Nueva York
Jagielski: «Si no hay noticias tienes que producirlas aunque sean tonterías»
Dos libros sobre el Cáucaso y otro sobre Afganistán jalonan su trayectoria de reportero veterano y preciso. Wojciech Jagielski, a sus 51 años ha optado por apartarse de la información diaria y trabaja ahora en dos relatos sobre Suráfrica, además de otro –"Night Wanderers"– que saldrá a la venta en enero.
En uno de ellos echa mano de un curioso protagonista: "el chico que me encontré en la Copa del Mundo y que me contó que fue el primero en introducir la vuvucela en los estadios. Podría ser un millonario y es un pedigüeño porque no fue a registrarla. Le engañó un tipo de Ciudad del Cabo, que empezó a fabricar las vuvucelas. Y al final el dinero fue para los chinos".
–Estamos en tiempo de crisis económica y los periodistas no nos libramos de ella. ¿No será que el periodismo tampoco avanza en la dirección correcta?
–Es obvio que los medios están cambiando. Pero no es nuestra decisión. No se trata de si estamos contentos o no con esto. La ola está cambiando y nosotros no podemos hacer nada contra ello. Lo que sí es verdad es que ahora ya no hay lugar para historias como la del chico de la vuvucela.
–Es una fábula muy ilustrativa…
–El futuro para esta clase de historias son los libros, ediciones especiales para gente especial, adictos que necesitan libros como necesitaban diarios impresos. Los editores nos dicen que los lectores no están preparados para leer crónicas largas. OK, puede. Pero si seguimos ofreciéndoles piezas tan cortas, pronto no estarán preparados para leer otras cosas más extensas.
–Entonces, ¿qué tenemos que hacer?
–No sé dónde está el término medio. Lo que sé es que, en lo que se refiere a noticias, los lectores ya no esperan al periódico para informarse. Tienen internet, radio, televisión. Tienen información en directo en televisión sobre una ataque con bombas en Karachi, 40 muertos, ya está. Pero me preocupa qué clase de información es esa, qué tiene de bueno para ellos saber que han muerto tantas personas en una ciudad remota sin que nadie les explique nada más.
–Sólo tendrás la idea de que aquello es el infierno.
–Exacto. Y eso es lo que está pasando. Ya ocurría cuando éramos más jóvenes y tratábamos de explicar al mundo la guerra de los Balcanes. La gente leía los periódicos y cancelaban sus vacaciones en Eslovenia porque había guerra en Sarajevo. Una locura. Pero al menos antes tenías algo más de espacio para explicarlo. Ahora no hay oportunidad, ni espacio ni necesidad de ninguna explicación. Todo el periodismo está limitado por una frase en el fondo de la transmisión de televisión: "Cuarenta personas asesinadas en Karachi"o "Grecia está en crisis". ¡Nosotros estamos en crisis, yo estoy en crisis! Pero esa es toda la información sobre Grecia.
–¿Se muere el periodismo tal como lo entendemos?
–Nosotros fuimos privilegiados, nuestra generación de periodistas, porque la primera información sobre el mundo exterior la gente la obtenía a través de los medios de comunicación. Luego si estaban interesados en Afganistán buscaban libros sobre el tema, pero de los periódicos, de la radio o la televisión obtenían antes mucho más que ahora. Y ése es el problema. No hablo sólo de Afganistán. No sabemos nada de economía, por ejemplo. No tengo ninguna oportunidad de leer qué significa de verdad la inflación o la devaluación, o si es mejor entrar en el euro o salir de la eurozona. No sé nada, pero si tuviera buenos periódicos podría tomar decisiones. No puedo comprar 4 ó 5 libros para obtener esa información que necesito. Pero no hay información en los periódicos porque no hay espacio.
–¿En qué lugar quedamos los periodistas?
–Somos tipos que estamos para servir información a los lectores, no para entretenerles. Estamos para darles información y para ayudarles a tomar sus propias decisiones.
–¿Qué hemos hecho mal entonces?
