Geopolítica del caos
Por qué en Pakistán celebran la victoria talibán y al mismo tiempo les temen
Para evitar el cerco de India, Islamabad necesita un gobierno amigo en Kabul y con los talibanes lo tendrá
Mientras continúa el trágico caos en el aeropuerto internacional Hamid Karzai de Kabul, se desarrollan dos negociaciones políticas interconectadas que probablemente determinarán el futuro inmediato de Afganistán. Una de ellas se centra en la construcción de un nuevo orden político y la otra trata de conseguir el reconocimiento internacional para el incipiente gobierno dirigido por los talibanes. La asombrosa toma de Kabul ha provocado oleadas de conmoción en todo el mundo y ha tenido implicaciones inmediatas para el complicado nudo de tres potencias regionales vecinas:Pakistán, India y China.
Para Pakistán, el regreso de los talibanes afganos supone una derrota estratégica para su rival India, pero también un posible impulso para un grupo insurgente afiliado, los talibanes pakistaníes. Para la India, aumenta la ansiedad por la militancia en Cachemira, ya que está haciendo malabares con los enfrentamientos fronterizos no sólo con Pakistán, sino también con China.
Mientras el mundo sigue esforzándose por resolver el crítico dilema de dar legitimidad al nuevo régimen, es Islamabad quien se encuentra actualmente en un estado de máxima ansiedad sobre el futuro curso de los acontecimientos.
Pakistán e Irán vitorearon públicamente el triunfo de los talibanes como una victoria sobre el colonialismo estadounidense, pero los dos vecinos de mayor importancia estratégica de Afganistán saben que se avecinan problemas.
A corto plazo, tanto Islamabad como Teherán están deseosos de ganar puntos políticos por la humillación de Washington. El primer ministro pakistaní, Imran Khan, calificó la reconquista de Afganistán por parte de los talibanes como “la ruptura de los grilletes de la esclavitud [estadounidense]”, y el presidente iraní, Ebrahim Raisi, describió la derrota de Estados Unidos como “una oportunidad primordial para revivir la vida, la seguridad y la paz duradera”.
Si bien los servicios de seguridad de Pakistán fueron fundamentales para el éxito de los talibanes en la década de 1990, la dinámica es ahora más turbia. Los talibanes ven ahora a Pakistán con recelo gracias a su cooperación con Estados Unidos en la guerra afgana, e Islamabad teme ahora que los vínculos entre los talibanes pakistaníes y afganos aumenten el riesgo de una mayor insurgencia islamista dentro de sus propias fronteras.
Para Irán, los cálculos son diferentes. El Irán predominantemente chiíta tiene una historia de amarga enemistad con los talibanes suníes, especialmente desde que los talibanes asesinaron a diplomáticos iraníes en la ciudad de Mazar-i-Sharif en 1998.
En los últimos años, Teherán ha intentado una tensa cooperación con los talibanes, pero es poco probable que se mantenga si Teherán se enfrenta a ataques contra la comunidad chiíta en Afganistán. Irán, que no tiene reparos en desplegar fuerzas en el extranjero si se ve presionado a intervenir, lleva mucho tiempo ejerciendo una fuerte influencia en torno a ciudades occidentales y septentrionales como Herat y Mazar-i-Sharif.
El receloso optimismo de Pakistán
Mientras algunas misiones occidentales se apresuran a evacuar a sus diplomáticos y personal de Kabul, la embajada pakistaní continúa con su actividad habitual. Pakistán también celebró la vuelta del presidente Ashraf Ghani, que huyó cuando los talibanes entraron en Kabul.
El motor de gran parte de la política exterior y de defensa de Islamabad es su preocupación por la vecina India. A lo largo de su historia, Pakistán ha temido una guerra directa con India o un cerco por parte de sus aliados, y esto ha tenido un tremendo impacto en sus relaciones con el vecino Afganistán.
Para evitar el cerco de India, Pakistán necesita un gobierno amigo en Kabul. Este objetivo también sirve a la planificación de Pakistán para una futura guerra con India: en caso de una invasión india, el ejército pakistaní necesitaría replegarse a posiciones en y a lo largo de la frontera con Afganistán, y un gobierno amigo en Kabul proporcionaría una muy necesaria “profundidad estratégica”.
En términos de su política afgana, esto ha significado que Islamabad ha apoyado generalmente a los partidos islamistas pastunes, como Hezb-e Islami y los talibanes, como contrapeso a los grupos tayikos apoyados por India, como la antigua Alianza del Norte.
Pakistán también está profundamente preocupado por lo que significa el regreso de los talibanes afganos en términos de militancia islamista. Después de una gran operación militar paquistaní que comenzó en 2014, muchos líderes talibanes paquistaníes huyeron a través de la frontera con Afganistán, donde encontraron un refugio seguro, y no está claro si los talibanes afganos ayudarán ahora a Pakistán a ir tras ellos.
En cuanto a los refugiados, Pakistán advierte que no puede dar abasto. “Pakistán no tiene la capacidad ni los recursos para acoger a más refugiados”, declaró el embajador pakistaní, Zaheer Aslam Janju, ante la UE.
Irán mantiene un tono cooperativo
Los talibanes consideran a Irán como el principal apoyo de la Alianza del Norte, una mezcla de minorías étnicas y religiosas que luchó contra los talibanes predominantemente pashtunes y suníes en la década de 1990. Por el momento, Irán trata de mantener un tono cooperativo, velando por la seguridad de sus diplomáticos y haciendo hincapié en la seguridad de sus fronteras. Aunque las declaraciones públicas de Irán se centran en la esperanza de una paz negociada a través de los distintos grupos étnicos y religiosos de Afganistán, la desconfianza es a menudo palpable.