ofensiva, Déby ha podido conocer de primera mano las carencias que atraviesa su país a la hora de hacer frente a sus amenazas. Ya criticó el papel de los países integrantes de la Fuerza Multinacional Conjunta (MNJTF por sus siglas en inglés), compuesta por fuerzas de Nigeria, Benín, Camerún, Chad y Níger, al señalar la escasa participación de estos en los programas de lucha conjunta contra el terrorismo. Incluso llegó a amenazar con sacar a Chad de la MNJTF. Así, el presidente chadiano dijo que “es hora de que el ejército se centre en proteger nuestro territorio”.
Mahamat Déby se zambulle en un escenario de guerra contra el yihadismo armado, sin olvidar que otras zonas del país llevan años siendo atacadas por otros grupos rebeldes, observa carencias y desilusiones. Esta misma semana se produjo en Yamena una visita del ministro de exteriores francés, Jean-Noël Barrot, previsiblemente programada con la intención de frenar lo inevitable. Y es en este contexto crucial donde la presidencia chadiana ha decidido concluir los acuerdos de cooperación militar con Francia. Porque Mahamat Déby necesita socios que se manchen las manos. Que mueran. Necesita soldados, no necesita instructores ni modernos aparatos que, de cuando en cuando, lancen una bomba desde un avión, sino carne de cañón, soldados del fango, un acompañante para hacer frente a las variables que ofrece la oscuridad.
Es cierto que alrededor de 150 soldados franceses han muerto en suelo chadiano desde 1960. Pero ninguno ha fallecido en la presente operación Haskanita, básicamente porque no había ninguno combatiendo a ras de suelo. Rusia, por otro lado, perdió a casi un centenar de operativos en el norte de Mali durante el pasado mes de julio, en una misión que resultó en catástrofe pero que reforzó los vínculos entre la asistencia militar rusa y una población maliense que respeta y que valora a los caídos por su patria. Además, según el ministerio de Defensa galo, actualmente hay 1.000 militares franceses en Chad, una nación de 1.28 millones de kilómetros cuadrados; es decir, que hay en Chad un militar francés por cada 1.200 kilómetros cuadrados de territorio. Quizás no sea esta la densidad que desea Mahamat Déby para garantizar las cuestiones de seguridad de su país. Quizás sea que necesita a hombres que luchen, aunque sean menos. Necesita ayuda. Y Francia, ha quedado claro, no le ha prestado la ayuda necesitada.
La siguiente cuestión por considerar será quién prestará esa ayuda en un futuro. Resuena un nombre por encima del resto, Rusia, con las letras cargadas de amenazas para Europa. Ya colabora con otros gobiernos de la región (Mali, Burkina Faso, Níger, República Centroafricana) y no debe olvidarse que Déby y Vladimir Putin se reunieron en Moscú durante el pasado mes de agosto y que Sergey Lavrov visitó Yamena en junio. Rusia no tiene reparos a la hora de mandar a sus hombres a morir lejos de casa, un lujo que los países europeos ni siquiera se han permitido en el marco de la guerra de Ucrania. Rusia, en fin, se ha demostrado dispuesta a morir por África (o por sus intereses allí). Esto la convierte en una oferta tentadora que, de rebote, podría incluso reforzar las relaciones entre Chad y la Confederación de Estados del Sahel, organización creada conjuntamente por Mali, Níger y Burkina Faso para ofrecer a sus naciones una alternativa al sistema neocolonial francés.
Otros países podrían aparecer con mayor contundencia en el mapa. Por ejemplo, Hungría, que ya acordó con Déby el envío de una modesta fuerza al país africano. También Emiratos Árabes Unidos, poco dado a enviar personal militar a África pero considerado como un creciente proveedor de armas en el continente. Incluso China y Turquía han aportado instructores en el terreno en otros países africanos, cuando no combatientes de otras compañías de seguridad privadas (como es el caso turco). Pero no cabe duda de que Rusia es el nombre que trona por encima del resto. Un nombre que puede frenarse en África pero no detenerse; al menos, no por el momento. Habrá qué ver en qué termina la ofensiva rebelde en Alepo porque, al final, en un mundo globalizado, los hilos más finos y que unen los parajes más lejanos son capaces de convertirse en hierro, o de deshacerse con un soplo de viento. Depende de cuánto se esté dispuesto a arriesgar para fortalecerlos.
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