–¿Qué hemos hecho mal? Yo vengo de una parte del mundo donde la libertad de expresión era algo en lo que la gente sólo podía soñar. Pero la conseguimos. Ahora creo que el mercado, la comercialización de los medios es algo mucho más peligroso que lo fue el gobierno comunista. Porque en aquella época el stalinismo te decía "no escribas eso". Y yo me adaptaba. Escribía entre líneas y la gente aplaudía. Y yo escribía más.
–Teníais un enemigo y por tanto un objetivo. Ahora ya no es lo mismo...
–Ahora no sólo intentas informar a la gente, sino darle espectáculo. Cuanto más les gusta, más intentamos entretenerles. Y ese es el error que estamos cometiendo. Hemos emprendido la senda del "desinfotretenimiento"y siento cierta responsabilidad por ello. A veces me invitan a ir a programas, pero sólo acepto si es para hablar de asuntos profesionales. Es decir, si me preguntan sobre la situación en Georgia, voy. Pero si me quieren para hablar de los riesgos de ser corresponsal de guerra, no gracias. Eso es periodismo de celebridades. Creo que no nos hemos dado cuenta de hacia dónde íbamos. Luego llegaron las televisiones, después del 11-S, y su única demanda era tener algo ahora y en vivo. El fondo ya lo explicarás más tarde…
–Es como una película, pero con actores reales ¿no?
–Es la mejor película que puedes ver. Horas y horas de transmisión en directo desde Nueva York el 11-S mostraron a los productores que no hay nada mejor. Es un "Gran Hermano"que la gente verá porque es lo real, los verdaderos muertos.
–Y sólo se necesita una cámara…
–Una cámara y el tipo adecuado. Sería mejor enviar un actor antes que un periodista. El actor sabe cómo hacerlo todo más dramático, cómo usar las palabras. Muchos periodistas comienzan a comportarse como actores, todos quieren ser Christiane Amanpour: famosos, bien pagados, reconocidos…
–¿Estamos más pendientes de quién cuenta las cosas que de los hechos?
–Sí, la gran noticia es que "nuestro"hombre está en Bagdad contándonos que el tiempo es malo. Y eso es todo. Pero es "nuestro"hombre y debe gustarnos, debemos estar preocupados por su seguridad. Así que él viste un chaleco antibalas, tanto si lo necesita como si no. No nos comportamos como periodistas sino como actores de moda.
–¿La imagen tapa el mensaje?
–Eso ocurre porque se piensa que es mejor enviar a una chica o a un chico guapos antes que a otros feos. Esto es un casting, como los que se hacen para modelos o actores. Si ellos saben algo de periodismo, no importa. A la gente que selecciona a estos periodistas ni siquiera le importan estas cuestiones básicas porque lo que quieren es que los lectores, los oyentes, los televidentes estén conectados a "nuestro"hombre. Por eso su nombre debe ser fácil, no Wojciech Jagielski, que no hay forma de pronunciarlo. Siempre envidié a un colega cuyo nombre es Christoff Miller, pero se hace llamar Chis Miller, que es fácil para todos, españoles, polacos o americanos. Chris Miller es Chris Miller.
–¿Estamos alienando a toda una sociedad?
–Estoy de acuerdo. Hoy quizá les falta esa explicación de la noticia. Les falta el análisis. Pero si todo lo que van a obtener es la información que ahora les estamos ofreciendo, comenzarán a cambiar sus hábitos. Si todas las mañana tomas café y de repente te lo quito dirás "¿Dónde está mi café?", pero en cuestión de un año, podrá ser agua o leche y olvidarás el café. Así que los lectores irán a los libros, que es donde se leerán las futuras historias. Conozco cada vez más periodistas en Polonia que están empezando a escribir libros. No es que sean un gran negocio. No se sobrevive de ellos. Pero si tienes tanto material, tantas experiencias, tantas historias, sientes la necesidad de darles salida para que no se pierdan porque no hay posibilidad ni espacio para plasmar estas historias en los periódicos.
–¿Cómo te imaginas el periodismo en 10 o 15 años?
–Me imagino a mí mismo como lector de periódicos, pero de fin de semana. Los lectores no tienen tiempo para leer cien páginas un martes. Seleccionan el artículo que les interesa y lo guardan para viernes, sábado o domingo. Así que deberemos hacer periódicos de fin de semana.
