Españoles evacuados
“Jamás imaginé que podría estallar una guerra en Ucrania”
Los misioneros Joaquín y Sara abandonan Ucrania con sus ocho hijos en el convoy de Exteriores tras doce años “felices” en Kiev y Donetsk
Ximo y Sara son sus nombres de batalla. Esta pareja de misioneros valenciana y su familia de ocho hijos viajaron en el convoy de evacuación organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores que sacó a los penúltimos españoles que quedaban en Ucrania. Serenos, agradecidos al país que tanto les ha dado pero con la inmensa tristeza que les produce la guerra, regresan este lunes a España desde Polonia en un avión fletado por las autoridades españolas.
Las últimas horas en Kiev han sido duras. Decidieron quedarse en la capital de Ucrania porque una invasión rusa les parecía impensable. “Yo no me imaginaba que podía estallar una guerra en Ucrania. Escuchaba las recomendaciones del Ministerio de Exteriores y las advertencias de la OTAN, pero nunca pensé que serían reales”. Sin embargo, algo cambió cuando escuchó el discurso de Putin en el que el presidente de Rusia reconoció la independencia de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk.“Lo entendí como una declaración de guerra”, admite Ximo, que reconoce que de haberse quedado en Ucrania “hubiéramos tenido bastante precariedad y sufrimiento”.
Así que ante un escenario cada vez más peligroso decidieron salir del país de la forma más segura. La última noche en Kiev la pasaron en un hotel. En mitad de la noche sonaron las alarmas y les pidieron bajar al sótano con sus ocho hijos. No sintieron pánico, ni tan siquiera miedo. “No estamos hechos de otra pasta. En absoluto. No tengo la vida eterna, pero en estas circunstancias el Señor nos ha dado seguridad y paz y no hemos tenido mucho agobio”. ¿Y sus hijos? “Nuestros hijos no tienen miedo de que les pueda caer una bomba porque nosotros no lo tenemos. La guerra la vivimos de otra manera desde la fe cristiana”, responde.
Joaquín, de 45 años, y Sara, de 41, llegaron a Ucrania en 2010 como misioneros. Ambos pertenecen a una comunidad neocatecumenal de la parroquia San Francisco Javier de Valencia. “En 2009 nos dijeron que en Ucrania necesitaban familias para la misión. Y allí nos fuimos. Estuvimos dos años en Donetsk y después nos trasladamos a Kiev. Aquí hemos sido muy felices, tanto que llegamos con tres hijos y nos vamos con ocho y uno que está de camino. Así que puedo decir que Kiev ha triplicado mi felicidad. El que da, recibe. Yo he dado mis años de juventud y Dios ha sido generoso conmigo”.
El viaje desde Kiev hasta la frontera con Polonia ha sido largo y tortuoso. Comenzó el jueves y terminó el domingo, con más de 30 horas de ruta en autobús sorteando carreteras de todo tipo. “A las 3 de la tarde del sábado nos empezó a escoltar la policía de Ucrania. El motivo es que cerca de la frontera había largas colas de más de 20 kilómetros de coches parados. Gracias al acompañamiento de la policía ucraniana pudimos ir pasando los distintos controles y superar toda esta cola hasta que llegamos al punto fronterizo”, añade. “Nos nos pararon soldados ni sufrimos una emboscada. Además, el dispositivo ha sido muy profesional, tanto los GEO como los diplomáticos se portaron muy bien con nosotros”.
Durante los últimos seis años en Kiev, Ximo ha trabajado como profesor de español en la Universidad Boris Grinshenko, una actividad que compaginó con su labor evangelizadora y con clases de catequesis. “Ha sido un privilegio poder enseñar allí, y también ver el fruto de la tarea evangelizadora. Me llena de satisfacción que haya personas que quieran unirse a la comunidad”.
Él y su mujer hablan ruso y entienden el ucranio. Totalmente integrados en la vida del país, donde nacieron dos de sus hijos, no descartan regresar a Kiev cuando termine la guerra y se den unas condiciones razonables de seguridad. “Hemos dejado amigos atrás, hay gente que ha cambiado de ciudad, otros que siguen en Kiev y también conozco a personas misioneras que siguen esperando para salir”, lamenta. “Espero que después del verano se pueda volver, las guerras se sabe cuando empiezan pero no cuando acaban”.
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