Brexit
El Brexit acerca la reunificación de las dos Irlandas
La salida de la UE abre el debate sobre un referéndum para unir la isla. Mientras, aumenta el número de norirlandeses que solicita el pasaporte de la República para conservar sus derechos como ciudadanos comunitarios
“Nunca ha existido una frontera irlandesa, sino que era una frontera británica”, asegura categórico Andrew, en cuyo taxi recorremos horas después de proclamarse el Brexit las carreteras que bordean el límite entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Sin ayuda de las señales es imposible distinguir en qué lado nos encontramos. Los coches circulan libremente en una y otra dirección. En uno de los antiguos pasos fronterizos, se encuentran tres gasolineras donde los vecinos de Derry acostumbran a repostar porque la gasolina es más barata que en Reino Unido. “Me quedan a cinco kilómetros de casa, pero con una frontera no sé si me compensaría”, reflexiona Andrew.
Católicos y protestantes rechazan, por diferentes motivos, el Brexit. Para los republicanos, la salida de la UE supone perder de un día para otro sus derechos para trabajar, viajar, estudiar o hacer negocios con el resto de Europa. Los unionistas, en cambio, sí apoyan el divorcio, pero temen que el arreglo para evitar una frontera dura les aleje de Reino Unido. Y esto último es, precisamente, lo que está provocando el portazo a la UE. Cada vez más norirlandeses ansían una reunificación con el sur para mantener su ciudadanía.
A diferencia de Escocia, donde el nacionalismo identitario reclama otro referéndum para decidir su futuro, en el Ulster se busca una vía para no perder los actuales vínculos con Bruselas. Y es que su economía, más pobre que la del resto de Reino Unido, se ha beneficiado más que ninguna de las ayudas europeas, especialmente de los fondos de la Política Agrícola Común (PAC). En un intento de calmar los ánimos, el Gobierno del “premier” Boris Johnson anunció hace dos semanas que invertirá 2.000 millones de libras (2.300 millones de euros) en la región.
En opinión de Ricki O'Rawe, profesor de la Universidad de Belfast, “el proceso de negociación desde el referéndum ha puesto en evidencia la brecha que existe entre Inglaterra y las regiones de Reino Unido”. “Los norirlandeses sentimos el divorcio porque disminuirán las inversiones económicas y por los problemas que traerán consigo los nuevos procedimientos aduaneros”, comenta a LA RAZÓN.
En una reciente visita a Belftast, el negociador jefe de la UE, Michel Barnier, advirtió de que "Irlanda del Norte será la parte de Reino Unido más afectada por el Brexit” a consecuencias del “complejo sistema de aduanas”, lo que calificó como "un gran desafío” para las autoridades británicas.
Si bien los acuerdos de paz de Viernes Santo prevén un posible referéndum sobre la unión de la dos Irlandas, ni los republicanos del Sinn Fein, antiguo brazo políticos del disuelto IRA, lo ven como un escenario realista a medio plazo. “Hay muy pocas posibilidades de una Irlanda unida en un futuro previsible”, explica a este diario Henry Patterson, profesor emérito de Historia e n la Universidad del Ulster. Entre otros motivos porque “una proporción significativa de católicos en Irlanda del Norte está a favor de permanecer en Reino Unido”. Entre los motivos, cita “las desastrosas consecuencias económicas para el Ulster y al peligro de una respuesta muy violenta por parte lealista”.
Además, prosigue Patterson, la integración de los seis condados del Ulster supondría un coste económico muy elevado para la República de Irlanda. “Los economistas irlandeses han señalado que el Estado irlandés no podría permitirse asumir el subsidio para Irlanda del Norte sin un aumento masivo de los impuestos en la República”. Una eventualidad que los irlandeses, con una renta per cápita de 66.700 euros frente a los 24.000 euros de sus hermanos, no estarían dispuestos a pagar.
Pese a los obstáculos, O'Rawe, considera que “se ha abierto la caja de los truenos y no creo que sea fácil taparla”. “La reunificación de Irlanda ha brotado en la consciencia publica como una posibilidad seria y una parte importante de la conversación cívica”.
Los sondeos, entre tanto, constatan que el Brexit moviliza las conciencias en el Ulster. Por primera vez, los partidarios de unirse con el sur superan a los que desean permanecer en Reino Unido por un 51% frente al 49%.
Tal resultado podría reflejar la incertidumbre y la ansiedad que rodea al Brexit, la frontera irlandesa y su efeto potencial sobre la vida en la provincia. Significativamente, el mismo estudio refleja que el 55% de los norirlandeses cree que era más importante para Irlanda del Norte permanecer en la UE que permanecer en Reino Unido.
En las calles de Derry, que votó “remain” con un masivo 80% frente al 56% del conjunto del Ulster, se aprecia también que la unificación es un sueño que queda lejos. Pero las opiniones van por barrios. En la orilla izquierda del rio Foyle, de mayoría católica, las banderas tricoleres reflejan la identidad irlandesa de la mayoría de sus habitantes. Eses el caso de Ewan, que al salir de un pub nos comenta que “la unificación es una utopía porque Dublín no va a querer asumir más problemas”. Por eso, este joven estudiante de Derecho ha optado por solicitar su pasaporte irlandés. Un fenómeno que no ha dejado de crecer desde el referéndum de 2016. Según el Ministerio de Exteriores irlandés, el año pasado recibió 900.000 solicitudes, un 7% más que en 2018. Tener un abuelo irlandés o haber nacido en Irlanda del Norte dan derecho a obtener la nacionalidad.
Por el contrario, en el bastión protestante y unionista de la orilla derecha del río, nos resulta difícil encontrar a personas dispuestas a renunciar al pasaporte británico. Es el caso de Maggie, una anciana que arrastra su carro de la compra en este lluvioso sábado post Brexit. “Mi familia procede del norte de Inglaterra y vive desde hace generaciones en el Ulster, por lo no me aventuraría a vivir ahora en un país que no es el mío”. A su lado, su nieta Mary, que estudió Derecho en Londres, arguye que “no hay mayoría para dejar a la Union Jack y a la Reina en el Ulster, donde muchos aún se sienten británicos y no verían con agrado ser gobernados desde Dublín.