–Ahora ya lo hacemos, ponemos más papel pero no sé si más calidad.
–No lo sé. Realmente no lo sé. Pero tampoco me siento seguro pensando que la única fuentes de información vaya a ser internet y los medios electrónicos.
–Quizá esos medios electrónicos puedan ayudar a hacer otro tipo de periodismo, en el que el lector pueda elegir lo que quiere leer y en qué extensión…
–Puede, pero también están en una competición. No sé en España, pero en Polonia tenemos tres estaciones de televisión informativas al estilo de la CNN. Y compiten entre ellas. Pero no es suficiente tener noticias. Lo importante es cómo venden esas noticias. Por ejemplo, si tienes la elección presidencial en Rusia, puedes invitar a periodistas especializados o a políticos. Pero también invitarás a famosos que no saben nada sobre Rusia y que, si les preguntas su opinión sobre Putin, pueden decirte "odio a Putin". Un político o un periodista nunca te dirán algo así.
–La televisión necesita momentos "fuertes"para atraer a la audiencia…
–Sí, algo como "ese hijo de puta es un asesino". Y luego salen los comentaristas preguntándose por qué ese tipo ha dicho eso… Y así sucesivamente. Incluso yo, si escribo una historia para mi periódico, se puntuará por cuantos "clic"ha tenido en internet. Y nadie sabe las razones por las que tanta gente ha pinchado esa noticia: una palabra en el titular, tu nombre como autor, un error… por lo que sea, tu crónica tiene tantos "clics". Y al día siguiente tu editor te llama, aunque no haya ninguna novedad, y te dice "¿puedes escribir otra historia como la de ayer?"
–¿Nos toca crear noticias?
–Leí una historia sobre la BBC. Antes, cuando no había noticias ponían música en la radio. No había noticias porque no ocurría nada nuevo. Imagina la situación ahora, llegan las siete en punto, no hay noticias y el presentador dice: "discúlpenme, mis televidentes, pero no tengo nada que contar porque no hay nada nuevo".
–Puedo imaginarlo, pero no me atrevería…
–Jajajá, sería un golpe. Pero ahora aunque no haya noticias, tú tienes que producirlas, da igual si son tonterías.
–¿No se toma ahora a internet como una Biblia, casi como una verdad revelada?
–Seguramente hemos sido nosotros los que hemos dejado que los jóvenes piensen que no hace falta comprobar, que lo que hacer falta es la historia inmediata, en vivo. Y ahí no tienes ninguna oportunidad de confirmar. Recuerdo una información sobre la revolución en Ucrania que decía que una columna de tanques había salido de Harkoff y enfilaba hacia Kiev. Hay doscientos kilómetros entre ambas ciudades, así que se suponía que la columna llegaría a Kiev en cuatro o cinco horas. Pero no hubo más información. Ni una palabra. Pero la información dejó la idea de que se iba a producir un sangriento combate en Kiev. Ni siquiera se preocuparon por matizarla. Desapareció de la pantalla, sin más.
–¿Hemos perdido de vista el valor de la información?
–Es posible. El conocimiento y la información, para mi, son la base de la seguridad. No me puedo sentir seguro si no conozco determinadas cosas básicas. Hemos perdido esa percepción no sólo del extranjero, sino de la política local. En Polonia hemos tenido elecciones en octubre, y nuestra preocupación era que el porcentaje de participación podía ser el mas bajo en la historia del país, cuando durante años hemos deseado tener la oportunidad de poder votar. Pero ahora estamos perdiendo interés. No nos importa porque no podemos apreciar las diferencias entre este partido y aquel. No nos dicen nada acerca de sus programas. Ni lo que quieren hacer realmente. No quieren hablar sobre los problemas verdaderamente serios. Sólo quieren entretenernos. Yo no quiero ser entretenido por mi líder. Para eso tendría un payaso, que es una profesión distinta, y muy seria, a la de diputado en el Parlamento. Si voto a un líder necesito que se comporte con profesionalidad. Pero no sé a qué partido voy a votar porque no tengo información esencial sobre ellos.
–Entonces nos queda el voto del desencanto...
