Negacionismo
En Stuttgart nació la pasada primavera el movimiento “Querdenken”, que significaría “pensar más allá”, que pronto se extendió por todo el país como una balsa de aceite. Su radicalización ha ido aumentando a medida que pasaban los meses y aumentaban los contagios de coronavirus. La temprana respuesta ante la pandemia de Alemania pudo evitar un colapso del sistema sanitario y dio alas a la imaginación de aquellos que piensan que el virus no existe o que es una invención de la clase política para establecer un control totalitario sobre la población. El culmen de las protestas llegó el pasado agosto, cuando estos grupos asaltaron el Bundestag, un preludio, quizás, a la ocupación del Capitolio por los trumpistas meses más tarde. Dejaron imágenes de violencia que se han visto esta semana en Países Bajos.
Entretanto, Alemania ha estado muy cerca de una catástrofe aún mayor. Con unos 1.000 muertos al día desde hace varias semanas, el movimiento “Querdenken” no se retracta de sus opiniones, pero decidió cancelar las protestas durante los próximos dos o tres meses para “volver en primavera con más fuerza”, según un comunicado de la cara más visible de dicho movimiento, Michael Ballweg. Sin embargo, a la vista de que el número de casos está bajando, los negacionistas han visto de nuevo su oportunidad de confundir a la población y se volvieron a manifestar el pasado miércoles.
El Estado alemán está vigilando muy de cerca las protestas, ya que creen que el potencial de violencia en ellas es alto. Junto a varios grupos de extrema derecha, activistas antivacunas, ultracatólicos y sectas como los seguidores de QAnon, también se manifiestan ciudadanos desesperados. No pocos de ellos siguen a figuras como el periodista Anselm Lenz, que se declara a sí mismo como antifascista y que, hasta ahora, escribía para medios de la izquierda alternativa alemana. Su propio proceso de radicalización es paradigmático y da la impresión de haber entrado en un desequilibrio, quizás los más peligrosos, ya que no son violentos.
Lenz es casi un desconocido, pero asegura sin inmutarse ser el jefe del semanario alemán de mayor tirada del país, llamado “Resistencia democrática”. La revista en cuestión también lleva en el subtítulo la inscripción “editado con el filósofo italiano Giogio Agambe”, aunque éste desmentía su implicación en la publicación el pasado abril. En los primeros números aseguraban que su redacción estaba en las oficinas del teatro Volksbühne, algo desmentido igualmente por dicho teatro.
Durante la conversación con LA RAZÓN, Lenz suelta varias grandilocuencias similares sobre su movimiento como que “llevaron a cabo la mayor manifestación de Europa Central” o, como publicó en la web del conspiracionista Ken Jebsen, “la mayor manifestación de la historia de Alemania”, algo que es no solo es falso, sino que suena a parodia. Tampoco se corta en decir que tienen detrás a “los mejores científicos del mundo”.
Lenz y sus seguidores no desmienten la existencia del virus, pero sí la necesidad de medidas de contención, que creen ideadas para controlar a la población para imponer un nuevo fascismo y tapar una crisis financiera mundial.
Con 1.000 muertos al día... niegan la sobremortalidad
La mascarilla es para él “un símbolo de lo que consideramos un nuevo fascismo que se está extendiendo”, que a continuación explica cómo “no ha habido sobremortalidad significante en ningún lugar de Europa central que haya superado los ejercicios anteriores... En ningún momento, tampoco en noviembre y en diciembre”. Obvia los 1.000 muertos diarios que ha llegado a superar Alemania y las UCIS desbordadas. Lenz, que es periodista, sabe que miente, pero no se altera.
El coronavirus sería la gripe normal, solo que ahora existen los tests PCR y se asegura que es algo nuevo. E periodista también creo el movimiento “No sin nosotros” que no cree que el virus sea inventado, ni tampoco que no sea peligroso: “el virus existe, de hecho por eso hemos creado el “Sindicato democrático”, para que el sistema sanitario sea mejorado.”
La supuesta seriedad de Lenz y otras figuras como el antiguo diputado del partido socialdemócrata SPD Wolfgang Wodarg han llevado a miles de personas a creer en estas ideas, apoyar la publicación “Resistencia Democrática”, a crear dicho sindicato y a plantearse la creación de un partido propio, que aún no ha sido presentado pero sobre el que se especula.
El partido ultra de la Alternativa por Alemania (AfD) ha tratado de capitalizar este descontento ciudadano por las consecuencias de la crisis sanitaria y económica, hasta el punto de que en las zonas en las que más votos reciben como Sajonia se ha registrado un mayor aumento de los contagios de covid. Aun así, una parte de la población sigue sin querer tener relación con AfD por sus tintes neonazis y el entorno de Lenz considera que hay terreno suficiente para crear su propio partido.
“Acabar con la clase media”
El discurso de este izquierdista recuerda a la nueva teoría de la conspiración del “gran reinicio”, un plan tramado por las élites para esclavizar a la población mundial. Lenz asegura que “el capitalismo digital y las empresas farmacéuticas han tenido una explosión de beneficios mientras empresas como Amazon está acabando con la competencia, en especial con las empresas medianas y pequeñas.” Además cree que “la izquierda que se sienta en los cafés ha fallado a la hora de mantener el contacto con la clase trabajadora.” Lenz asegura sin ruborizarse que hay “una minoría que quiere imponer esas medidas y quiere destruir la clase media”.
Pero el movimiento negacionista de Lenz no se limita a Alemania. El miedo y la ira legítimos por la pérdida del empleo, por la desigualdad y la falta de perspectivas se extiende por Europa. Junto a éstos, una serie de teorías inventadas para justificar el incumplimiento de las medidas para la contención del virus. Las protestas en La Haya, Amsterdam y Rotterdam, que han durado varios días y causado destrozos difíciles de cuantificar, así como numerosos heridos, muestran cómo el movimiento conspiranoico es, en estos momentos, una amenaza muy real y peligrosa con los “hombres de negro” en Dinamarca o las recientes protestas en Madrid.