Perfil
Stefan Löfven, un maestro de la supervivencia política
El líder socialdemócrata sueco se ha valido de sus dotes de hábil negociador de sus tiempos de líder sindical para gobernar en minoría desde 2014
Lo ha vuelta a lograr. Stefan Löfven vuelve a ser primer ministro de Suecia solo 16 días después de perder la primera moción de censura que tumba a un Gobierno en el país nórdico. Su decisión de dimitir y no convocar elecciones han obligado a retratarse a los partidos para evitar un adelanto electoral a un año del final de la legislatura. El hecho de que la Constitución sueca prevea mandatos fijos de cuatro años habría significado convocar a los suecos a las urnas dos veces en apenas doce meses. Un coste político que nadie quería pagar y menos los partidos a los que las encuestas conceden menos de un 4% para permanecer en el Parlamento (verdes y centristas).
Löfven, cuya carrera se cimentó en el movimiento sindical, es considerado por sus adversarios como un negociador implacable al que le ha tocado bregar con un inestable panorama político nacional. Lejos quedan las décadas de hegemonía de la socialdemocracia, que llegó a gobernar ininterrumpidamente Suecia entre 1932 y 1976. Cuarenta y cuatro años que sirvieron para cimentar el admirado Estado del Bienestar con líderes como Tager Erlander u Olof Palme.
La irrupción de los Demócratas Suecos (SD), un partido de ultraderecha con raíces neonazis, en el “Riksdag” en 2010 ha provocado un terremoto político elección tras elección. En las del 9 de septiembre de 2018, la derecha populista y xenófoba obtuvo 62 diputados, lo que la convertía “de facto” en el árbitro político entre el bloque de izquierdas y el bloque de derechas a los que solo les distanciaba un escaño y eran incapaces de gobernar en solitario.
Como vencedor de las elecciones, Löfven se veía legitimado para intentar formar Gobierno, pero para ello necesitaba que se rompiera la tradicional política de bloques. Finalmente tras 132 días de bloqueo y tras duras concesiones por partes de los socialdemócratas, liberales y centristas se avinieron en enero de 2019 a romper la Alianza de centro derecha y tolerar un Gobierno rojiverde encabezado por el ex líder sindical. que se apuntaba un nuevo tanto.
La gestión de la pandemia de coronavirus, más criticada en el exterior que en casa, no fue lo que derribó a Löfven en la moción de censura del 21 de junio, sino una iniciativa para liberalizar el alquiler de los inmuebles de nueva construcción, uno de los pilares del Estados del Bienestar.
De niño de acogida a primer ministro
Löfven no lo tuvo precisamente fácil de niño. La muerte de su padre y la falta de recursos obligaron a su madre a darlo a una familia de acogida cuando apenas era un bebé de diez meses en Solleftea, a 500 kilómetros al norte de Estocolmo. “Cuando ellos me acogieron, yo no tenía nada. Pero gracias a sus brazos abiertos lo recibí todo”, recuerda con cariño de Ture e Iris Melander, que ya tenían dos hijos cuando se hicieron cargo de Stefan.
Lejos de guardar rencor a su madre biológica, el político sueco se reencontró con ella a los 22 años y la acompañó en su lecho de muerte. “Tenía remordimientos y yo entiendo que lo que hizo fue la decisión más difícil que una madre puede tomar. No le guardo ningún resentimiento”, recordó años después.
Löfven estudió durante año y medio en la Escuela de Trabajo Social y Administración Pública de la Universidad de Umeä (norte de Suecia) antes de trabajar en correos y la industria forestal. En 1979, fue contratado como soldador en una fábrica militar en la que permaneció durante 16 años. Allí inició una exitosa carrera sindical que le llevó a dirigir el sindicato metalúrgico IF Metall en 2006. Miembro de la directiva socialdemócrata desde ese mismo año, fue elegido líder del partido en 2012 como la última esperanza para frenar la sangría de votos que no habían conseguido frenar ni Mona Sahlin ni Håkan Juholt y evitar una tercera derrota electoral frente al conservador Fredrick Reinfeldt.
De su mano y sin experiencia parlamentaria o ministerial previa, los socialdemócratas regresaron al poder en 2014 tras ocho años en la oposición al frente de un Gobierno rojiverde en minoría, cuya primera medida, pionera en al UE, fue reconocer a Palestina. Su estado de gracia, sin embargo, duró poco y a punto estuvo de convocarse nuevas elecciones ante la falta de apoyos parlamentarios para aprobar sus primeros presupuestos. Un acuerdo con la oposición conservadora para que permitiera gobernar a los Ejecutivos en minoría hasta 2022 le garantizó la estabilidad política.
Su primer mandato estuvo marcado, en cualquier caso, por la ola de solicitantes de asilo que llamaron a las puertas de Suecia en 2015 (163.000 en un país de diez millones de habitantes), lo que obligó al país nórdico a endurecer su tradicional generosa política de acogida.
Pese a que la ultraderecha logró que la campaña electoral de 2018 girara en torno a la inmigración y la política de ley y orden, Löfven convirtió las elecciones en un plebiscito sobre el futuro del Estado del Bienestar, amenazado, en su opinión, por la derecha. Pese a que frenó la caída que le pronosticaban los sondeos, los socialdemócratas cosecharon en las urnas su peor resultado en un siglo al caer por debajo del 30% de votos.
Antes de que estallara esta crisis política, la prensa sueca sugería que Löfven barajaba dimitir como líder del partido este mismo verano y mantenerse como primer ministro hasta las elecciones del 11 de septiembre de 2022. Vista la estrecha mayoría con la que cuenta su Gobierno y las contradicciones entre sus socios parlamentarios (centristas y ex comunistas), este maestro de la supervivencia política tendrá aún que recurrir a sus mejores dotes de persuasión.