Los Ángeles
Arthur Penn muere el director que hizo arte la violencia
Lástima: ayer desaparecía el revolucionario director que, en los años 60 (Arthur Penn tenía 88 recién cumplidos, lo celebraba el día 27 de este mes) se reveló como el intrépido Robin Hood de la industria.
Un realizador que, por ejemplo y para siempre, transformaría en héroes a los ladrones y asesinos en «Bonnie and Clyde», que llegó a traspasar con sus potentes, violentas imágenes, no ya las barreras sociales y culturales de su tiempo, sino que incluso creó tendencia en la moda, el cine y el arte en general. Y algo más: fue el único director, nos parece, que con una cinta, «Pequeño gran hombre», que narraba la conquista del Oeste desde una óptica muy diferente a la habitual y con Dustin Hoffman al frente del reparto, consiguió llenar las pantallas de entusiasmados espectadores indios durante aquellos convulsos e iniciales setenta. Hermano del fotógrafo Irving Penn, erigió mitos y acabo con numerosos estigmas de este mundillo.
Scorsese, Coppola, Lucas
Difícilmente superable a la hora de contar historias, la creatividad de Penn, que ayer moría de repente por culpa de un ataque al corazón, según informaba «The New York Times», inspiró a profesionales del medio tan claves y grandes como Coppola, Lucas y Scorsese, aunque luego cada uno de ellos tomara las riendas de sus propios destinos. Se trató, sin duda, de un adelantado a su tiempo, de un tipo brillante que debutó con algunas de las primeras transmisiones televisivas en vivo realizadas en EE UU de producciones dramáticas. Y luego llegó Broadway, donde estrenó varias obras de teatro importantes. Es más: en 1959 ganó el Tony por «The Miracle Worker», protagonizada por una jovencísima Anne Bancroft, que en 1962 tuvo su propia versión cinematográfica, también dirigida por Penn y con Bancroft (que obtuvo el Oscar por su magnífico papel), con el título «El milagro de Ana Sullivan».
La verdad es que Arthur Penn era un consumado director de actores que concibió nuevas maneras de interpretar. Por cierto, nadie podrá olvidar nunca cómo asesoró al entonces candidato John F. Kennedy en el debate para la pequeña pantalla con Richard Nixon: Penn fue quien le sugirió mirar directamente a cámara y responder de forma breve y concisa. Probablemente fueron las claves de su éxito.
«Una sociedad debe ser inteligente y prestar atención a aquellos que no se sienten incluidos para entender dónde está fallando», dijo en cierta ocasión. Y de esa idea nacieron otros títulos: «Missouri», que protagonizaron Marlon Brando y Jack Nicholson; «La noche se mueve», con Gene Hackman en el pellejo de un incisivo detective privado... Pero fue «Bonnie and Clyde» la cinta que incluyó ya de manera definitiva su nombre entre los gigantes del medio. Un proyecto del que en un principio no quería encargarse y que, sin embargo, terminó dirigiendo por la insistencia de su amigo Warren «Clyde» Beatty, productor a la postre de una cinta que los franceses Francois Truffaut y Jean Luc-Godard se negaron a realizar antes de que fuera Penn el encargado de ponerse a ello. Tenía 40 años cuando la estrenó, una historia que ha sabido envejecer mejor que muchas otras de ese tiempo porque en ella los bancos son los malos que consiguen arruinar la vida de los más pobres... La violencia, el humor, la modernidad, el erotismo, el increíble glamour de los personajes, y, sobre todo, un gran, mítico, sangriento final en el que ambos delincuentes acababan muertos tras ser acribillados a balazos por la policía, convirtieron a la producción en todo un clásico imitado hasta el aburrimiento por miles de directores de todo el planeta. Y todavía siguen inténtandolo inútilmente. «Son jóvenes, están enamorados; y matan»: con esta insinuante frase promocionó el estudio la película. Un magnífica labor publicitaria. Porque se hicieron millonarios con el taquillazo obtenido en media tierra. Penn se sentía orgulloso de su trabajo y no quería ocultarlo: «Yo quería mostrar la violencia tal y como era en realidad», afirmó. Una premisa que sirvió a Martin Scorsese de dogma para el resto de su carrera. El filme recibió ocho nominaciones de la Academia, aunque solamente lo obtuvo al final Estelle Parsons a la mejor actriz secundaria.
Bonnie, ocho nominaciones
Ni siquiera premiaron a una preciosa Faye Dunaway, un peligro de mujer armada hasta los dientes y nada que ver con el rostroque hoy luce petrificado por los sucesivos «liftings» y un malsano abuso del bótox. Pero daba lo mismo: «Bonnie and Clyde» se convirtió en un indiscutible hito de la cultura americana y, por ende, mundial, y sigue representando para muchos el ocaso de la llamada «edad de oro» de Hollywood, cuando el viejo sistema de las productoras dio paso a directores como el propio Penn, Robert Altman y Scorsese, que disfrutaban controlando sus películas.
Nacido en Filadelfia en 1922 (el día y el mes ya los conocen), era hermano del fotógrafo Irving Penn, que falleció hace poco, en 2009. Aunque ambos estuvieron involucrados en las artes visuales, Arthur dijo una vez que tenía muy poco en común con Irving. Sin embargo, Warren Beatty, una estrella cinematográfica de interpretaciones más que modestas, conocido, sobre todo, por las decenas de señoras que han pasado por su cama y que consiguió gracias a «Bonnie and Clyde» cuajar el mejor trabajo que ha hecho jamás en la gran pantalla, recuerda que el director siempre estuvo influido por aquel hombre que trascendió por las trágicas sombras de sus imágenes.
Igual de dramáticas que otra obra conocidísima de Arthur Penn, «La jauría humana» (1966), un contundente filme en el que un pueblo enloquece durante una calurosa y demente noche empapado en alcohol y oscuros deseos con Brando como un agente de la ley tan acosado por los habitantes de la localidad como el reo al que persigue. «Arthur Penn trajo la sensibilidad de las películas europeas de arte y ensayo de los 60 a nuestro país», comentaba ayer emocionado Paul Schrader, quien añadía que «cimentó el camino para una nueva generación de directores que llegaban desde las escuelas».
Demasiada técnica
En declaraciones recogidas por Efe en Barcelona hace más de 15 años, Penn confesó que en su juventud existían cineastas que, al haber vivido la Segunda Guerra Mundial, estaban «comprometidos política y socialmente». Él opinaba que «no hay ningún compromiso», lo que provocó, de manera progresiva, la aparición de filmes «asombrosos desde un punto de vista técnico, pero no tan completos».
El detalle: una filmografía con caracter
- «El Zurdo» (1958)
- «El milagro de Ana Sullivan» (1962)
- «Acosado» (1965)
- «La jauría humana» (1966)
- «Bonnie y Clyde» (1967)
- «El restaurante de Alicia» (1969)
- «Pequeño gran hombre» (1970)
- «La noche se mueve» (1965)
- «Missouri» (1976)
- «Georgia» (1981)
- «Agente doble en Berlín» (1985)
- «Dead of Winter» (1987)
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