España
La blanca
Los narcotraficantes colombianos tenían mucha razón equivocándose. Aducían que no se dedicarían «a lo suyo» si el mercado de consumo de cocaína estadounidense (la blanca)no fuera el primero del mundo. Una sociedad tan estricta con las drogas como aquella que ha intentado el dueto de penalizar el consumo y la distribución mientras la DEA arrasaba con los productores. Washington no ha duda en invadir Panamá para llevar preso a su presidente, el general Noriega, acusado de narcotráfico por diferentes países. La blanca se ha instalado ya en España, canal de entrada de toda drogadicción dirigida a la Unión Europea. Dos de cada diez europeos consumidores de cocaína son españoles, cuando la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, quiere acabar con el tabaco. España fue el paraíso de la heroína hasta que se murieron todos. Podemos consolarnos recordando que la coca es un alcaloide y en su momento se habló que era uno de los componentes de la Coca Cola, que el opio y el láudano se expedían a comienzos del siglo pasado en las botica, que Mao Tse Tung, el general Salam y otro próceres eran opiómanos y que el problema económico de Afganistán reside en el cultivo de la amapola. Decomisamos toneladas, pero entra tres veces más para consumo de los más famosos y admirados. La blanca se baja de EE UU a España. El triunfo está escrito en el rayo blanco de una esnifada de coca en el lavabo. Un retrete mental que no sabemos controlar.