Elecciones
Lula vuelve al poder con la promesa de reducir la pobreza: “Voy a reconstruir Brasil sobre las ruinas que hemos recibido”
El líder izquierdista regresa a la presidencia con el reto de reducir la pobreza, revertir la degradación del Amazonas y rebajar la tensión política
Lula da Silva, ex obrero metalúrgico de 77 años que presidió Brasil de 2003 a 2010, ha tomado posesión como nuevo presidente brasileño este domingo en Brasilia con la promesa de que sus compatriotas “reconstruir el país sobre las ruinas que hemos recibido”. Tras salir de la cárcel en noviembre de 2019 después de un año y siete meses entre rejas, Lula ha regresado al poder en Brasil al frente de una coalición liderada por el Partido de los Trabajadores (PT) integrada por formaciones de izquierda y de centro-derecha.
Poco después de las tres de la tarde hora de Brasilia, Lula ha jurado su cargo este domingo ante el Congreso como 39° presidente de Brasil en un ambiente festivo, dentro de la solemnidad del evento, oficiado por el presidente del Senado, Rodrigo Otavio Seaores. “Si estamos aquí en este día es gracias al frente democrático que hemos construido a lo largo de la campaña”, subrayó Lula. Brasilia lo ha recibido con una gran manifestación popular.
“Ha sido una victoria de la democracia ante la más grande campaña de mentiras y odios. Jamás la máquina pública ha sido desviada tanto de sus objetivos”, aseguró Lula tras subir al estrado con dificultades por la cantidad de diputados que querían saludarle. El presidente brasileño ha estado respaldado por más de un centenar de representantes extranjeros, entre ellos el rey Felipe VI, acompañado por la vicepresidenta Yolanda Díaz y el ministro de Exteriores José Manuel Albares, y otros más de una decena de jefes de Estado. Entre fuertes medidas de seguridad, el presidente de Argentina Alberto Fernández, y más de una decena de jefes de Estado han acompañado a Lula en su regreso al poder en Brasil. “Esperamos que Brasil tenga un papel internacional muy activo”, ha declarado Felipe VI.
La ceremonia ha estado marcada por la ausencia de su predecesor, el ultraderechista Jair Bolsonaro, que no ha colocado a Lula la banda presidencial, rompiendo una tradición muy arraigada en la democracia brasileña. El líder conservador que llegó a la Presidencia en 2019 con un discurso de odio similar al desplegado por Donald Trump, su referente político, se marchó el viernes a Florida (EE UU). Bolsonaro salió del país tras desligarse, entre lágrimas, del intento de atentado de un empresario bolsonarista el día de Nochebuena en el Aeropuerto Internacional de Brasilia para “evitar un gobierno comunista”: “Nada justifica los actos terroristas”.
Ante la crispación política que se refleja en las protestas de los bolsonaristas frente a los cuarteles militares reclamando un golpe de Estado, Lula ha prometido “democracia para siempre”. Lula ha señalado que “la libertad que ellos defienden es la de imponer sobre los más débiles, eso es barbarie”: “Los controles republicanos serán recuperados para defender el interés público”. Bolsonaro no ha reconocido la victoria de Lula desde que el pasado 30 de octubre el líder de la izquierda venciese en la segunda vuelta de las elecciones con el 50,9% de los votos frente al 49,1% de Bolsonaro, la diferencia más ajustada desde el regreso de la democracia en 1985 tras la dictadura militar (1964-1985).
Que todos coman tres veces al día
Lula ha reiterado su promesa de que los 215 millones de brasileños tengan “tres comidas al día”. Ante el drástico incremento de la pobreza en Brasil que afecta a 33 millones de personas, el 16% de su población, Lula ha reivindicado los programas sociales implantados sus ochos años de gobierno: “Hace 20 años, demostramos que un obrero podía promover el desarrollo sostenible, que era posible gobernar este país con la más amplia participación social, incluyendo a los trabajadores en el presupuesto y las cuestiones de Gobierno”.
Ante el fuerte respaldo a Bolsonaro, Lula desplegó su “capacidad de negociación” y “el magnetismo de su personalidad” para formar un frente amplio, destaca a LA RAZÓN el catedrático de Ciencia Política de la Universidad Estatal de Campinas, André Kaysel. Los casos de corrupción han mermado la confianza de muchos brasileños hacia el PT. “Mucha gente votó en contra de Bolsonaro, no a favor de Lula. Deberá convencer de las bondades de su tercer mandato incluso a su propio electorado”, subraya el académico. La coalición ha logrado vencer a Bolsonaro y devolver a la izquierda al poder tras la polémica destitución en 2016 de Dilma Rousseff.
