Berlín
Obama: «El desembarco cambió el curso del siglo XX»
El presidente de EE UU describe la Segunda Guerra Mundial como una «guerra mala, pero esencial».
El mérito de Barack Obama no consistió ayer en asistir al aniversario del desembarco aliado en Normandía. No marcó ningún hito porque la tradición la inauguraron sus predecesores –Jimmy Carter, para más señas– y él la ha continuado. Pero si por algo se distinguió es por subrayar, en un tono solemne y grave, no exento de emoción, que el mundo de hoy no hubiera sido el mismo sin el sacrificio de miles de soldados aliados. Ese día, el 6 de junio de 1944, «la valentía y la generosidad desinteresada de unos pocos hicieron posible cambiar el curso de un siglo entero», dijo el presidente estadounidense, desde la tribuna instalada en el cementerio americano de Colleville-sur-Mer, a apenas unos metros de las playas por las que la libertad hizo irrupción pero con un elevado coste humano. Miles de soldados fallecerían en una operación que la adversidad meteorológica complicó. Un día que «no podemos ni debemos olvidar», señaló Obama. «El peligro era máximo y en penosas circunstancias, hombres que se creían ordinarios encontraron dentro de sí la manera de culminar algo extraordinario».
Muchos de ellos, de los tres millones de aliados que desembarcarían entre ese «día D» y las semanas posteriores, reposan en ese camposanto, sembrado de más de 9.000 cruces blancas. A aquellos que «derramaron su sangre en la tierra normanda y que yacen ya para la eternidad» quiso rendir homenaje el presidente francés, Nicolas Sarkozy como anfitrión del 65º aniversario de esta conmemoración a la que también asistieron el Príncipe Carlos de Inglaterra, el primer ministro de Reino Unido, Gordon Brown, y el canadiense, Stephen Harper.
Ante un nutrido auditorio de 9.000 invitados, unos 2.000 americanos, y 200 veteranos excombatientes, Sarkozy homenajeó personalmente a su homólogo estadounidense disipando las rencillas, o «pelusillas», que se han atribuido a la relación franco-americana en estos meses en los que el carisma de Obama habría eclipsado la popularidad y liderazgo ejercidos por el francés en la escena internacional. Y ensalzó doblemente la figura de su colega, «por la función –que ostenta– y por la sangre que corre por sus venas» ya que todos los franceses, dijo el líder galo, ven en él «el símbolo de la América que amamos», por su defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos.
Otro muy diferente hubiera sido el rumbo del mundo sin el acto heroico de las fuerzas aliadas, cuya victoria no sólo «permitió liberar a Francia y abrir el camino hacia Berlín», dijo ayer Obama sino «otros triunfos posteriores a la liberación de Europa como el plan Marshall y la OTAN».
Lo que estaba en juego, según el inquilino de la Casa Blanca, cuyo abuelo materno estuvo en esas tierras a las órdenes del General Patton, no era una mera lucha de influencias. Lo que se estaba dirimiendo era el combate contra el totalitarismo, encarnado por el yugo nazi, por lo que calificó a la Segunda Guerra Mundial, como «una guerra mala pero esencial». Quizá uno de esos raros, por escasos, acontecimientos que no se prestan ni a tergiversaciones, ni a dobles interpretaciones, y que hablan «con una sola voz».
Los soldados de todas las naciones aliadas fueron ayer recordados. Todos los mandatarios evocaron las calamidades, el frío y la corta de edad de aquellos que perdieron su vida en aquel «día D», «el día más largo» dejando atrás historias tan personales como anónimas.
Algunos de los protagonistas estaban ayer entre el público junto a rostros conocidos como el del actor Tom Hanks que en 1998 puso cara al desembarco en «Salvad al soldado Ryan». Los más jóvenes de aquellos héroes hoy rondan los 85 años y ayer algunos vieron reconocida su entrega. Como William Dabneym, un veterano negro cuya distinción permitirá además acabar con el tabú acerca de los cientos de hombres de color que integraban las filas del Ejército americano.
Brown y su «Obama Beach»
Un lapsus lo tiene cualquiera, pero el primer ministro británico no está para más equivocaciones durante la peor semana del laborismo. A la espera de los malos resultados en las europeas, Gordon Brown, en pleno homenaje a las víctimas del desembarco de Normandía, habló de la «Obama Beach» en lugar de la histórica playa de Omaha. Hay que decir, en su favor, que la palabra es muy parecida y que tener tan cerca al estadounidense puede crear confusión. Pero Brown fue el único mandatario que se confundió: «Y si cerca de Obama Beach, nos unimos al presidente Obama para rendir homenaje a la inmensa gesta de los soldados que dieron su vida en Omaha Beach...».
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