Londres
El asesino vasco
En el planeta tierra, que tanto vigila Leire Pajín, hay tres tipos de seres: los normales, los anormales y los de PNV. Dicen estos señores unas cosas que yo no entiendo. Empezaron criticando el tono «épico» del lehendakari en el discurso del sábado, como si no fuese épica la resistencia española a la barbarie etarra. También afearon la intervención de la viuda del policía nacional asesinado, doña Francisca Hernández, alegando que estaba «sedada a tope», que es un error «que las viudas hablen» y que «lo mezcló todo al hacer referencias muy duras a las familias de los presos». Nos es muy difícil a los que no gozamos del amparo de los batzokis comprender que los familiares de los presos son para un jeltzale más respetables que la familia real o la de un guardia civil. Y que les gusta el silencio de las viudas y los huérfanos porque permite oír mejor el estampido de los disparos. Los plañidos de las viudas están reñidos con la calma hipócrita de ciertos salones de Bilbao o San Sebastián, donde se sirve el té de las 5 mientras y se comenta con paciencia «lo pesados que son estos chiquitos , que no dejan de matar». La última la ha protagonizado el presidente del partido, Íñigo Urkullu, al reprochar otra vez a Patxi López el «tono» de su intervención y el que aludiese en euskera al «asesino vasco» («euskaldun hiltzaileak»). «Creo que hay que medir mucho –ha dicho– las palabras para la caracterización de los vascos, porque caracterizaciones de los vascos se han hecho en el pasado de manera absolutamente injusta». Insisto en que no entiendo nada. Me pregunto cómo tenía que haber denominado el nuevo lehendakari al tipo que ha abrasado vivo a Eduardo Puelles: ¿gudari?, ¿revolucionario del pueblo?, ¿verdugo justiciero?, ¿ o tal vez cocinero del norte? Me temo que el criminal es exactamente eso, un asesino vasco. Urkullu pretende ignorar que hay obreros vascos, empresarios vascos, viudas vascas, políticos vascos y asesinos vascos. Estos últimos son, además, criminales vascos, traidores vascos y ratas vascas. Y junto a ellos hay, por cierto, sinvergüenzas vascos, sucios cómplices nacionalistas de cuello blanco, caserío familiar, barco en Donosti, educación en Londres y corazón egoísta.
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