Coronavirus

Alemania decreta un “confinamiento duro” con cierre de comercios y colegios hasta el 10 de enero

Esta Navidad las reuniones de más de cinco personas, sin contar a los menores de 14 años, están prohibidas, tampoco se podrá vender alcohol en la calle ni abrirán los mercados ambulantes

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Alemania quedó lejos de ser aquel país que consiguió frenar a la pandemia durante la primera ola. El Gobierno alemán y los Estados federados acordaron ayer decretar un “confinamiento duro” a partir del miércoles para tratar de frenar la propagación del coronavirus.

Las escuelas, guarderías y comercios no esenciales permanecerán cerrados hasta el 10 de enero, mientras que se incentiva el teletrabajo y se prohibieron las reuniones por Año Nuevo. Angela Merkel y los jefes de los 16 Estados federados consensuaron en una teleconferencia dar este paso, que supone un endurecimiento con respecto a las restricciones a la vida pública y la actividad comercial vigentes desde noviembre.

La canciller constató que los “muy numerosos fallecimientos” debidos a la pandemia y el “crecimiento exponencial” de las infecciones. “Estamos obligados a actuar, y actuamos ahora”, aseguró al dar a conocer las nuevas medidas.

Con este confinamiento parcial, las empresas deberán permitir a sus empleados trabajar desde sus casas o facilitar las vacaciones durante estas próximas tres semanas y media para, en palabras de Merkel, “aplicar en todo el país el principio de nos quedamos en casa”.

Las reuniones, también en Navidad, se limitarán a cinco personas de dos domicilios (sin contar los menores de 14 años) y se mantiene la prohibición de viajar. Asimismo, quedará prohibida la venta de alcohol en la vía pública, después de que numerosos cafés y bares, cerrados desde principios de noviembre, habilitaran puestos callejeros para vender vino caliente, una tradición navideña muy arraigada en Alemania.

Después de seis semanas de cierre total de restaurantes, bares, teatros, cines, museos e instalaciones deportivas, Alemania ha constatado que estas restricciones son insuficientes, sobre todo de cara a las fiestas de fin de año, cuando las compras se intensifican.

Atrás quedan esos meses en lo que mientras media Europa se sumía en el confinamiento y se ahogaba en el caos de los hospitales abarrotados, el país germano se erguía como la antítesis de una realidad que no solo supo controlar al coronavirus, sino que lo hizo sin necesidad de mascarillas, ni de fuertes restricciones.

La situación ha cambiado y, a pocos días de la Navidad y a la espera de la vacuna, el país se prepara para un “confinamiento duro” que coincide con el arranque de las vacaciones escolares y como estocada a las ya de por sí reducidas fiestas navideñas que este año ha hecho prescindir al país de sus tradicionales mercadillos.

Desde hace días se multiplicaron las voces que reclamaban un confinamiento más drástico. “Necesitamos una respuesta coordinada para todo el país”, dijo el viernes el primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, Armin Laschet, de la CDU, el partido de Angela Merkel. No fue el único. Hubo más llamadas y si cabe aún más trágicas como la de la Asociación alemana de Cuidados Intensivos y Medicina de Urgencia que también exigió un parón inmediato de la vida pública en todo el país o de lo contrario los hospitales se enfrentarán a una situación de colapso.

La pandemia fuera de control

Ayer, el dirigente de Baviera, Markus Söder, advirtió que la pandemia “está fuera de control” y habló de “una catástrofe que afecta más a nuestras vidas que cualquier otra crisis en los últimos 50 años”.

De fondo, todavía resuenan las palabras de la canciller que el pasado miércoles dio una locución imperiosa, como nunca antes, a favor de combatir el virus con restricciones más duras. A ella se dirigen todas las miradas de una ciudadanía que, por primera vez desde la irrupción de la pandemia, asiste atónita al devenir de cifras que cada día marcan nuevos récords.

Pero en Alemania, la protección contra infecciones es un asunto de los 16 Estados federados. Los gobiernos locales determinan de forma independiente qué está permitido o prohibido y el Gobierno en Berlín tiene poca influencia. La canciller, que es una defensora de las medidas estrictas, se ha reunido con los primeros ministros varias veces, han debatido acaloradamente durante mucho tiempo, pero al final siempre tuvo que admitir su derrota. Tiene las manos atadas.

Como resultado, las medidas y las regulaciones por el coronavirus son diferentes a nivel regional y, en algunos casos, extremadamente contradictorias.

El coronavirus será la última batalla de Angela Merkel. Y de ahí que esté mostrando una actitud nunca antes vista en su persona. Respaldó con decisión la recomendación del Instituto Leopoldina y otros científicos de endurecer las restricciones antes y después del período navideño: cerrar antes las escuelas, no tener contactos sociales fuera de la familia y disciplina.

Más disciplina que hasta ahora. Unas palabras en las que, como cuando mencionó a los abuelos que no estarán en las próximas navidades por el virus, se respira un cierto aire de despedida.

Las cifras de contagios en Alemania son “motivo de preocupación” para el Gobierno. Si el número de contagios alcanzó un máximo de 6.000 por día en primavera, actualmente es casi cuatro veces mayor. Actualmente, más de 4.000 pacientes con COVID-19 están siendo tratados en unidades de cuidados intensivos. En primavera, el máximo fue de alrededor de 2.850. En toda Alemania hay entre tanto una media de solo tres camas de cuidados intensivos disponibles por hospital.

¿No sería mejor si en Alemania se impusiera un confinamiento total, como en los países vecinos? Para el país y la política tendría consecuencias nefastas, porque la economía se resentiría mucho y habría que crear nuevos paquetes de ayudas. Por ello, el ministro de Finanzas, Olaf Scholz, anunció que en breve se aprobará un nuevo paquete de ayudas para apoyar a la economía, en la línea de las aprobadas hasta el momento durante las restricciones previas.