Malestar
“¡Vete Xi Jinping!”: miles de chinos pierden el miedo a la represión del gobierno
Las muestras de indignación en el internet chino se transforman en vigilias en recuerdo de los diez muertos por un incendio en Xinjiang que estaban confinados
Manifestantes furiosos con las estrictas medidas de China contra la covid han pedido este fin de semana en Shanghái la destitución del todopoderoso líder Xi Jinpingtras enfrentarse con la policía en varias ciudades en un insólito desafío al gobierno del gigante asiático.
La policía desalojó a la fuerza a los manifestantes en Shanghái mientras pedían la renuncia de Xi y el fin del gobierno del Partido Comunista Chino, pero horas más tarde la gente volvió a manifestarse en el mismo lugar. Versiones ofrecidas en las redes sociales indicaron que las protestas también se extendieron a al menos otras siete ciudades, incluida Pekín, y docenas de campus universitarios.
Ni la vigilancia omnipresente, ni la férrea gestión policial de internet, ni el sistema de “población controlada” para dominar a los súbditos del partido comunista que se consideran propensos al activismo, han frenado la furia de los trabajadores. Todo comenzó en la mayor fábrica de Apple del mundo, en la ciudad de Zhengzhou, provincia de Henan. Inusitadas escenas de disidencia abierta marcaron una escalada de disturbios en la “ciudad del IPhone”, lo que simboliza un peligroso aumento de la frustración por las durísimas normas de Covid del país, así como por la inadecuada gestión de la situación por parte del mayor fabricante por contrato del mundo.
Las protestas se han extendido este fin de semana por varias ciudades del país después de que diez personas muriesen en el incendio de una zona confinada, donde algunos aseguran que los efectivos de emergencias no pudieron acceder a tiempo por las restricciones sanitarias. Aunque las autoridades chinas se han apresurado a negarlo, se han registrado protestas durante el sábado y la madrugada del domingo. En Shanghái, cientos de estudiantes universitarios han encendido velas para llorar a los fallecidos y han levantado hojas de papel en blanco, un símbolo usual en las protestas contra la censura.
También en la ciudad oriental de Nanjing se han concentrado decenas de estudiantes de la Universidad de Comunicación para conmemorar a los fallecidos sosteniendo hojas en blanco. En los vídeos, traduce la cadena norteamericana, un funcionario amenaza: “Pagarán por lo que han hecho hoy”.
La cadena estadounidense CNN recoge imágenes en las que se puede escuchar a grupos de estudiantes coreando consignas como “¡Renuncia, Xi Jinping! ¡Retírate, Partido Comunista!”. “¡No quiero la prueba de Covid, quiero libertad!” y “¡no quiero dictadura, quiero democracia!”, han añadido.
El foco de las protestas
La emblemática planta de Zhengzhou, con unos 200.000 trabajadores, es la responsable de ensamblar alrededor del 70% de los teléfonos que vende Apple. En octubre, un aumento de los casos de coronavirus en la región obligó al fabricante a confinar la megaplanta de smartphones, tratando de mantener a la plantilla en sus instalaciones. Muchos huyeron despavoridos y volvieron a pie a sus casas, algunos caminando más de diez horas, para escapar de la represión por el bloqueo previsto en tales circunstancias.
Foxconn contrató entonces a nuevos empleados, con la promesa de generosas bonificaciones. El anuncio de la mega contratación implicó hasta 100.000 personas. El objetivo era satisfacer la demanda y los envíos del iPhone 14 antes de la temporada clave de compras de Navidad y fin de año. Al parecer, para evitar riesgos de contagio, a los recién llegados se les aseguró un alojamiento y un empleo con salarios más altos y primas, diferentes a las de la plantilla que ya ejercía en la planta. Las conclusiones habrían dado una respuesta diferente, desencadenando las protestas.
Desde que el proveedor de Apple Inc. impuso el llamado sistema de bucle cerrado a finales de octubre, se disparó el descontento por las estrictas normas de cuarentena, la incapacidad de la empresa para acabar con los brotes y las malas condiciones, incluida la escasez de alimentos.
