Tribuna
La Revolución cubana se apaga
Los apagones y cortes eléctricos son un síntoma más de desmoronamiento de un régimen se tiene que emplear a fondo para contener un descontento social
La biología siempre juega en contra las dictaduras. Éstas sufren un vacío inmenso cuando el tirano fallece. Pero ese agujero se torna inabarcable cuando lo que desaparece es la generación que presenció la excepcionalidad del líder. En los funerales del dictador se desata un extraño proceso de ósmosis retardado. Quienes en vida de aquel apenas eran unos humildes subalternos, se convierten de pronto en portadores de un legado que ahora se comprometen a transmitir sin alterarlo. Son los líderes históricos. Y su sola presencia sirve para prolongar sin apenas cambios las estructuras del poder.
En Cuba, junto con Fidel Castro, un nutrido grupo de jóvenes encabezados por su hermano Raúl hicieron la Revolución. Algunos participaron en el asalto al Cuartel Moncada; otros más, lucharon en la Sierra Maestra; pero, todos, tuvieron un papel relevante en la consolidación de un proyecto que cumple 65 años. Entre ellos, había veteranos de las expediciones cubanas en todo el continente americano; en Angola, en Etiopía, en Mozambique; y también los responsables de la puesta apunto del implacable aparato represivo que convirtió a Cuba en un estado policial. Hoy aquellos jóvenes son generales, rondan los noventa años y están al mando de las Fuerzas Armadas Revolucionarios (FAR). O estaban. Porque durante los últimos meses se ha producido una auténtica oleada de muertes entre estos líderes históricos. Desde septiembre, cinco militares con rango de general --entre ellos Ramón Espinosa, viceministro primero delas FAR-- han fallecido en Cuba. Se suman a la decena de muertes entre altos mandos del ejército que siguieron a las movilizaciones del 11-J en 2021. Y han disparado los rumores en torno al delicado estado de salud de Raúl Castro que, con 93 años, un cáncer de esófago y de recto y un serio historial médico causado por una cirrosis hepática, espera la llegada del “hecho biológico”. Es cierto que en 2018 el VIII Congreso del Partido Comunista cubano designó a Miguel Díaz-Canel primer secretario del Partido Comunista. Desde entonces ocupa la Presidencia de la República de Cuba, pero esa operación fue desde el principio un ejemplo de libro de gatopardismo. El supuesto aperturismo nunca se produjo. Los Castro continúan rigiendo los destinos del país. Porque en la Isla, el poder no está en el Partido, sino en los cuarteles que controlan el 80% de la actividad económica del país y desde el Ministerio del Interior, que maneja una maquinaria de inteligencia y control social implacable.
Cuando Raúl renunció a los cargos orgánicos de la nomenclatura algunos lo interpretaron como un paso atrás, pero no renunciaba a nada. Porque el Estado cubano ya no valía nada. Y mientras fingía dejar el poder se aseguraba de que las decisiones importantes quedaban bajo el control de la familia Castro.
Pero el plan urdido por Raúl Castro ha tenido serios contratiempos. Tras abandonar sus cargos en 2018, Raúl puso al mando de las instituciones más importantes del país a dos generales de su total confianza. El general Álvaro López Miera fue nombrado ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y su ex yerno Luis Alberto López-Calleja pasó a dirigir GAESA, un conglomerado militar de empresas que abarca sectores tan dispares como el turismo, la inversión extranjera, las telecomunicaciones y la industria militar. Con 80 años López Miera continúa al frente de las FAR, pero López-Calleja murió repentinamente en julio de 2022 abriendo una guerra soterrada en el seno de GAESA, que muestra desde dónde se manda en la Isla.
Por otro lado, Raúl logró que su hijo Alejandro Castro Espín se mantuviera al mandinteligencia y vigilancia o del aparato de hasta que estalló el conocido como Síndrome de La Habana. Desde entonces, el hijo de Raúl ha mantenido un perfil discreto y no apareció en público hasta la manifestación de apoyo a Hamás de la semana pasada. Cuba agoniza. La situación económica es insostenible. Los apagones y cortes eléctricos son un síntoma más de desmoronamiento de un régimen se tiene que emplear a fondo para contener un descontento social. La Isla se vacía. Desde2022, más de 850.000 cubanos han huido del país.
Ante un estado fallido la oligarquía cubana necesita la supervivencia formal del Estado. Porque sin Estado los Castro no puede servir a esa alianza antioccidental con Rusia, Irán o China. Pero desde hace mucho tiempo es un cascarón vacío subsidiado desde fuera, un trampantojo para esconder una intensa actividad criminal. Pero la Revolución cubana se apaga y ya no sirve ni para dar cobertura ala intensa actividad criminal. Los nuevos Castro se preparan a mandar en Cuba, pero no tendrán ni careta.
*Matías Jove es director ejecutivo de la Asociación Española Cuba en Transición
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