Londres
Manzanares lució coleta hecha del pelo de su mujer por Jesús MARIÑAS
El mundo taurino anda tenso. Por un lado, Rivera Ordóñez, que si bien escasea en los carteles taurinos no lo hace en la crónica social, montó una buena en un festejo de Andújar y casi se le fue de las manos el asunto con el magistral Julio Aparicio.
Por si no fuera suficiente semejante antagonismo, Finito de Córdoba también es noticia porque aseguran que su cuadrilla se lió a mamporrazos con unos que censuraban la falta de valentía del patrón. Parecen resucitar viejas rencillas entre los diestros, conflictos que podrían tener un trasfondo amoroso, porque Julito, Fran y Finito compartieron relación con Blanca Romero, Blanca Martínez de Irujo –que según Patricia Rato fue el gran amor del primogénito de Carmen Ordóñez– y Vicky Martín Berrocal. En un plan de lo más endogámico se intercambiaron las parejas y parecía que a ellas poco les importaba.
El contrapunto lo ofrece José Mari Manzanares, que, con el poderío embrujador de Morante, puso una pica en la airada tarde de Brihuega. Entre el público, componían un trío excepcional Nati Abascal, Cari Lapique y Nuria González –quizá para recordar los sueños rotos de su padre, que también toreó aunque nunca llegó a pasar de novillero–. Como si estuviese en La Maestranza, Nati arrojó el abanico a Manzanares y desplegó el gran entusiasmo que guardaba bajo una chaqueta blanca de aire tirolés. Nuria se animaba con un botellín de whisky que le supo a poco y Cari tiritaba sin dejar de observar la rubia coleta de Manzanares. «¿A qué obedece?», le pregunté al diestro. «Está hecha con pelo de mi esposa Rocío, por eso tiene un color más claro», respondió. Cerca de nosotros estaba María José Suárez, que ya no puede ponerse más en su antaño normalísima boca.
La modelo tampoco acertó vistiéndose y da la impresión de que ha perdido mucho más, a parte de a Feliciano López. En la soleada tarde alcarreña, el empresario Maxi Pérez logró organizar un virtuoso cartel que encandiló a 7.000 espectadores. Alipio Pérez-Tabernero, dinastía y sentir de lo más taurino, ocupaba burladero de callejón. La marquesa de San Eduardo y el niño Pérez Tabernero –que mostraba su entusiasmo por Morante– también tenían su lugar en las gradas, al igual que el embajador francés, Delaye, el ministro de Comercio galo y José María Cano, que sigue en Londres después de haber hecho época con Mecano.
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