Elecciones en Reino Unido
Johnson parte como favorito sin tener garantizada la mayoría absoluta
Por tercera vez en cinco años, los británicos acuden hoy a las urnas sin haber zanjado el Brexit y con dos candidatos que no entusiasman al electorado. Los conservadores temen ser víctimas del voto útil a los laboristas para frenar la salida de la UE
Es el momento del todo o nada para el Brexit. Los británicos se enfrentan este jueves a las urnas para decidir el futuro del Reino Unido y también el de la UE. Lejos de las dudas que sobrevolaban en los comicios anticipados de 2017 -donde Theresa May no consiguió el Gobierno “fuerte y estable” que pidió para iniciar las arduas negociaciones del divorcio con Bruselas-, ahora el electorado cuenta con un escenario concreto.
El actual inquilino de Downing Street, Boris Johnson, promete sacarles del bloque el 31 de enero con el nuevo acuerdo de retirada que, contra todo pronóstico, logró cerrar el pasado mes de octubre con los Veintisiete, consiguiendo además la luz verde de la Cámara de los Comunes para su tramitación. Muy distinto a la aprobación definitiva.
Por lo tanto, aquellos que aboguen por la ruptura apoyarán ahora por los tories. Sin olvidar que tras el tortuoso proceso de divorcio, quedarían ahora unas negociaciones -si cabe aun más complejas- sobre las futuras relaciones entre el Reino Unido y la UE.
Por su parte, los que ven aun esperanza de celebrar un nuevo referéndum, votarán en contra de los conservadores, o dicho de otra manera, darán su respaldo a los laboristas. La oposición propone ahora solicitar una nueva prórroga para negociar un nuevo acuerdo de retirada en un plazo de tres meses y someterlo a consulta -con la opción de la permanencia- en un plazo de seis.
Se antoja prácticamente imposible que las filas del radical Jeremy Corbyn logren ser el partido más votado. Pero muchos “remainers” sí están dispuestos a dar su voto al veterano político, de 70 años, con el único propósito de dejar a Johnson, de 55 años, sin la ansiada mayoría que necesita para ejecutar el divorcio. Y debido al complejo y nada proporcional sistema electoral británico, la estrategia del voto útil podría dar la sorpresa, como ocurrió ya en 2017.
La clave de todo de estos comicios no está en quién ganará, sino por cuántos escaños podrá hacerlo el primer ministro de los 650 que están en juego. Y, en este sentido, los analistas no se atreven a descartar por completo ningún escenario. Cierto es que los conservadores han liderado las encuestas durante toda la campaña.
Con todo, “The Times” publicó ayer un macrosondeo donde se advertía que la mayoría “tory” había pasado en tan solo dos semanas de 68 a 28 escaños. El sistema utilizado por la encuesta fue el único que en 2017 predijo un parlamento fragmentado, así que el nerviosismo que se respiraba ayer en el cuartel general del Partido Conservador era entendible.
Hay, por tanto, mucho en juego. Aunque los lideres con los que cuenta ahora Westminster no están quizá a la altura del momento histórico. Los partidos mayoritarios se han radicalizado como nunca antes hacia los extremos. Y si a la derecha Johnson está al frente del Gobierno más impopular de todos los tiempos, a la izquierda Corbyn representa el líder de la oposición peor valorado desde que empezaron los registros.
El líder “tory” tiene una tormentosa relación con la verdad y un estilo completamente caótico. Wikipedia pone incluso entre signos de interrogación su número de hijos, debido a su ajetreada vida extramatrimonial. Pero el “duro” castigo que recibió por romper las normas durante la campaña del plebiscito de 2016, cuando se presentó como gran estrella euroescéptica con el único objetivo de impulsar su liderazgo, fue el de mudarse a Downing Street el pasado verano tras las primarias del Partido Conservador.
Por su parte, el líder laborista mantiene una criticada defensa a regímenes como el venezolano o el iraní y no consigue desprenderse de las acusaciones de antisemitismo. Sus propias filas dudan de su capacidad de gestión. En la recta final de campaña, se hizo pública una conversación privada del portavoz de Sanidad de la oposición, Jonathan Ashworth, con un “amigo” tory al que le confesaba que el veterano político suponía “una amenaza para la seguridad”.
Claro que las últimas horas de campaña de Johnson tampoco quedaron exentas de polémica. Su reacción metiéndose en el bolsillo el teléfono de un periodista que le mostraba de manera insistente la fotografía, convertida en viral, de un niño de cuatro años en el suelo de urgencias de un hospital por falta de camas fue de lo más criticada.
El conocido como el NHS lleva ya tiempo enfermo. Los síntomas se agudizan seriamente en invierno. Para primavera, que es normalmente cuando los británicos celebran elecciones, los dolores mejoran y pasan a segundo plano.
Pero la clave es que las urnas se sacan ahora en pleno diciembre, circunstancias que no se daban desde 1923, y el paciente está grave, con los servicio de urgencias completamente colapsados. Los centros más saturados se encuentran además el norte de Inglaterra, precisamente donde están los llamados “distritos marginales”, aquellos donde ni laboristas ni conservadores tienen el voto asegurado, en definitiva, aquellos donde Johnson se juega ahora la mayoría absoluta.
La carrera para estos comicios, cuyo resultado se conocerá el viernes debido al lento recuento, se decide sólo entre dos caballos. Porque, debido al voto útil, el Partido del Brexit del eurófobo Nigel Farage ha sido devorado por los tories de la misma manera que los laboristas han difuminado del mapa a los Liberal Demócratas de Jo Swinson, la que hace tan sólo dos meses se presentara como la gran heroína de la causa pro UE.
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