Sabadell
Cajas por Andrés MURIEL
Cuando se vea hoy la fumata blanca en el tejado del Banco de España, probablemente el Gobierno andaluz respire aliviado al comprobar que la presión política ha surtido efecto y que Unicaja ha sido la elegida para comerse el otrora «caramelo envenenado» de Cajasur. Porque si fuera la vasca BBK o el Sabadell, por ejemplo, los que abrieran mañana a cinco columnas las primeras páginas de los periódicos, Griñán tendría que meter la cabeza debajo de la tierra como una avestruz y recoger los pedazos rotos del proyecto de «gran caja» andaluza. El sueño de una década del ex presidente Chaves.Pase lo que pase –aunque está muy claro lo que va a pasar– el proceso de adjudicación de Cajasur ha demostrado el poder tentacular de la política, su peligroso serpenteo por todas las esferas de la sociedad, de la economía y de la vida pública. Hasta la redefinición del mapa financiero de un país está, no guiado, sino absolutamente comandado desde los cuarteles generales de los partidos, que se convierten en los principales «lobbys» de las instituciones a las que se le presupone independencia. Esto es, el Banco de España o el propio Tribunal Constitucional. A Andalucía puede hacerle falta músculo financiero, una entidad regional potente, pero no a toda costa. En este punto habría que preguntarse qué es lo que ha cambiado desde aquel informe del Boston Consulting Group que señalaba que la fusión entre Unicaja y Cajasur entrañaría un excedente de 1.224 trabajadores y el cierre de 300 oficinas. José María Fidalgo, el martes en Los Encuentros de LA RAZÓN, apostaba por huir de los provincianismos y buscar el «tamaño mundo». El problema es que defendemos las 17 autonomías como un baturro su establo.
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