Catástrofe natural
Ascienden a 8.000 los muertos en Libia por el ciclón "Daniel"
Dos presas derribadas por la fuerza del río Derna han arrasado la localidad de mismo nombre
Hace falta imaginar las olas que arrastran a uno en la playa, atrapándolo a traición y convirtiendo el cuerpo humano en un muñeco de trapo. Inútil. Desvalido. Y sumarle a esa desagradable memoria toneladas de escombros, vigas de madera cuyas astillas atraviesan como si fuera mantequilla la carne de los muslos, manos que se aferran desesperadas a uno y le hunden consigo, vehículos arrastrados por el agua y una sensación de eternidad que no concluye al romper la ola en la orilla, sino que sigue, sigue, sigue, sigue. Hace falta un ejercicio macabro de la imaginación para percibir, aunque sólo sea durante el siguiente escupitajo de párrafos, cómo debió sentirse el veneno de ruinas y barro que acabó con la vida de al menos 8.000 libios residentes de la localidad de Derna.
El ciclón “Daniel” volcó su furia sobre la tierra y derribó las dos presas que refrenaban las aguas del río que da nombre a la localidad. Sobre las dos y media de la madrugada, sus habitantes escucharon un enorme estrépito cuya melodía fatal apenas tardó media hora en devorar las calles. Y las autoridades temen que la cifra “se doble” ante los miles de desaparecidos, en torno a 10.000, que se escabulleron con el río en poco más de treinta minutos.
Una zona de difícil acceso
Casas, mascotas, personas y sueños fueron bruscamente arrastrados a las orillas del Mediterráneo en un país ya asolado por la guerra perpetua que siguió a la muerte de Gadafi. Mientras el Gobierno de Marruecos se permite rechazar, nadie sabe muy bien por qué, la ayuda ofrecida por decenas de países tras el terremoto del 9 de septiembre, en Libia piden una ayuda que no llega. La difícil situación de la nación norteafricana, sumida en la violencia y con los accesos a Derna arrasados por el temporal, ha provocado que todavía no haya llegado la necesitada ayuda. Dos días hace que los cuerpos flotan en el agua. Se hinchan, empalidecen. El único medio de comunicación presente en el interior de la ciudad, Derna Zoom, asegura que ningún equipo de rescate ha conseguido entrar en la ciudad hasta la fecha, pese a que el portavoz de las autoridades al este de Libia ha informado de que se han recuperado 3.200 cadáveres en la región.
Este periodista ha conseguido contactar con una mujer, una vieja amiga de viajes pasados que casualmente nació en esta ciudad pese a no encontrarse en ella desde hace años, pero no se trasladará al artículo la conversación sostenida por teléfono. Cinco de sus familiares han muerto por el momento, puede que más, todavía no lo sabe. Es demasiado dolor. Demasiado caos en el momento de la riada. Demasiadas lágrimas escuchadas al otro lado del aparato como para que el dolor de esta persona tenga el suficiente valor periodístico como para pasar su llanto por alto.
La zona afectada por el temporal se incluye dentro de los territorios del Ejército Nacional Libio (LNA), una facción protagonista del conflicto apoyada por Francia, Rusia, Egipto y Emiratos Árabes Unidos. Liderados por el mariscal Khalifa Haftar, hace más de un lustro que se enfrentan al Gobierno sudanés sostenido por Naciones Unidas y apoyado por Marruecos, Italia y Estados Unidos, entre otros. Libia es un escenario complicado. Las alianzas de la comunidad internacional pegan aquí un vuelco y los intereses se amontonan, como se amontonan hoy los escombros en Derna. De una forma similar a como ocurrió en Siria tras el terremoto del 6 de febrero, una catástrofe de la naturaleza se reúne en nuestro tiempo con el estrepitoso fracaso de la humanidad, dando forma a un nuevo horror.
La falta de ayuda oficial ha llevado a que centenares de dueños de vehículos particulares se hayan trasladado hasta las zonas más afectadas por “Daniel”, siempre con la intención de prestar toda la ayuda posible a las víctimas. En un Estado sin Gobierno, sólo queda el pueblo. La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) anunció este miércoles que 30.000 personas se han visto desplazadas de sus hogares, sólo en la localidad de Derna. Pasarán meses hasta que se conciba la totalidad de la desgracia.
Algunas voces empiezan a calificar lo sucedido como “el 11-S de Libia”, con el detalle de que las víctimas aquí cuadriplican a las ocurridas durante los ataques a las Torres Gemelas en el mismo día de 2001. Un reportero local trasladó a la BBC que Derna vive hoy una suerte de “Día del Juicio Final” (doomsday en inglés) y las imágenes satelitales dan cuenta del resultado de las inundaciones. Toda la ciudad está contaminada del color del barro, con un tercio de sus edificios todavía bajo el agua. El ministro de Aviación Civil, Hichem Chkiouat, declaró tras visitar Derna que “no exagero si digo que un 25% de la ciudad ha desaparecido”. Se trata en definitiva de la riada más letal en la Historia registrada del norte de África.
Científicos culpan lo sucedido al cambio climático y a la subida de las temperaturas de los océanos, hechos que habrían provocado el temporal, pero fallan, o al menos en parte. La culpa de tanta muerte la tienen más de 20 años de conflicto ininterrumpido y que ha llevado a una dejadez en el mantenimiento de la infraestructura necesaria para frenar las corrientes del río y evitar que ocurran catástrofes como la sucedida. Sólo faltaría añadir una frase común entre muchos comentaristas africanos, que “esto no habría sucedido si no hubieran asesinado a Gadafi hace veinte años”. Las consecuencias de nuestros actos no dejan de llegar.
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