Visita de Estado
Putin y Kim firman un acuerdo histórico que prevé asistencia militar mutua para hacer frente común contra Occidente
El pacto abre la puerta a una profundización de la cooperación técnico-militar entre las dos naciones, que cuentan con capacidades nucleares y de misiles balísticos intercontinentales
Ante el cerco de sanciones y presiones de Occidente, el presidente ruso Vladimir Putin y el norcoreano Kim Jong-un rubricaron el miércoles un pacto estratégico global que prevé la asistencia militar recíproca en caso de agresión, elevando así sus vínculos a una nueva dimensión. En una reunión histórica en Piongyang, la capital norcoreana, los mandatarios lanzaron un sonoro reto al orden mundial liderado por Washington y sus aliados por su «política hegemónica e imperialista», al tiempo que Kim, como anfitrión, aireó su «apoyo incondicional» a Moscú en su guerra en Ucrania.
Este tratado refleja la creciente convergencia de intereses entre las dos potencias, que en las últimas décadas han desafiado abiertamente el orden mundial liderado por Occidente. Ante el aislamiento impuesto por sanciones internacionales y la presión ejercida por Estados Unidos, parecen haber encontrado en esta alianza una oportunidad para fortalecer su posición en la compleja trama geopolítica de Asia Oriental.
El «documento innovador» sustituye a los pactos previos de 1961 y 2000, y prevé la asistencia mutua en caso de agresión contra cualquiera de los dos países, convirtiéndose en un claro mensaje al posible uso por parte de Ucrania de armas y cazas de la OTAN para atacar a Rusia. Más allá de este componente de seguridad, abre la puerta a una profundización de la cooperación técnico-militar entre las dos naciones, que cuentan con capacidades nucleares y de misiles balísticos intercontinentales. De hecho, Putin no descartó esta posibilidad, y además solicitó una «revisión» de las sanciones de la ONU contra Corea del Norte por su programa armamentístico.
Repudiado por los occidentales a raíz de su invasión ucraniana, Putin trata de encontrar aliados con los que pueda compartir su postura antioccidental, entre ellos China o Irán. Su regreso al «Reino Ermitaño» se produce cuando está inmerso en el conflicto terrestre más mortífero de Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Con todo, este viaje ha sido catalogado por el Kremlin como una «visita de Estado amistosa», pero el trasfondo del mismo revela una entente en expansión que genera gran inquietud.
El líder supremo norcoreano recibió a Putin con ceremonia militar y alfombra roja en Piongyang, y en la inauguración de su cumbre bilateral, saludó el advenimiento de una «nueva era» en las relaciones con Moscú. Al mismo tiempo Putin agradeció al anfitrión su «apoyo sistemático y constante a la política rusa, así como a la cuestión de Ucrania».
«Este encuentro atestigua la invencibilidad y durabilidad de la amistad entre ambos países», informó la agencia de noticias estatal KCNA el miércoles. «La relación se ha convertido en una sólida fortaleza estratégica para mantener la justicia, la paz y la seguridad internacionales, así como en un motor para acelerar la construcción de un nuevo mundo multipolar», añadió.
El renovado entendimiento entre las potencias nucleares, jalonado por los sucesivos encuentros entre sus dirigentes desde septiembre, está adquiriendo una dimensión estratégica cuyas repercusiones se dejarán sentir tanto en Europa del Este, en el frente ucraniano, como en el noreste asiático, en un momento de crecientes tensiones en la región.
El propósito de la misión de Putin se hizo patente en un artículo escrito por él mismo y publicado el martes en la portada del Rodong Sinmun, el diario oficial norcoreano de mayor difusión. Su mensaje clave fue inequívoco: ambas naciones tienen la intención de reforzar la unidad y forjar una cooperación integral contra el «orden basado en normas», que, según denunció, «no es más que una dictadura neocolonial global basada en un doble rasero». Asimismo, destacó que están «dispuestos a colaborar estrechamente para aportar más democracia y estabilidad a las relaciones internacionales». «Para ello, desarrollaremos mecanismos alternativos de comercio y acuerdos mutuos no controlados por Occidente, nos opondremos a las restricciones unilaterales ilegítimas y daremos forma a la arquitectura de seguridad igualitaria e indivisible en Eurasia», subrayó.
Washington y sus aliados sostienen que Piongyang, de la que se cree que posee un gran arsenal de proyectiles de artillería y cohetes obsoletos compatibles con los sistemas de armamento soviéticos y rusos, ha estado enviando a Rusia municiones para utilizarlas contra Ucrania. Al parecer, ha enviado al menos 10.000 contenedores de transporte a Rusia, que podrían contener hasta 4,8 millones de los tipos de proyectiles de artillería que Putin ha utilizado, según declaró la semana pasada a Bloomberg el ministro de Defensa surcoreano.
Putin necesita urgentemente este suministro de armamento y municiones para compensar el déficit mensual de 50.000 cartuchos que enfrenta en su cruenta guerra en Ucrania, incluso a pesar de que estuviera produciendo a máxima capacidad.
Pero la cooperación bilateral va más allá de dicha supuesta entrega de armas, ya que, según fuentes de inteligencia, Kim aspira a obtener a cambio tecnología avanzada en áreas clave como telemetría, submarinos nucleares, satélites militares y misiles balísticos intercontinentales (ICBM). Asimismo, abarca la asistencia económica bilateral, incluido un proyecto para la explotación conjunta de tierras raras –metales estratégicos utilizados en la fabricación de productos de alta tecnología, incluido armamento–, ya que los yacimientos norcoreanos figuran entre los más abundantes del mundo. Sin embargo, estas acciones violan las resoluciones de las Naciones Unidas (ONU).
Cabe destacar que la península coreana se encuentra en un momento de tensión sin precedentes en los últimos años. El ritmo de las pruebas de armamento de Piongyang y los ejercicios militares combinados de Estados Unidos, Corea del Sur y Japón se han intensificado, propagando un ciclo peligroso de represalias.
Los vecinos se han embarcado en una guerra psicológica propia de la Guerra Fría. El Norte lanza toneladas de propaganda y basura a través de globos, mientras que el Sur emite mensajes anti-norcoreanos por sus sistemas de altavoces fronterizos. Analistas políticos advierten que la situación actual es sumamente delicada y requiere una diplomacia cuidadosa de todas las partes involucradas para evitar un posible conflicto militar a gran escala.
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