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América Latina

Lo que podemos esperar del Brasil de Lula da Silva

El nuevo presidente deberá unir a a la polarizada sociedad brasileña y frenar la deforestación de la Amazonía

Lula da Silva, presidente de Brasil por tercera vez Eraldo PeresAP

Elegido el 30 de octubre con el 50,9% de los votos,Lula sucede a Jair Bolsonaro. Vuelve a ser presidente de Brasil, por tercera vez, doce años después de dejar el cargo. Cuando ganó por primera vez en 2003, la economía mundial despegaba y el Estado brasileño se consolidaba. Incluso cuando los europeos se veían afectados por una grave crisis económica, el Brasil de Lula podía considerarse un modelo de desarrollo democrático y económico en América Latina y en el mundo.

Hoy, la situación parece muy distinta. El país está debilitado y dividido y la imagen de primera potencia regional del mundo se ha invertido. La mala gestión (o falta de ella) de los asuntos del país por parte del Gobierno de Bolsonaro ha empeorado la situación de Brasil en el contexto de una epidemia de Covid descontrolada, pero también de un desmantelamiento de las instituciones y servicios públicos debido a un desvío masivo del presupuesto. Los retos a los que se enfrenta el tercer gobierno de Lula son de gran envergadura, tanto en lo que se refiere a la política interior como en la escena regional y mundial.

En el ámbito interno, el nuevo gobierno tendrá que trabajar duro contrala división política que divide a Brasil entre la (extrema) derecha y la izquierda y que polariza a la sociedad brasileña, blanca y “bolsonarista” en el sur, negra y “lulista” en el norte. Recientemente, un atentado fallido en Brasilia fue perpetrado por un partidario del presidente saliente que pretendía crear el “caos” antes de la toma de posesión e “impedir la implantación del comunismo en Brasil” bajo Lula. Este intento fallido de volar un camión cisterna, así como los actos de vandalismo perpetrados por otros partidarios de Bolsonaro este mes, están lejos de ser anecdóticos. Anuncian graves dificultades de cohesión política.

Para el colmo, el expresidente se ha negado a asistir a la ceremonia de investidura de Lula, a quien debía entregar la banda presidencial según el protocolo. El último presidente de la dictadura militar en el poder desde 1964, el general João Figueiredo, se negó a asistir a la ceremonia de toma de posesión de su sucesor, José Sarney, en 1985.

Más allá de desafíos como la inseguridad, el hambre o la reanudación de la protección de la Amazonia, es sobre todo la relación con el Parlamento lo que Lula deberá mejorar. Un parlamento situado en gran parte a la derecha, con numerosas fuerzas “bolsonaristas” presentes y activas. Ahora bien, este parlamento es indispensable para adoptar medidas de consolidación presupuestaria y obtener fondos para hacer frente a las necesidades del país.

A nivel internacional, con su participación a la COPE 27, Lula está recuperando espacio en cuestiones medioambientales y de derechos humanos. Sin embargo, no lo tendrá fácil, ya que frente a la deforestación deberá ofrecer alternativas de gestión forestal. En otras palabras, la imagen internacional de la política medioambiental de Brasil. Si esto no mejora, Brasil y su nuevo presidente no desempeñarán un papel político importante en el exterior.

Frédéric Mertens de Wilmars es profesor Titular de Derecho Constitucional y Ciencias Políticas en la Universidad Europea de Valencia