Hollywood
Verónica Echegui: «Todo me parece merchandising y hasta la paz es negocio»
Mientras prepara con Ramón Salazar «Diez mil noches en ninguna parte» y a punto de estrenar «Verbo», de Chapero-Jackson, o «La mirada de Óscar», de Martín Cuenca, nos tomamos un largo café con hielo en el hotel Mirasierra de Madrid. Según baja del taxi, nadie diría que esta criatura angelical tiene un «alien»: una mujer decidida que puede parecerse a Natalie Portman en su forma de interpretar, pero físicamente es un clon perfeccionado de la princesa Rania de Jordania
-Géminis, como yo, del mismo día aunque de lustros distintos. ¿Imprimen carácter los gemelos?
-(Risas) ¡Sí! Y dan mucho trabajo. Mucha lucha. Conjugar los «ahora sí» con los «ahora no». Pero creo que tengo más de dos.
-Raffaella Carrá nos elegía como redactores si éramos géminis, ¿le ha pasado?
-Algún que otro profesor, director o productor me lo ha preguntado. También por el ascendente. Pero tengo un as en la manga: soy ascendente virgo y eso me suaviza, me devuelve a la tierra.
-¿Cómo se sintió ante la candidatura al Goya como actriz revelación?
-Sentía que no lo merecía. Una pena, porque ahora creo que sí. Trabajé mucho. Pero ahí había una lucha geminiana entre «ojalá me lo den» y «no lo merezco». En mi descargo: tenía 22 años. Además, estaba predestinado, porque incluso se perdió mi vestido.
-Ganarlo a veces es una maldición. Mire lo que le pasó a Lolita.
-No hay una ecuación cerrada que determina qué pasa después. Por un lado, es maravilloso; por otro, debe generar una presión tremenda. ¡Ya han vuelto los gemelos!
-¿Y ahora, en qué anda?
-Sobre estos tacones (risas).
-Oiga, ¿inventaron un adjetivo con «La Juani»?
-Fue idea de Bigas Luna y creo que es más bien un sustantivo (risas).
-¿Y cómo se «juanea»?
-Siendo muy descarada, muy atrevida, vacilando. Y habiendo nacido en el extrarradio.
-Teniendo apellido de Nobel –Echegaray–, ¿por qué se lo redujo?
-Es un pariente lejano, de hecho. Lo reduje porque era simbólico, para separar mi vida del trabajo. Además, Etxegui, en vasco, es casa pequeñita, y yo era muy joven y me mimaban mucho.
-Luego pasó a codearse con Carmen Maura. ¿Se va por los rincones «pidiendo perdón»?
-No. Se da las gracias. Y espero que haya recibido toda la gratitud que siento hacia ella, porque es especial. O Carmelo Gómez, Candela Peña, Emma Suárez, Victoria Abril... Tengo una lista enorme de actores para los que es tan importante estar ellos bien como que lo esté el compañero.
-Tras «Tocar el cielo» y «Ocho citas», llega, por fin, «El patio de mi cárcel». ¿Era particular?
-Muy, muy particular... Isa fue un regalazo. Me cambió la vida.
-¿Qué aprendió de ella?
-Comprendí a una generación que no viví: los ochenta. Me sirvió para entender muchas cosas intangibles, pero entenderlas desde el estómago.
La cara b de la vida
-Creo que se puso muy pesadita durante el rodaje.
-(Risas) Iba por los rincones con ella puesta. Para mí sólo había una manera de entenderla a fondo: metiéndome en las Barranquillas y hablando con la gente. Yo no utilizo ningún método concreto, sino mi propia cocinilla. Picoteo, hago cursos y veo qué me funciona.
-Las pelis carcelarias son agradecidas: «Celda 211», «El hombre de alcatraz», «La roca»...
-Pero muy arriesgadas, porque puedes caer en el estereotipo barato. Las que no habíamos vivido los ochenta, temíamos no saber transmitirlo. Creo que el resultado no fue nada malo.
-¿Qué hace la hija de un abogado criminalista y una funcionaria metida en estas lides?
