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Asia

“Me iban a dar en la cabeza con un pico y a enterrarme vivo cuando empezaron a cubrirme de tierra”: la confesión de un preso político de Birmania

Un informe de Human Rights Watch recoge el testimonio de un adolescente que fue sepultado hasta el cuello en lo que simulaba ser su propio funeral.

Familiares y amigos del joven Mg Tun Tun Aung lloran su muerte tras fallecer en las protestas contra el golpe de estado en Mandalay, Birmania STRINGEREFE

Las torturas y las palizas han sido una constante entre las miles de personas detenidas “arbitrariamente” desde que los militares de Birmania se hicieron de nuevo con el poder el 1 de febrero, según un informe de Human Rights Watch (HRW)que recoge el testimonio de un adolescente que fue sepultado hasta el cuello en lo que simulaba ser su propio funeral.

Este joven, de 17 años, cuenta que fue detenido a principios de mayo en su vivienda, señalado por su presunta responsabilidad en la organización de protestas. Los agentes le golpearon, le vendaron los ojos y le trasladaron a centro de interrogatorio donde le siguieron sometiendo a malos tratos, atizándole con una vara de bambú llena de cemento. Al tercer día, “me llevaron a una zona boscosa a una hora de distancia”, donde “me obligaron a meterme en un hoyo con los ojos vendados y las manos atadas”. “Pensaron en darme en la cabeza con un pico y creí que me iban a enterrar vivo cuando empezaron a cubrirme de tierra”, relata a HRW.

También afirma que tanto él como otros compañeros de reclusión pasaron cuatro días sin que les diesen agua ni comida, hasta el punto de verse obligados a beber agua del inodoro para sobrevivir. En su caso, no pudo recuperar la libertad hasta que no firmó una confesión falsa, indica HRW, que destaca este testimonio como ejemplo de los múltiples “creíbles” recogidos en los últimos meses.

El investigador Manny Maung ha advertido de quela junta militar básicamente usa la tortura “sin ningún miedo a lo que pueda pasar”,con el objetivo de “silenciar” cualquier voz opositora. Para ello, no dudan en someter a los detenidos a prácticas que transgreden cualquier tipo de normativa internacional y que incluyen quemaduras, posiciones forzadas o violencia de género.

La Asociación de Asistencia a los Presos Políticos (AAPP) de Birmania estima que unas 870 personas han muerto desde el golpe, de las cuales al menos 22 habrían perdido la vida víctimas de las torturas sufridas bajo custodia. Sin embargo, lejos de dar marcha atrás, las autoridades persisten en sus prácticas abusivas ante la incesante sucesión de protestas en las calles del país asiático.

“No se puede confiar en las autoridades de Birmania para que emprendan investigaciones serias sobre las denuncias de torturas o procesen a los policías y militares que han cometido abusos”, ha recalcado Maung, que ha lanzado un mensaje a la comunidad internacional.

Así, ha pedido a Naciones Unidas y a todos los gobiernos “aludidos” que reclamen públicamente el fin de las torturas y dejen claro que las Fuerzas Armadas deben respetar los Derechos Humanos, bajo la premisa de que, si no lo hacen, pueden ser sancionados.

Futbolista refugiado en Japón

La presión sobre la disidencia ha empujado también a quienes discrepan de la junta a abandonar el país, como ha hecho un portero de la selección de fútbol, Pyae Lyan Aung, que ha preferido no regresar a Birmania con sus compañeros tras viajar a Japón con motivo de la fase clasificatoria para el próximo Mundial. El futbolista ha solicitado asilo en Osaka, según ha confirmado este martes su abogado, quien ha asegurado que su cliente teme por su vida después de realizar el saludo con tres dedos que la oposición ha utilizado como símbolo frente a la junta militar durante estos últimos meses. “Necesitamos justicia”, rezaba también un mensaje escrito en su mano y que exhibió mientras sonaba el himno nacional, informa la agencia de noticias nipona Kiodo.