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Clanes

Así son los Mursi, la tribu más temida de África: marcas que reflejan su peligrosidad y mucha ansia de matar a quienes consideran enemigos

El grupo suele vivir cerca del río Omo, en el Parque Nacional que lleva su nombre, un paraje declarado Patrimonio de la Humanidad en Etiopía

En Resumen
Los platos labiales que comenzaron como un método de protección contra los traficantes de esclavos han terminado por ser un elemento estético femenino Rod Waddingtonhttps://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/

Alrededor del valle bajo del Omo, un paraje de una belleza espectacular y que es Patrimonio de la Humanidad desde 1980 por sus yacimientos paleontológicos, existen varias tribus propias de Etiopía que conservan tintes de primitivismo. Una tierra de ritos y venganzas, cuya forma de vida ancestral está sufriendo profundos cambios y que los grupos de personas que viven aquí, entre el asombro y la admiración, nos dejan la esencia de un viaje al pasado.

Uno de los clanes que maravilla por sus costumbres es el de los Mursi, una tribus que vive cerca del río Omo, en el Parque Nacional que lleva el nombre de la corriente natural. Con su propio idioma (el mursi) y su propia religión, creen en una fuerza superior que está en el cielo a la que llaman Tumwi, la cual dicen que puede manifestarse como un arcoíris o un ave. No necesitan de las nuevas tecnologías para vivir, y solamente se valen de armas, las que siempre llevan encima, y el apego de sus tradiciones.

La tribu de los Mursi suele vivir cerca del río Omo, en el Parque Nacional que lleva su nombre, un paraje declarado Patrimonio de la Humanidad en EtiopíaLa Razón

Pero esta tribu es considerada como la más peligrosa de África. Los turistas que se avecinan a sus territorios y los fotógrafos que buscan inmortalizar el momento en el que pueden estar con ellos y vivir su cultura desde dentro pagan por solo unos pocos minutos estar cercanos al clan. Pero no precisamente porque ellos lo impidan (en cierto sentido), sino por el temor que despiertan en cada persona que pueden considerar como amenaza.

Siempre armados, comparten su zona geográfica con otros pueblos, como los hamer, karo, suri, nyangatom, kwegu y dassanech. Sus costumbres y prácticas pueden ir modificándose, pero quizás su amor por la belleza y por la importancia a los adornos y decoración es lo que más les hacen estar vinculador con el arte al que aman. Y un buen ejemplo es la ornamentación, aunque más apreciado en las mujeres.

Marcas que reflejan su peligrosidad

Ellas estiran sus labios y orejas con discos enormes de arcilla que desfiguran su rostro casi de forma inhumana. La práctica la comenzaron haciendo en la época de las colonizaciones, con el objetivo de disminuir la belleza de las mujeres, pues muchas eran raptadas en las pequeñas aldeas donde vivían por los europeos.

La idea central era ser menos atractiva para los dueños de los esclavos, Una costumbre que se mantiene hasta nuestros días, significando un símbolo de status. Pero las mujeres usan de todo para decorar su cuerpo, mostrando así su creatividad, tal como frutas, cuerdas, colmillos, cuernos, ramas... Su apariencia resalta sobre las demás tribus.

Por naturaleza, son agresivos, y su agresividad aumenta cuando beben alcohol (suelen hacerlo con frecuencia). Asimismo, las marcas de su cuerpo, que se ven como cicatrices, se van ganando matando a alguien de otra tribu. En los conflictos por territorio, es común asesinar a alguien más, por ello, quienes más escarificaciones tienen, que se producen mediante incisiones superficiales o profundas en la piel, son los más peligrosos. Estas pequeñas heridas no son problema para ellos, pues son felices de exhibirlas ya que muestran poder. Sus cortes los rellenan con tierra para que se inflamen y se generen más relieves.

Las tareas de los mursi se dividen en que las mujeres se encargan de la casa y la comida mientras que los hombres dedican su tiempo al ganado. Son nómadas, cambian de lugar cada cierto tiempo (según sus necesidades). Duermen en pequeñas chozas y con una entrada muy diminuta, para evitar ser atacados por la noche por animales salvajes. Y una de sus tradicionales ancestrales más fuertes es la lucha como Dunga, una batalla festiva entre jóvenes donde se utilizan calas de bambú para combatir. Otra ceremonia clásica consiste en dispararle un flechazo al cuello para poder beber su sangre, pero nunca con el objetivo de matarlo.