El miércoles, la situación estalló como un polvorín, en una rebelión considerada la más importante desde la sonada huelga de 1.900 trabajadores de la planta de transmisiones de Honda Motors en China, que paralizó la producción en 2010. En esta ocasión, vídeos amateurs difundidos en redes sociales mostraron violentos disturbios, con cientos de trabajadores furiosos con las condiciones laborales marchando contra una policía ataviada con equipo antidisturbios y personas con trajes ignífugos.
Esa misma noche, imágenes en directo mostraron una escalada de la revuelta, en las que se podía ver a empleados coreando “¡Defendamos nuestros derechos! mientras se enfrentaban a porrazos a las fuerzas de seguridad. “Foxconn nunca trata a los humanos como humanos”, lamentó un afectado. Otras imágenes mostraban el despliegue de gases lacrimógenos y a los disidentes derribando las barreras de cuarentena.
Algunos se habían quejado de que durante su encierro se veían obligados a compartir dormitorios con compañeros que habían dado positivo en la prueba de COVID-19 o estaban descontentos con las restricciones impuestas en la fábrica, como el cierre de la cafetería y la escasez de suministros.
Los problemas de la plantilla al frente podrían provocar un descenso de la producción del iPhone de hasta un 30%. Foxconn ha intentado mitigar la escasez de suministro ofreciendo primas y aumentando la producción en otra fábrica de Shenzhen, pero los trabajadores han acusado a la empresa de no cumplir los acuerdos contractuales.
En un principio Foxconn aseguró que había cumplido con sus contratos de pago y que los informes sobre personal infectado viviendo en el campus eran “falsos”. “En cuanto a cualquier tipo de violencia, la empresa seguirá comunicándose con los empleados y el gobierno para evitar que se repitan incidentes similares”, añadió la compañía. Más tarde pidió disculpas aduciendo un error administrativo y ofreciendo un incentivo de 10.000 yuanes (unos 1.342 euros) al personal que decidiera marcharse.
Los chinos cada vez protestan más
En este contexto, se podría pensar que las protestas en China son poco comunes. Sin embargo, una nueva iniciativa de Freedom House, denominada China Dissent Monitor (CDM), ha revelado que la sociedad china desafía con frecuencia a los gobernantes, tanto de forma colectiva como individual. El CDM documentó 668 incidentes de protesta y otras formas de disidencia en todo China continental entre junio y septiembre de 2022. De ellos, el 77% fueron manifestaciones, marchas y obstrucción de carreteras. Asimismo, corrobora muchas otras manifestaciones, como ocupaciones, huelgas, pancartas o graffitis de protesta, y una notable disidencia en internet.
Los temas que con más frecuencia impulsaron a la ciudadanía fueron el estancamiento de la vivienda, el fraude, las violaciones de los derechos laborales, las políticas de COVID-19, la corrupción y los derechos sobre la tierra. Sin embargo, aunque los ciudadanos no suelen desafiar al sistema político directamente, las autoridades tratan sus acciones como una amenaza. Por eso Xi ha puesto tanto énfasis en asfixiar el espacio cívico y asegurar la sociedad: el objetivo es reducir la capacidad de movilización de los ciudadanos.
Aunque el gobierno hace lo posible para impedir que los manifestantes se conecten, la gente consigue formar movimientos descentralizados que aumentan el impacto de su disidencia. Como ejemplo, un movimiento en Henan que incluyó a clientes de bancos de al menos otras cinco provincias, protestando contra las sedes financieras de la provincia que congelaron sus jubilaciones. La información internacional se centró en una gran manifestación en julio, pero el CDM registró 16 eventos separados relacionados con este movimiento desde junio.
Mientras tanto, en el gigante asiático, los casos siguen aumentando. Hasta el 22 de noviembre, el país informó de 29.157 nuevas infecciones, de las cuales 2.719 eran sintomáticas y 26.438 asintomáticas. Unos números que ahora resultan irrisorios para la gran mayoría de las naciones del mundo. No para la República Popular China, que ha optado por adoptar una estrategia de contención diferente.
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