París
La extrema izquierda revienta las protestas del 1 de mayo en París
Los disturbios se saldan con graves destrozos y la detención de 200 encapuchados.
Los disturbios se saldan con graves destrozos y la detención de 200 encapuchados.
Ayer fue un mal día para los sindicatos franceses. Este 1 de mayo tras el primer año de Emmanuel Macron como presidente debía ser un momento para que sus reivindicaciones y su descontento ante las políticas gubernamentales ocuparan el espacio mediático. Sin embargo, no fue así. El tema que ocupó radios, televisiones y webs y domina hoy las portadas de los periódicos gira monótonamente en torno a las escenas de guerrilla urbana vividas en las calles de París.
En toda Francia desfilaron 210.000 personas. En la capital fueron unas 34.500 las que recorrieron las calles en dos cortejos distintos, según explicó el prefecto de París, Michel Delpuech. Uno de 20.000 personas que desfiló tranquilamente, y otro distinto de 14.500 «entre los que se deslizaron al menos 1.200 'black-blocs'». Estos hombres, vestidos en su mayoría de negro y con el rostro cubierto, marcaron desde el principio la tonalidad de su acción. En las pancartas que portaban se leía «riesgo de desorden en el orden público», «estamos con una ira negra» o «esta vez nos hemos organizado».
La presencia de elementos violentos no había pillado desprevenida a las autoridades. La prefectura de Policía había afirmado que existía un riesgo de desbordamientos a manos de «grupos extremistas» que pretendían hacer del 1 de mayo «una cita revolucionaria» y para ello contaban «atacar con violencia a las fuerzas del orden y los símbolos del capitalismo». En las redes sociales, el llamado Mili (Movimiento Inter Luchas Independiente) había lanzado una llamada para que Macron «y los suyos» vivieran ayer «una jornada en el infierno», y la Policía había programado un despliegue de fuerzas consecuente.
Poco después de que comenzaran los desfiles, los «Black-Blocs», procedentes de movimientos anarquistas y anticapitalistas, un grupo de 1.200 encapuchados se pusieron al frente bloqueando la marcha mientras degradaban a su paso, con piedras y cócteles molotov, varios comercios, el mobiliario urbano, cubos de basura y automóviles. La Policía respondió con gases lacrimógenos y cañones de agua.
El ministro del Interior, Gérard Colomb anunció por la noche que habían sido detenidas «200 personas que serán perseguidas por la Justicia». «No podemos aceptar que un grupo de personas haga llamadas a la violencia», insistió el titular de Interior, quien aseguró que los panfletos que habían visto eran «de una violencia extrema, se ven a policías rodeados de llamas»
Pero las críticas llovían ayer sobre la acción del Gobierno. La oposición le acusó de no haber hecho lo necesario sabiendo que existía el riesgo de violencia. La derecha y la extrema derecha acusaron al Ejecutivo de pasividad. Marine Le Pen afirmó que esas milicias de extrema izquierda «deberían estar disueltas desde hace mucho tiempo». Según la líder del Frente Nacional, «el problema es que el poder de izquierdas muestra ante ellas mansedumbre y ahora se puede casi decir complicidad». En unas declaraciones a la Prensa, Le Pen aseguró que estos grupos de «black-blocs» «saben que están protegidos por los movimientos de izquierda y nunca se hará nada contra ellos», e insistió en que esta situación «inadmisible» es responsabilidad del poder. El líder conservador, Laurent Wauquiez, reclamaba en su cuenta de Twitter «urgencia para restablecer la autoridad» del Estado.
A pesar de la tensión social que se percibe en el país contra las múltiples reformas que lleva a cabo el Ejecutivo, los sindicatos no lograron ponerse de acuerdo para hacer una llamada unitaria para el 1 de mayo. No hubo «convergencia de luchas», como pedía Philippe Martinez, el líder de la Confederación General de Trabajadores (CGT), que no podía creer ayer que no pusieran de lado sus diferencias. Para Laurent Berger, líder de la CFDT, el sindicato mayoritario, el modo de acción de Martínez y los suyos «no permite obtener nunca resultados concretos para los trabajadores». De ahí que Macron con un ojo puesto en lo que pasa en Francia, no dudó en programar un viaje oficial a Australia.
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