Kabul
El colosal fallo de los espías de EE UU detrás del derrumbe de Afganistán
Biden defendió que el Ejército afgano, entrenado por la coalición internacional, aguantaría el empuje de los talibanes. Ninguna agencia predijo que el Gobierno colapsaría en menos de 24 horas
El repentino colapso del Gobierno afgano motivado por la invasión talibán, cuya estratégica maniobra se vio reforzada con el anuncio de la retirada de las tropas estadounidenses tras dos décadas de presencia en el país, ha cogido a todos, sin excepción, por sorpresa, incluyendo a las agencias de inteligencia. Ningún experto al servicio de la labor de espionaje de EE UU ni de ninguno de sus países aliados pudo anticipar la rápida caída del Gobierno afgano tras el inesperado dominio de los insurgentes antes de que la presencia militar estadunidenses abandonara definitivamente su posición a finales de este mes.
Pero es que, además, nadie predijo la magnitud de la toma de control de los talibanes ni, sobre todo, que ésta se fuera a producir mucho antes de que las fuerzas de seguridad extranjeras, bajo el liderazgo del Ejército de EE UU, se retiraran definitivamente del país el próximo 31 de agosto. Diversas agencias de inteligencia de EE UU habían identificado, en un principio, el riesgo de la toma de control inminente de los talibanes, pero el pronóstico delimitaba un plazo aproximado de dos años posteriores a la salida indefinida de las tropas.
Aunque, tras conocerse la fecha definitiva de la retirada americana, la amenaza talibán se hizo realidad en tiempo récord. Ya en junio de este año, con el repliegue de los soldados a punto de producirse, las evaluaciones clasificadas de las agencias de EE UU pintaron un panorama cada vez más oscuro en Afganistán. A finales de ese mes, una vez los insurgentes alcanzaron la frontera con Tayikistán, las nuevas estimaciones de los expertos redujeron la resistencia del Gobierno afgano de seis meses a un año. Y, aunque la información se ha dado a conocer recientemente, fuentes de inteligencia aseguran ahora que Biden ya lo sabía.
Sin embargo, las garantías del propio presidente de EE UU, hechas públicas, se enfocaron en destacar las pocas probabilidades de que Kabul cayera bajo el control talibán, a pesar de la advertencia de las agencias de inteligencia sobre el veloz colapso militar. Ya en el mes de julio, muchos informes de los servicios de inteligencia, cada vez más pesimistas, plantearon la perspectiva de que el Ejército afgano colapsara en poco tiempo, oponiéndose a una resistencia seria de los talibanes y poniendo en duda que la Presidencia de Ashraf Ghani pudiera mantenerse en pie en la capital del país.
Las agencias de inteligencia también predijeron que, si los talibanes se apoderaban de las grandes ciudades, se produciría rápidamente un colapso y las fuerzas de seguridad afganas correrían un alto riesgo de caer. La conclusión de otro análisis proporcionado al Congreso de EE UU aseguró, además, que los insurgentes habían aprendido la lección de la década de 1990 cuando se produjo la toma de control del país, por lo que esta vez, según el informe, el grupo islamista intentaría asegurar los cruces fronterizos antes de apoyarse en las capitales provinciales y tomaría franjas del norte del país antes de trasladarse a Kabul, la capital. Un pronóstico que resultó ser totalmente acercado.
Ocho capitales de provincia cayeron en manos de los talibanes en apenas una semana y cuatro días después lo “improbable” se hizo realidad cuando la capital, Kabul, fue tomada por los insurgentes. Tras el devenir de los acontecimientos en la última semana y debido a la información que va llegando ahora en cuentagotas, la credibilidad de Estados Unidos, junto a la del presidente Joe Biden, quedará en entredicho durante los próximos años.
El inesperado temporal político y social de días recientes, con quema de documentos confidenciales de la embajada incluida y miles de afganos colaborares desprotegidos después de veinte años de conflicto y apoyo militar, marcan un fracasado final de etapa de la intervención estadounidense en Afganistán que los libros de historia recordarán como uno de los capítulos más desfavorables para la Casa Blanca.
Tanto a su presidente como a los miembros de su partido les puede también pasar factura la gestión de esta crisis en las urnas, cuando toque renovar al completo, en las próximas elecciones legislativas, la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, en noviembre del año que viene. Algunos demócratas piensan incluso que el episodio de Afganistán traerá consecuencias inimaginables, y destacan el fracaso de los servicios de inteligencia.
Balones fuera
En un intento de justificar su dudosa gestión, el presidente de EE UU se dirigió a la nación, en un discurso en solitario, mostrándose firme en su decisión de retirar a sus soldados definitivamente del país afgano después de veinte años de presencia en la guerra más larga de su historia.
Biden recordó que su postura ha sido la de dar continuidad a la decisión tomada por su predecesor, Donald Trump. El presidente apunta a la anterior Administración por haber negociado con los talibanes una mala salida de los soldados estadounidenses en Afganistán, así como al gobierno afgano por su pasividad frente a la fulminante invasión talibán. Pero el fallido pronóstico de los servicios de inteligencia ha reforzado el discurso de la ineficiencia y desconexión de su función con la realidad que se vive sobre el terreno, dejando desamparadas a cientos de miles de personas que quedan a merced del nuevo gobierno impuesto por los talibanes.
EEUU ya no quiere invertir más recursos ni poner en riesgo la vida de sus tropas en una guerra que, durante dos décadas y tras los atentados del 11-S, no ha cambiado la realidad en Afganistán.
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