Opinión

Terremoto político post Merkel

Europa entera queda pendiente de los resultados de unas elecciones de corte nacional que trascienden las fronteras, ya obsoletas, de un continente a la deriva

Estas elecciones cobran un especial interés debido a los acontecimientos que han tenido lugar en las últimas semanas
Estas elecciones cobran un especial interés debido a los acontecimientos que han tenido lugar en las últimas semanasFOCKE STRANGMANNAgencia EFE

Europa entera queda pendiente de los resultados de unas elecciones de corte nacional que trascienden las fronteras, ya obsoletas, de un continente a la deriva, sin dirección, sin objetivo, sin visión. La marcha de frau Merkel nos coge con el pie cambiado, intentando encontrar el ritmo en un nuevo baile enmarcado en un cambiante escenario global. Alemania elige no solamente un nuevo canciller, pero también el futuro de millones de europeos que nos encontramos inmersos en un nuevo debate sobre el papel de Europa en el mundo.

Ayer nos jugamos mucho. Nos encontramos con un empate virtual entre los dos principales candidatos. Tanto Armin Laschet, candidato de la CDU, como el social demócrata Olaf Scholz han afirmado haber obtenido un claro mandato popular para liderar el país. Estamos a la espera, los resultados son ajustados, y ambos candidatos afirmaron que consultarían con sus respectivos partidos sobre la posibilidad de formar un gobierno de coalición. Si bien Scholz parece haber obtenido el mejor resultado, eso no garantiza que sea elegido canciller. Una coalición entre conservadores liberales y verdes podría dar al traste con el cambio de dirección indicada por las elecciones.

Ha sido una carrera ajustada. La marcha de Merkel dejo el campo abierto a millones de votantes que confiaron en la mano de la canciller en momentos de grandes crisis. Laschet no ha sabido aprovechar el tirón de su antigua jefa, y se ha dejado por el camino toda la ventaja con la que partía. Las siglas han demostrado ser menos importantes que los liderazgos. El caso es que estas elecciones son más que unas simples elecciones nacionales.

El sucesor de Merkel tendrá que trabajar con el presidente Macron y encontrar la forma de dar cabida a un proyecto federalista europeo, que se rige como la única alternativa posible en un mundo multipolar y así lidiar con nuevas potencias políticas y económicas que amenazan con revolver un panorama internacional ya en descomposición. Y es que en todos los sentidos será Macron el sucesor de Merkel. El eje franco-alemán ha sido siempre el motor del movimiento europeo, que se basaba en el poderío económico alemán y en las aspiraciones continentales francesas. Sin un claro referente en Berlín únicamente queda París.

Estas elecciones cobran un especial interés debido a los acontecimientos que han tenido lugar en las últimas semanas. Si bien es cierto que el debate sobre la autonomía estratégica europea no es nuevo, la calamitosa retirada estadounidense de Afganistán y el caso de los submarinos australianos, han vuelto a poner el foco sobre las múltiples carencias de un proyecto político, quizás demasiado ambicioso, que no acaba de arrancar. En verdad el sucesor de Merkel tendrá que resolver la encrucijada sobre la naturaleza del proyecto europeo, y el papel futuro del viejo continente en un nuevo mundo.

Y es que el mundo cambia a pasos agigantados. Estados Unidos lleva tiempo avisándonos de que ya no somos su prioridad. Asia se ha convertido, hoy, el epicentro geopolítico global, y el Pacífico le ha robado el protagonismo al Atlántico en este segundo pase de una función sobre la hegemonía política global. Si bien Merkel se posicionó en varias ocasiones a favor de crear unas fuerzas armadas europeas, no dejó de estar influenciada por las características reticencias germanas a tomar cartas en los asuntos globales. Y en esto redunda la cuestión. ¿Qué es Europa? ¿Qué papel ha de jugar en el nuevo orden mundial? ¿Cuál ha de ser su posición en el sistema internacional? ¿Qué relación ha de mantener con la OTAN?

Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha dejado claro que Europa no puede quedarse atrás. Según la presidenta, Bruselas ha de poder establecer sus prioridades y defender sus

intereses de forma conjunta y ha llamado a dotar a la Unión Europea de los mecanismos y herramientas para poder actuar ante la emergencia de nuevas potencias, o contra la irrelevancia global. Josep Borrell instó a los países miembros a consensuar la creación de un ejército europeo, añadiendo que éste no existiría en competencia con la OTAN,si no en conjunción con la alianza atlántica aumentando las capacidad estratégica de la misma y contribuyendo de mayor forma a la defensa colectiva occidental.

Francia parece haber despertado de su estupor. El presidente Macron lidera un movimiento que busca aunar las capacidades individuales nacionales del continente en una sola voz, en pos de un objetivo común. Esta estrategia disruptiva francesa será la base de la política continental que entrará en conflicto con el estilo alemán más enfocado en cambios incrementales. Sea quien sea el nuevo canciller tendrá ante sí el reto de definir el futuro de la unión.

Y es que en este nuevo escenario global, con Estados Unidos en retirada del panorama internacional, y una China cada vez más asertiva, Europa tiene que encontrar su puesto, una posición que tiene que estar basada en una capacidad de actuación autónoma con una política de defensa común cimentada en una política exterior consensuada.

Europa se enfrenta a sus propios retos. Los problemas en materia de política exterior de Europa no son los mismos que lo de Estados Unidos. La posición geográfica del continente nos obliga a tener en cuenta aspectos de seguridad únicos. Una Rusia envalentonada, el avance yihadista en el Sahel, las crisis migratorias en el Mediterráneo, o la generación de energía eléctrica son elementos básicos y únicos a los que debemos encontrar una respuesta común.

Alemania tiene el deber de liderar Europa. El nuevo canciller tendrá que dejar bien claro desde el inicio de su mandato su visión para el futuro de Europa. Esta visión no podrá ser en base nacional. Estamos ante un cambio de paradigma en el cual los retos ya no son de naturaleza internacional, son transnacionales. El futuro de Europa queda, sin embargo, en manos de un electorado indeciso, que sí supo apreciar el talante tranquilo de una mujer que lideró todo un continente.