Terrorismo en el Sahel
Burkina Faso recupera desde 2022 un 29% de su territorio de manos yihadistas
Los grupos terroristas ocupaban un 60% del territorio en 2022, ahora ocupan un 31%
No todo pueden ser malas noticias en Burkina Faso. No todo pueden ser golpes de Estado, terrorismo islámico y crisis económicas y energéticas que se encadenan desde hace décadas sin que parezca que vaya a existir una solución. Tiene que haber noticias positivas, de las que dan esperanza y levantan el ánimo a quienes desean que los burkineses escapen al sufrimiento impuesto por terceros. La buena noticia del día, que quizás sea la mejor noticia del mes, es que la junta militar que gobierna el país ha anunciado que el 69% del país se encuentra bajo el control del Estado.
En 2022, apenas las estimaciones más optimistas indicaban que apenas 40% del territorio estaba en manos del Estado, mientras que el resto se encontraba dominado por los distintos grupos yihadistas que insisten en reventar el país. Los dos grandes culpables en este punto son el Estado Islámico del Gran Sáhara (EIGS) y el grupo conocido como JNIM, filial de Al Qaeda en el Sahel que también provoca estragos en Mali y Níger. Un recuento de los atentados sucedidos en los últimos dos meses demuestra incluso una disminución de los ataques, que supone otra buena noticia para el país número uno del ranking que publicó este año el Global Terrorism Index sobre naciones afectadas por el terrorismo.
Las victorias obtenidas por las fuerzas armadas burkinesas ponen además en evidencia la actuación de Francia en el país durante la Operación Barkhane (que concluyó en 2022, tras la expulsión de las tropas galas de Mali y de Burkina Faso). ¿Cómo es posible que uno de los ejércitos más potentes del mundo impidiese la expansión del terrorismo en un 60% del territorio, mientras que el ejército burkinés ha conseguido reducir notablemente la cifra en menos de dos años? Es una pregunta importante. Da que pensar. No dice nada pero lo dice todo. Otra pregunta relevante sería comprender cómo ha conseguido Burkina Faso esta mejoría con respecto a años anteriores. Y la respuesta no es sencilla.
El capitán Ibrahim Traoré, líder de la junta militar desde el golpe de Estado ocurrido en octubre de 2022, tuvo primero que cambiar el enfoque de su población hacia el conflicto. Pocos meses después de asumir el poder, declaró una “guerra abierta” (palabras que nunca se habían pronunciado de forma explícita en Burkina Faso para referirse a la lucha antiterrorista) e impuso a los ciudadanos una dura política destinada a la victoria.
Cualquier colaborador de los yihadistas, aunque se hubiera limitado a darles una botella de agua, sería tratado como uno y sentenciado como tal. Cualquier voz disidente de sus políticas fue reclutada por la fuerza. Los medios de comunicación franceses fueron censurados en el país para evitar que irrumpieran en su narrativa. Los medios de comunicación locales fueron puestos bajo su control. Se inició el reclutamiento forzoso de civiles. Incluso se registraron varias masacres ejecutadas por las fuerzas de seguridad del país, entre las que destaca la ocurrida en la localidad de Karma (abril de 2023). Más de 200 personas fueron asesinadas entonces, incluyendo mujeres y niños, como una dinámica de venganza que respondía a una derrota previa del ejército burkinés a manos de los terroristas. Al final, Traoré viene a demostrar que la guerra se gana a base de machacar y machacar y machacar y ver quién es más bruto entre los dos. Siempre ha sido así.
Traoré también quiso dar una importancia especial a las milicias burkinesas, ya existentes antes de su ascenso al poder. Dichas milicias, que llevan décadas organizándose en Burkina Faso para combatir a bandidos o terroristas, consistían en un popurrí de grupos armados de civiles sin un rumbo fijo que los guiase. Fue necesaria la creación de los Voluntarios de Defensa de la Patria (VDP), antes de que apareciera Traoré, para unificarlas en la medida de lo posible y coordinar sus acciones con el ejército. Ibrahim Traoré impulsó en 2022 un programa de alistamiento voluntario para reunir a 50.000 nuevos reclutas. Los VDP son voluntarios, al contrario que los militares, y salen más baratos al Estado; además, su proceso de formación es menor y permitió a Traoré disponer de un elevado número de efectivos en un periodo de tiempo relativamente corto. Los VDP han servido de carne de cañón para la lucha antiterrorista pero también se tratan de una de las principales razones para explicar los resultados positivos que hoy se conocen.
La búsqueda de nuevas alianzas y la compra de material militar moderno también ha sido indispensable. Salió Francia del país, entraron Rusia, China y Turquía. Rusia aportó instructores por medio del Africa Corps, ayuda militar y una nueva guardia pretoriana para el jefe de Estado. Turquía vendió a la junta militar los útiles drones Bayraktar TB2, mucho más baratos que los Predator estadounidenses pero de una gran efectividad. El gobierno anterior ya compró cinco de estos drones antes de su salida del poder pero Traoré quiso más. El pájaro silencioso, que es como lo llaman los burkineses, sobrevuela constantemente el espacio aéreo y ha sido utilizado en ocasiones para realizar operaciones conjuntas con el ejército maliense. De China han comprado vehículos blindados CS/VP14 y NORINCO VP14, morteros autopropulsados, armas varias y municiones de diversos calibres. Este material militar, comparado con el equipo (por lo general obsoleto) que los países africanos suelen recibir a través de donaciones europeas, ha sido clave.
Otra cosa será cómo van a pagarlos.
Otro aspecto fundamental ha sido la colaboración entre Estados. Mali, Níger y Burkina Faso hace años que se enfrentan al yihadismo armado, pero no fue hasta septiembre de 2023 que se creó la Alianza de Estados del Sahel. Esta organización, disidente de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), prorrusa y abiertamente antioccidental, tiene en sus bases la protección mutua de los Estados miembros y la cooperación militar. Desde sus inicios se han registrado múltiples operaciones combinadas, especialmente entre Mali y Burkina Faso. Y esto ha dificultado que los terroristas crucen las fronteras, ha reducido su movilidad y ha fortalecido (lo cual no es nada desdeñable) el espíritu de resistencia de las poblaciones afectadas.
Todavía es pronto para cantar victoria (pese a que los ataques hayan disminuido, su letalidad es similar a la de meses anteriores o incluso superior en algunos casos) pero no puede negarse que Traoré, guste más o menos, antes o después, está haciendo hoy un buen trabajo en la lucha antiterrorista. Mejor del que hizo Francia en siete años sobre el terreno. Enhorabuena a él.
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