El pontificado de Francisco

«Papamóvil» al son de gaitas

Desde su salida del aeropuerto de Lavacolla –recién asfaltado para la ocasión– el Papa pudo sentir el cariño del pueblo gallego. La carretera de circunvalación del aeródromo se convirtió en una pista de atletismo improvisada para un grupo de peregrinos que recorrieron en paralelo al coche en el que viajaba el Santo Padre medio kilómetro hasta que se quedaron sin aliento.

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El día había amanecido gris, pero el color no faltó durante todo el recorrido, en el que centenares de policías velaron por la seguridad del Papa. ¿Las tonalidades? El blanco y amarillo de la bandera vaticana, el azul gallego y el rojigüalda español. Ovación tras ovación en las primeras rotondas y esquinas. «Sólo es un instante, pero merece la pena», comentaba una de las vecinas, ataviada con la bufanda creada para la ocasión con el rostro de Benedicto XVI. Cuando el vehículo se adentró en la carretera a la altura del Monte del Gozo –que apenas se veía por la niebla–, el Papa pudo disfrutar del verde de los pazos mientras charlaba con sus acompañantes: el arzobispo de Santiago y su secretario personal Georg Ganswein, que parecía cautivado por el paisaje. «Don Julián estará disfrutando al máximo, es el mejor guía que puede tener el Papa», confesaba el colaborador del prelado. Pero la tranquilidad apenas duraría unos minutos. En cuanto atravesó la zona de San Marcos, de nuevo el baño de banderas y pancartas.

El Mercedes atraviesa el puente y lee el cartel de bienvenida a Santiago. El Papa se encuentra en el populoso barrio de San Lázaro, que marca la entrada del camino francés en la capital gallega, donde desde primera hora se congregaban cientos de personas. De inmediato, el conductor frena. La banda de Gaitas de Orense le recibe junto al Palacio de Congreso con todos los honores a su izquierda. De nuevo, Ganswein se ilusiona. No es para menos, teniendo en cuenta que los 60 componentes de la Real Banda, ataviados con el traje gallego de gala del siglo XVIII, realizaron un desfile interpretando la muñeira da Ponte San Paio.

A partir de ese instante, el confeti y los papeles agasajan al Pontífice en lo que queda de los 12 kilómetros de peregrinación. Pero el coche todavía tendrá que frenar una vez más. De toda la región le esperaban estudiantes en el lugar donde se situó días antes la estatua en bronce de Benedicto XVI, el recuerdo de este viaje.


La bendición a los estudiantes
Los globos fueron el símbolo que utilizó un grupo de estudiantes para reclamar la atención de un Papa que les respondió con la mejor de sus sonrisas. Después de que el Papa los bendijera –como antes había hecho con tres bebés–, el Papamóvil aceleró su marcha para encaminarse por Plaza España. El apogeo y el griterío se acrecentaría minutos después, en las proximidades de la Catedral. Allí ni los cristales blindados del coche podían aislar los gritos de acogida. «¡Se nota, se siente, el Papa está presente!». Nadie lo duda.