Secesionismo británico
Boris Johnson viaja a Escocia ante el auge del independentismo
Presume en Glasgow de la vacunación para despertar el orgullo nacional
En el Gobierno británico hay preocupación por la amenaza independentista escocesa. Prueba de ello fue el viaje de hoy de Boris Johnson hoy a Glasgow. El líder tory visitó el laboratorio Lighthouse del hospital Universitario, donde se procesan los test de la covid-19, para hablar con el personal sanitario a cargo de estas pruebas.
En un principio, la visita se podría enmarcar en el contexto de la pandemia. Pero coincide con el auge secesionista y el órdago planteado por la ministra principal escocesa Nicola Sturgeon, quien ha prometido convocar un nuevo referéndum de independencia pese a la negativa de Londres. Todas las encuestas dan por hecho que la líder del SNP ganará por mayoría absoluta en los comicios claves al Parlamento de Edimburgo el próximo 6 de mayo. Por lo tanto, la visita de Johnson a Glasgow, la ciudad precisamente más favorable a la secesión, no era casual.
El primer ministro incidió en lo importante que era la unión del Reino Unido para contener el coronavirus y apoyar el programa de vacunación de la población. Explicó que todas las naciones que componen el país se unieron para hacer frente al virus y aportar “8.600 millones de libras (9.709 millones de euros) al Gobierno escocés a fin de apoyar a los servicios públicos mientras se protegen los empleos de más de 930.000 ciudadanos en Escocia”. “Tenemos un programa de vacunación desarrollado en un laboratorio de Oxford que está siendo administrado en todo el Reino Unido por nuestras fuerzas armadas, que están ayudando a establecer 80 nuevos centros de vacunación en toda Escocia”, matizó.
En cualquier caso, la visita no tuvo especialmente buena acogida. Desde Edimburgo, la ministra principal escocesa acusó a Johnson de haberse saltado las restricciones de la pandemia, al realizar un viaje que consideró innecesario. “Tenemos el deber de liderar con el ejemplo”, matizó. “Ambos tenemos que seguir trabajando, pero no podemos viajar por el Reino Unido. ¿Es realmente esencial ahora? Si sugerimos que no nos tomamos las reglas en serio, va a ser más difícil convencer a la gente”, añadió. Los protagonistas ni siquiera se vieron en persona.
Johnson es tremendamente impopular en Escocia, incluso entre los conservadores escoceses. Durante las primarias del partido, la mitad de los votantes conservadores escoceses señalaron, según la encuestas, que abandonarían a la formación si el excéntrico político se convertía en líder. En general, los tories nunca han sido especialmente queridos en Escocia. En su día, Ruth Davidson fue la gran excepción, consiguiendo grandes resultados para la formación. Pero dimitió como líder de los conservadores escoceses por desavenencias con el primer ministro respecto al divorcio con la UE.
El Brexit -que fue ampliamente rechazado en Escocia- volvió a impulsar el sentimiento nacionalista y la pandemia no ha hecho otra cosa que dar más impulso a la causa. Downing Street solo tiene competencias sanitarias en Inglaterra. El resto de naciones que componen el país (Escocia, Gales e Irlanda del Norte) han impuesto sus propias reglas. Y los escoceses prefieren tener a Sturgeon liderado la crisis sanitaria antes que a Johnson, cuya gestión ante la situación es sumamente criticada.
En 2014 tuvo lugar una histórico plebiscito -consensuado con Downing Street- donde ganó finalmente la unión con el 55,3% de los votos frente al 44,7%. La participación récord superó el 84%. Los secesionistas aceptaron entonces que el plebiscito era “único en una generación”. Pero con el Brexit consideran que las reglas de juego han cambiado. La cuestión es que el Gobierno central se niega ahora a sacar las urnas.
Hasta la fecha, la líder del SNP siempre se había negado a hablar de un plan B si Londres insistía en su negativa. Sin embargo ahora, tras las presiones de los radicales de sus propias filas -con estrechos vínculos con los secesionistas catalanes- ha presentado una “hoja de ruta” para la celebración de un nuevo plebiscito, que se convocaría tras la pandemia, según defiende de forma “legal”.
Sturgeon considera que, si finalmente gana los comicios previstos de primavera, a Downing Street sólo le quedan tres opciones: aceptar que el parlamento escocés tiene competencia para convocar la consulta conforme a la Ley de Escocia de 1998, dar su autorización activa para la votación o batalla en los tribunales.
En los próximos días, de hecho, el Tribunal de Sesiones de Edimburgo, la más alta corte civil en Escocia, deberá pronunciarse sobre si el Parlamento escocés es competente para convocar un referéndum sin autorización previa del Gobierno británico, tras el caso que ya ha planteado el activista David Keatings.
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