Ante la deforestación récord del Amazonas en el primer semestre de 2022, Lula se ha comprometido a poner en marcha un desarrollo más sostenible para “reindustrializar” la nación más grande de Sudamérica: “Ningún otro país tiene las condiciones para colocarse como una potencia ambiental, vamos a iniciar la transición energética y ecológica. Nuestro meta es lograr la emisión cero de gases invernadero y la deforestación cero de la Amazonia”. Lula ha creado un ministerio de Pueblos Originarios y pretende poner fin a la minería ilegal en territorios indígenas.
El experimentado líder de la izquierda brasileña, que perdió un meñique trabajando como obrero del metal, ha conformado un gobierno de 37 ministerios, frente a los 23 de Bolsonaro, está centrado en “reconstruir” Brasil tras “el desastre” de los cuatro años de Bolsonaro. Lula lidera un gabinete amplio y diverso de nueve partidos. Su vicepresidente, Geraldo Alckmin, es un referente del centro-derecha, liberal y antiguo rival político de Lula.
Los ministerios estratégicos serán dirigidos por hombres del PT con amplia experiencia de gestión en el nordeste, la zona más pobre de Brasil y su gran caladero de votos. Uno de los principales problemas de Lula será que su coalición carece de una mayoría parlamentaria suficiente, por lo que se verá obligado a pactar con el Centrâo, un bloque de partidos medianos y pequeños. Casi la mitad de los gobernadores de Brasil, 13 de 27, también serán de la oposición.
La economía brasileña
Lula deberá hacer frente a una situación económica muy distinta a su primer mandato a principios de siglo, marcada por el auge de las materias primas. Aunque la inflación se ha contenido en los últimos meses y el desempleo se mantiene en el entorno del 9%, el PIB brasileño sufrirá un frenazo en 2023 de alrededor del 1% de crecimiento, según el Fondo Monetario Internacional.
Frente a la escasa agenda exterior de Bolsonaro, Lula ha anunciado que “tendremos un diálogo activo con Estados Unidos, la Unión Europea y China”, así como con con otros países asiáticos y naciones africanas. “Nuestro protagonismo retomará la cooperación latinoamericana a través del Mercosur”, aseguró el líder del PT.
La victoria del petista confirma el giro a la izquierda en América Latina, en cuyos principales países han ganado las opciones progresistas. Su triunfo ha reforzado el giro a la izquierda en Latinoamérica que han supuesto los triunfos de Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú, destituido tras un intento de golpe de Estado, Xiomara Castro en Honduras y Luis Arce en Bolivia. Se han unido a los gobiernos progresistas de Alberto Fernández en Argentina y Andrés Manuel López Obrador en México. Los triunfos conservadores en Ecuador, Uruguay y Costa Rica representan las excepciones del giro a la izquierda en Latinoamérica.
Lula ha reivindicado la necesidad de “cambiar armas por libros”. Brasil ha recibido a Lula en medio de una tensión social y política que fue creciendo a medida que trascurría la campaña más violenta de la historia de Brasil, en la que un bolsonarista asesinó a un dirigente regional del PT. La violencia política aumentó un 400% respecto a 2018. Lula usó en sus mítines chaleco antibalas, amenazado por el discurso de odio de Bolsonaro y por la flexibilización para comprar armas de fuego. Sin chaleco antibalas, Lula ha llegado al Congreso montado en un Rolls Royce descapotable, siguiendo la tradición pese a que se había especulado que no lo haría por seguridad.
Abundancia de armas
En los cuatro años de Bolsonaro, la tenencia de armas se ha multiplicado por cinco en un país con un alto índice de homicidios por arma de fuego. La elección de Lula por parte de los 148 millones de electores brasileños no frenó una crispación social. Bolsonaro, un político parlanchín acostumbrado a comentar su propio gobierno, se quedó casi mudo tras su derrota en la segunda vuelta el 30 de octubre. En sus escasas apariciones públicas, el líder ultraderechista no reconoció la victoria de Lula y calificó de “legítimas” las protestas frente a los cuarteles que reclaman a las Fuerzas Armadas un golpe de Estado. Después de la toma de posesión, Lula ha cerrado la histórica jornada con una fiesta de decenas de artistas en el Palacio de Planalto organizada por la tercera esposa de Lula, Janja da Silva.
Adiós a Pelé
Tras la toma de posesión de Lula, Brasil se prepara para despedir a Pelé. Desde el martes a las 10 de la mañana, los brasileños podrán acercarse al estadio del Santos a despedir a su hijo más querido. La muerte de ‘O Rei’ a los 82 años el pasado jueves ha unido a Brasil en unos días de alta tensión política. Tras terminar su discurso, diputados y senadores han estallado al grito de “Lula, guerrero del pueblo brasileño”. En la culminación de su resurrección, Lula ha concluido prometiendo al pueblo brasileño que gobernará “sin ánimo de revancha”: “Al odio responderemos con el amor”.
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