–En Polonia ahora estamos más decididos a votar contra alguien que a favor de alguien. Es un voto de enfado contra el sistema –"rage against the machine"– pero no es una buena opción. Durante la campaña de Bush y Gore hicieron un montaje con las imágenes de uno y otro, con lo que habían dicho, y cuando mezclaron todo no había diferencias entre ellos. Yo necesito a alguien en quien poder confiar, pero eso no se reduce a un rostro atractivo. Puedo amar a alguien porque tengo química, pero votar a un líder no es una cuestión de química. Es una cuestión profesional y la perdemos porque no tenemos información real.
–Pasa lo mismo con los movimientos de indignados en medio mundo. Están desilusionados y quieren algo distinto, pero no proponen soluciones...
–No es sólo una crisis de países sino de las instituciones que creamos. Quizá es que ya no funcionan. Las democracias pueden ser mejor de lo que la gente cree. Los partidos proponen candidatos por lo guapos, no por lo buenos, que son. No por lo que proponen en sus programas. Y en su primer mandato, intentan no hacer nada para no cometer errores. En el segundo, los gobiernos deben preocuparse de su reelección, pero los presidentes no porque tienen limitado el mandato. Osea que la perspectiva de nuestros líderes, de cuatro o cinco años, es suficiente mientras el sistema funcione. Pero qué hacer si no funciona. No lo saben y no están preparados para pensar en lo que puede pasar en treinta años. No piensan en esa perspectiva. La frustración de los jóvenes españoles, de los polacos que no entienden a los políticos, es mucho más grande que la crisis financiera griega. Esa frustración es porque el sistema no funciona correctamente. Y lo único que nos preguntamos, como si fuéramos niños pequeños, es ¿por qué a mí?
–¿Tenemos miedo de pensar cómo solucionar nuestros problemas?
–Tenemos miedos porque nuestra vida ha sido tan buena durante tantos años que dejamos de preocuparnos por cuestiones importantes. Antes, en Polonia un crédito era algo muy arriesgado. Luego cambió, tenías que coger más dinero del que necesitabas. Y te decían que te fueras de vacaciones, comprases un coche o una casa más grande. Hemos vivido esa vida. Y ahora los jóvenes no quieren trabajar como camareros, pero se quejan de que los extranjeros les quitan los trabajos. En España y en Polonia, da igual.
El asesinato de Chris Hani y la España de Franco
"La primera vez que llegue a África fue en 1993, cuando un emigrante polaco asesinó a Chris Hani. Si Hani estuviera vivo probablemente sería hoy presidente de Suráfrica. Era muy carismático", afirma Jagielski. El veterano reportero polaco –para muchos, sucesor del mítico Rysczard Kapucinski– califica aquella cobertura informativa como "fantástica, dramática, trágica, porque la familia de este hombre llegó a Suráfrica buscando libertad. Era una familia radicalmente anticomunista en Polonia. Su vida en la Polonia comunista fue espantosa, eran reprimidos. Buscaban un país que les garantizase que nunca habría un gobierno comunista"Y añade que "no me hubiera extrañado si hubieran llegado a la España de Franco. Para ellos, esa España era un país libre porque la libertad para ellos significaba que no hubiera comunismo".
Perfil
Desde Suráfrica a Chechenia, Afganistán, Georgia, la antigua URSS o Pakistán. Wojciech Jagielski ha cubierto para la "Gazeta Wyborcza", el diario más prestigioso de Polonia, un sinfín de acontecimientos internacionales. Pero de un tiempo a esta parte, prefiere centrarse en escribir libros sobre las áreas que conoce bien: "Ya no me dedico a las informaciones del día. No tiene sentido tener a un periodista de mis años y experiencia haciendo crónicas cortas. No quiero parecer arrogante con ello, pero tú no compras un Porsche para hacer 20 kilómetros. Estaré mejor aprovechado escribiendo sobre asuntos de más calado". Por eso reflexiona, sentado en la cafetería de un hotel en Segovia, sobre el periodismo actual y su futuro: "Mi periodismo era bueno en los noventa. No digo que fuera mejor, sino diferente. Y lo cierto es que ya no podemos volver a aquellos tiempos".
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