París
Emma Cohen: «He perdido tersura pero he ganado recuerdos»
LA RAZÓN regala el próximo viernes «Pierna creciente, falda menguante», en la que participa la actriz junto a Laura Valenzuela, Fernando Fernán Gómez y José Sacristán
Recién parido Mayo del 68, era Emma Cohen una de las «musas progres» que nos llegaron de la llamada Escuela de Barcelona: la chica de los enormes ojos verdes, contestataria y tal, más liberada que liberal, con la que todos queríamos bailar en la verbena revoltosa y calenturienta de Bocaccio; en cada rizo parecía llevar una idea de Marx y en la chispeante sonrisa –siempre fue una irónica con carácter– una promesa de noche con final feliz. La película que el próximo viernes regala este periódico («Pierna creciente, falda menguante», de Javier Aguirre) tiene un especial significado para ella, porque en el rodaje conoció al que luego sería su pareja durante casi cuarenta años: Fernando Fernán Gómez.
-Hace en el filme de Rosarito la Criolla, una cupletista de la que se enamora un duque (Fernando Fernán Gómez). Parece una premonición...
-No veo relación alguna entre el capricho de un autoritario duque por una pícara cupletista, en 1916, y lo acontecido en 1970 entre Fernando y yo. No siempre los actores que encarnan una relación amorosa o sexual en la pantalla tienen una relación amorosa o sexual fuera de los focos.
-Claro, pero ¿le hubiera gustado ser una cupletista pícara a la que un duque calavera le llenara de joyas, como sucede en el filme?
-De ser cupletista, más me hubiera gustado cantar un montón de canciones preciosas que poseer un montón de preciosas joyas.
-En la película llegan los años 20, se acortan las faldas y el duque se enamora de una estrella del charlestón que, cosa increíble, prefería licenciarse en Químicas que las joyas del duque...
-No tan increíble. De todas las estrellas del charlestón de los años 20 es sabido que preferían las Ciencias Químicas a las joyas de los duques. Ya lo dice aquel refrán que luego fue cuplé: «Las "quimi"son más fetén que duque con joyas a tutiplén».
(Imagino su risa. Me pidió que le enviara las preguntas por correo electrónico y me responde por la misma vía. Me fío, pues, de lo que me dice: que viste «negligé fashion», que lleva el pelo blanco cortado a lo chico y que, conscientemente, nunca fue seductora ni coqueta; que sus ojos siguen siendo verdes mar, «aunque un tanto achicados», y que físicamente está «como si tuviera los años que tengo, al filo de los 64». ¿Y cómo se ve en el espejo? «Tal cual, pero en mágico: al otro lado del mismo; me veo serena y rara». Acaba de publicar un libro, «La libreta francesa», sobre el Mayo del 68; ella lo vivió en París).
-Pasa por la Escuela de Barcelona, hace una película con Montse Faixat, otra con Jordi Grau, y aparece en Madrid para hacer cine comercial. Llevaba camino de ser largo rato una «musa progre»...
-Fui una «musa progre» gracias a Antonio Maenza, Joaquín Jordá, Pere Portabella, Elisenda Nadal...
-¿Sintió que traicionaba sus ideales primeros?
-Sentí que me traicionaba cuando para sobrevivir tuve que hacer películas alimenticias cuyos guiones me parecían «putrefactomemos».
-¿Y hasta qué punto la relación con Fernán Gómez marca su vida?
-Con Fernando alcancé sintonía plena y mi vida fue suya.
-Vivió la etapa del destape...
-La viví estupefacta y la acepté. Sólo me apeé de una película.
-No sé si dijo alguna vez aquello tan bonito de «yo sólo me desnudo si lo exige el guión»...
-Creo recordar que no. De hecho creo recordar que me desnudé sin exigencias de guión frente al mar, y en la pradera, y bajo las estrellas.
(Aquí le hubiera dicho, de tenerla al lado, que eso no cuenta. Creo que sigue teniendo más de la Campanilla de Peter Pan que de la Gallina Caponata que fue en Barrio Sésamo. Eso sí: reconoce que fue gallina una vez: «cuando a los 18 años, a requerimiento de mis padres acepté ponerme de largo; debí haberme negado», asegura. Se siente bien, dice, alternando la escritura y la actuación, o lo que es lo mismo, la soledad y la compañía. Echa de menos no haber trabajado en más películas rompedoras. Reconoce su carrera como desigual y escasa. Vivió el franquismo «a duras penas y con furia contenida por el miedo»).
-Tengo la impresión de que se cansó de algo...
-Cansarme, lo que se dice cansarme, sólo de mi representante.
-¿Lo peor de envejecer?
-Que los seres queridos mueran antes que tú.
-Dice Woody Allen que en la vejez se pierde todo y no se gana nada...
-Yo he perdido tersura y he ganado recuerdos.
-Me imagino que ha ido dejando vicios...
-Intento que cada día sea lo más placentero posible. Bebo tinto y como níscalos y erizos.
-¿Qué le han regalado los hombres?
-Camaradería, saber y experiencia.
-Dígame de qué se siente muy satisfecha...
-De que la solidaridad siga y llegue a ser plena. De mi libre vida junto a Fernando Fernán Gómez. Del agua, la tierra, el viento y el sol. De gozar bravas y bellas obras homínidas.
(Escribe, da conferencias, dirige algún taller que otro y hace collages. Vive en soledad y le place. Se despide con «besos mil, cariños grandes, feliz otoño y que te vaya todo como tú desees», y me regala un dibujo muy naïf que bien pudiera reflejar cómo se ve. O cómo me ve).
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