-En su momento estuvieron de los nervios. Ahora no. En cualquier caso, mi padre es un abogado con mucho arte y un cantante en potencia. Y mi madre hizo doblaje.
-¿La prueba del nueve de un actor es hacer de borracho?
-¿Porque se tiende a la sobreactuación? (risas). Para mí es lo que hacen Meryl Streep o Emma Thompson: que no se nota todo tu trabajo previo, porque ya me lo demuestran sin ostentarlo. No ver los hilos, sino el resultado magnífico.
-El salto a Hollywood, ¿para cuándo?
-Mira, con saltar hacia cualquier cosa interesante, me vale.
-Rodó para la BBC. Una española hablando inglés de comedia: eso no puede ir en la misma frase.
-Fue una película. El director era muy surrealista y aprendí mucho. Pensaba que hablaba más inglés de lo que en realidad sabía. ¿Tú sabes qué frenético era el ritmo que imprime el idioma?
-¿La musa de la periferia en que la convirtieron, en qué se transformó?
-(Risas) Sólo sé que no sé nada... Si, con todos los respetos, lo decía el filósofo, ¿por qué tengo yo que saber en qué punto estoy? Además, prefiero no saberlo.
-La periodista de un periódico vecino dice que usted lleva falsos bolsos de Chanel.
-Agradezco que corrijas el error, por aquello de las falsificaciones. ¡Era un bolso londinense, rollo «kitsch»!
-También decía que «Dani Martín te enseñó la cara B de la fama, por eso tengo claro lo que quiero».
-Para mí suele ser difícil poner en palabras lo que quiero decir. Todo se tergiversó. Dani es hombre, actor y cantante famosísimo. Le adoro. No saqué ninguna lectura negativa de mi experiencia con él. Todo lo contrario. Por cierto, me encanta que se me acerquen y me digan qué les ha parecido mi trabajo. ¡Siempre con respeto!
-Empezó a estudiar Sociología.
-Y me aburrí. Quería hacer Antropología pero antes no era posible. Ahora, con el Plan Bolonia, me lo voy a pensar.
-¿Y lo de pintar?
-Ni tengo técnica, ni he estudiado. Sólo me gusta. Como diría Luz Casal, «sólo pinto monas».
-Pensó hacer políticas. ¿Cómo ha visto el patio este invierno?
-Se palpa en la calle. Lo sigo a través de la Prensa porque no tengo tele. Pero todo me parece «merchandising». Hasta la paz es negocio. La política es algo más elevado, más honesto.
-¿De la ministra de Cultura ni hablamos por si mañana le toca trabajar a sus órdenes?
-Lo hace lo mejor que puede. Y teniendo a Álex de la Iglesia como presidente de la Academia creo que se van a hacer muchas cosas. Me encantó su discurso.
-¿Qué papel cree que nunca le van a ofrecer y le encantaría?
-De monstruo. Muy deforme. Un personaje fantástico, tipo la mujer elefante.
-¿Qué no sospecharíamos nunca de usted?
-¡Que soy extremadamente torpe! Lo tiro todo, lo rompo... Es una condena.
-¿Rompemos algo juntas?
-¡Vamos! Somos capaces de romper medio hotel...
Quiero ser como La Juani
Juntas rompimos algunas cosas del hotel Mirasierra. Derramamos café, perdimos un móvil y dejamos una mesa cojeando. Hemos descubierto un gen común no analizado por la neurobiología: el «linamorguismo». Cuando ataca, impele a romper, tirar y destrozar lo que se nos pone a tiro. Inteligente, guapa y buena actriz, no cuesta imaginar que deslumbrara a Bigas Luna en el primer casting de su vida. Hoy es un pedazo de intérprete que hace buena la profesión de sus ancestros. Volará alto, muy alto, porque no le faltan alas a su angelical prestancia. Miro sus inmensos ojos jordano-madrileños y sólo me cabe desearle, desde el arcén geminiano, toda la suerte del mundo, consciente de que no la necesitará, porque «ella lo vale».
✕
Accede a tu cuenta para comentar